sábado, 18 de junio de 2022

Junio, 09-16 de 2022: 8 días en Madeira (Mati, María, Pili, con la incorporación de Pilar Fajardo) - Parte única

Por fin se cumplió mi sueño. Había intentado en un par de ocasiones ir a esta isla, pero por haches o por bes no lo había conseguido. Ahora, había llegado el momento. 

Un viaje sensacional, con la mejor de las compañías y en un entorno maravilloso. 

Recorrimos prácticamente toda la isla. Para aquellos que deseéis visitarla, aquí van ideas para hacerlo en 8 días.

Pero antes, un poco de información que os explicará por qué tenía tanto interés en ir:

Madeira es una región autónoma de Portugal y un archipiélago formado por 4 islas situadas frente a la costa noroeste de África. De ellas, solo dos están habitadas: Madeira (que da nombre al conjunto) y Porto Santo. A las otras se las conoce como Ilhas Desertas y su visita no está permitida. Surgió de las profundidades del océano hace unos 5 millones de años. Se localiza a unos 980 km al suroeste de Lisboa, 660 km al oeste de las costas de Marruecos, unos 400 km al norte de las Islas Canarias y 860 km al sureste de las Azores. 

El descubridor y colonizador de Madeira se llamaba Joao Gonçalves, apodado el Zarco por haber perdido su ojo izquierdo en la batalla de Ceuta en 1415, cuando Portugal conquistó la plaza norteafricana. En 1419, reclamó Porto Santo para la corona portuguesa y, en 1420, hizo lo mismo con Madeira. En 1425, se instaló definitivamente en la isla. Fue nombrado gobernador de la parte sudoeste de la nueva colonia. Vivió aquí hasta los 80 años (muere en 1471). 

En general, Madeira es famosa por sus flores y jardines, por ofrecer hermosos paseos entre una naturaleza exuberante y por sus montañas asombrosas. Sus gentes son sencillas, isleñas, agradables y con un ritmo relajado. Pero hay más:

A) Bosque de laurisilva (patrimonio natural de la UNESCO desde 1999): se da este nombre a un tipo de bosque húmedo subtropical, de origen prehistórico, compuesto de árboles de la familia de las lauráceas y presente en algunas áreas de la Macaronesia (región que incluye los archipiélagos de Madeira, Azores, Canarias y Cabo Verde). En la isla de Madeira ocupa un área aproximada del 20 % del territorio. En este bosque se encuentran las Levadas, canales de riego que transportan el agua desde las zonas más altas y húmedas hasta las regiones más secas, formando un conjunto de senderos increíbles muy solicitados para la práctica de diferentes actividades en la naturaleza, como senderismo, trail running, BTT o barranquismo. 

B) Oferta gastronómica: no es muy amplia, pero lo que hacen está delicioso. Destaca el pescado fresco y, en concreto, el pez espada con banana asada (no es nuestro pez espada, es un pez completamente diferente, muy jugoso, que aquí se conoce como "pez cinto"). En cuanto a la carne, destacan las espetadas con carne de primera calidad. Hay diferentes variedades de sopas: la caldeirada de peixe, la sopa de legumes o la açorda (a base de pan, ajo, aceite de oliva y huevo escalfado). Las lapas a la parrilla es el pincho madeirense por excelencia, al igual que el bolo de caco, un pan casero al horno, untado con mantequilla y ajo.

Lapas a la parrilla. Las probamos en un restaurante de Porto Moniz (yo no, porque soy alérgica a los moluscos)
 

C) Bebidas tradicionales: la Poncha, a base de aguardiente, zumo de limón, zumo de naranja y miel, es la bebida regional por excelencia. Pero también se hace con otras frutas, entre las que destaca el maracuyá. El Pé de Cabra es una mezcla de vino, cerveza, azúcar, corteza de limón y cacao en polvo que se toma entre horas. La Nikita, mezcla de helado de vainilla, vino, cerveza y zumo de naranja. Hay cuatro tipos de vino: sercial, ideal para el aperitivo o con el pescado; verdelho, para el plato principal; boal, con el postre, y el famoso malvasía con el café. 

Nikita que me tomé en el bar del hotel de Santana. Muy buena


Mati y Pili probaron la Poncha tradicional en A Barreirinha, un café típico de Funchal. Pili lo terminó, pero el de Mati lo acabé yo. Demasiado aguardiente. 



Jueves, 09/06/2022:

Llegada a Madeira. Funchal 


Hubo que madrugar. Salimos de Vigo a las 6:30 de la mañana para llegar a Oporto a las 8 (7 en Portugal). Dejamos el coche en el parking que teníamos reservado, muy barato, 32 € por los 8 días. Podéis verlo aquí.

Para nuestra sorpresa, Transvia nos dejó facturar la maleta sin cargo alguno. A las 8:30 dejábamos Oporto y a las 10:40 estábamos aterrizando en el aeropuerto de Madeira (oficialmente Aeropuerto Internacional Cristiano Ronaldo), según dicen, uno de los más peligrosos del mundo por el pequeño tamaño de su pista, rodeada de agua, y por la fuerza del viento. Hay que señalar, no obstante, que en el año 2000 se amplió la pista de aterrizaje: una gran obra de ingeniería con la que se ganó terreno al mar mediante 180 columnas que soportan dicha ampliación, lo que permitió alcanzar los 2781 m de extensión.




 


Como veis por el mapa, el aeropuerto está en Santa Cruz, a unos 23 minutos de Funchal. Mucha gente desciende del avión y alquila un coche, la mejor opción para recorrer la isla de forma independiente sin tener que contratar excursiones organizadas. Como nosotras habíamos decidido pasar los dos primeros días del viaje recorriendo Funchal, no recogimos el coche de alquiler hasta el sábado, día 12, con lo cual nos ahorramos esos dos días. Habíamos acordado con el hotel que nos recogiera un taxi (30 € para llegar a la capital).

La primera impresión mientras nos dirigíamos al hotel, en el centro de Funchal, fue muy agradable... casitas que ascendían por las laderas de la montaña, todas muy cuidaditas. El taxista nos explicó que la zona de Santa Cruz es más rica y cara que Funchal (lo comprobamos días más tarde). Ya llegando a la capital, fuimos conscientes de lo difícil que iba a ser conducir por esas carreteritas estrechísimas, en donde, además, los coches aparcan en plena vía, a un lado y a otro, por lo que a veces tienes la impresión de estar sorteando un camino lleno de dificultades... Cruzarse con otro vehículo que viene de frente es siempre un momento en el que se contiene la respiración. 

Llegamos al hotel. La entrada estaba prevista para las 12, pero nos dijeron que una de las habitaciones estaba preparada y que, si queríamos, podíamos dejar las maletas allí y salir a dar un paseo por la ciudad. La recepcionista era una mujer de mediana edad muy agradable que hablaba correctamente español y que nos contó algunos retazos de su vida. Amabilidad toda la que se quiera, pero el interior del hotel dejaba bastante que desear, obsoleto, sobre todo los baños. 

Una pena que la fachada contraste con el interior, bastante descuidado

La buena noticia es que estaba muy céntrico, lo que facilitaba acercarnos a pie hasta los lugares más destacados de la capital. Además, las vistas desde su terraza, eran magníficas. 

 




En el vídeo se aprecia perfectamente lo que explicamos sobre la dificultad de conducir por esas callejas, especialmente por la forma de aparcar de los habitantes de la isla. 

En el piso superior del hotel, estaba la piscina, muy limpita, llamándonos, pero decidimos usarla por la tarde y aprovechar la mañana para conocer un poco la ciudad. 



E iniciamos la visita. Yo me había preparado una chuleta muy completa, recogiendo incluso las calles por las que teníamos que ir para ver esto o lo otro. Es una buena idea, porque te permite ir a tiro fijo y no vagabundear sin saber qué ver o por dónde ir. Sin embargo, siempre hay contratiempos: tenía planeada la visita a
Jardín Botánico de la Quinta das Cruzes, situado muy cerca del hotel, pero, como nos interesaba más ver el ambiente de las calles y tomarle el pulso a la ciudad, lo dejamos para el día siguiente y así nos encontramos con que el viernes era festivo en la isla (Día de Camoes y de la Lingua y Comunidades Portuguesas), jajajajaja, por lo que estaba cerrado y nos quedamos sin verlo, brrrrrr. Si vosotros podéis visitarlo, no os lo perdáis: tiene todo tipo de especies y un invernadero que alberga diversas variedades de orquídeas. En los parterres se ven ruinas arquitectónicas, como las enormes ventanas manuelinas de la primera mansión de Zarco o un fragmento de la picota de Funchal, además de mostrar un museo lapidario que reparte sus piezas entre la exótica vegetación.

Bajando desde el hotel. Los coches no paraban de pasar, pero un amable conductor detuvo el suyo y me dijo que no había problema, que hiciese la foto y luego pasaba él. La torre que se ve es la de la Iglesia de Sao Pedro

Estaba cerrada así que no pudimos ver su decoración de azulejos del siglo XVII que cubren casi todas las paredes de la nave

Pronto nos encontramos con la Avenida Zarco, una de las vías principales de la ciudad. En ella se encuentra la estatua de Joao Gonçalves, Zarco.



Siguiendo calle abajo, llegamos al Palacio de Sao Lourenço. Es el ejemplar más importante de arquitectura civil y militar de Madeira. Su construcción se inició en la mitad del siglo XVI y se concluyó durante el reinado de la dinastía española en Portugal, de 1580 a 1640. Tuvo una función defensiva hasta que se convirtió en residencia de los Capitaes Donatários do Funchal y de los Governadores Capitaes-Gerais. Con la implantación del gobierno constitucional, en 1834, pasó a tener una función exclusivamente residencial. En 1836, se separó en dos zonas: al oeste, el Palacio, sede de la residencia oficial del Gobernador Civil, que comprende las Salas Nobles, los gabinetes, la zona privada, los jardines y los baluartes sudoeste, nordeste y norte. Al este, el área militar, con un museo que aborda varios aspectos de la historia militar de Madeira y donde se puede ver una colección de armamento que va desde el siglo XVII a la actualidad. Es Monumento Nacional desde 1943 y, a partir de 1976, con la institución del sistema autonómico, pasó a ser la Residencia Oficial del Ministro de la República. En 2006, pasó a convertirse en la Residencia Oficial del Representante de la República para la Región Autónoma de Madeira. 

Para ver el Palacio hace falta pedir cita con anterioridad. Como no la teníamos, solo vimos la parte militar. 



  


El Palacio de Sao Lourenço al fondo

Ya estábamos frente al mar, en la Praça do Povo


Aquí se encuentra la estatua del Emigrante Madeirense

Representa un hombre que sostiene la bola del mundo, ese mundo por el que se han desparramado los emigrantes


También vemos las letras con el nombre de la isla


Y la estatua de Mohandas Karamchand Gandhi


También, el Memorial de Nelson Mandela

Siguiendo por la avenida, llegamos a la Praça da Autonomia. En ella se alza una estatua tallada en bronce y concreto que representa a una mujer que surge de la nada para celebrar la autonomía de la región. Aquí se encuentran los dos ríos que cruzan Funchal: Santa Luzia y Joao Gomes, además de verse los restos del Forte Novo. 



Muy cerca se abre la Rua de Santa María, calle típica llena de restaurantes. Es una de las más pintorescas de la capital, con locales tradicionales, tiendas, galerías y gran cantidad de puertas decoradas que forman parte del Proyecto Arte Portas Abertas, un proyecto iniciado en 2011 para recuperar esta parte de la ciudad. 





Nos detuvimos a comer en uno de los muchos restaurantes que hay a uno y otro lado de la calle. Con toda mi ilusión, pedí sardinas, pero... mi gozo en un pozo: no eran auténticas sardinas, más bien unos jureles raros, jajajajaja. De todas formas, nos reímos mucho, los camareros eran muy simpáticos. 

Brindis por el comienzo de unas magníficas vacaciones
  



Después de comer, seguimos callejeando y llegamos a la Fortaleza de Sao Tiago, construida a finales del siglo XVII. En el siglo XVIII, se amplió y se utilizó con fines militares hasta 1992, año en el que el gobierno regional de Madeira decidió usarlo para eventos y actividades culturales. Hoy acoge un museo con exposiciones permanentes y temporales. A sus pies, la playa de Sao Tiago.

Playa de Sao Tiago

 

Vistas desde el fuerte

Y paseando, descubrimos el ambiente típico de la isla, la música en las tabernas:



Acabamos la tarde en la piscina del hotel, después de probar las ponchas en el Barreirinha Café. Como quedaba un poco lejos, volvimos en taxi.



Y ya de noche, una copita en la terraza. Las casitas de Funchal se iluminan y parecen un nacimiento.




Viernes, 10/06/2022:

Otro día en Funchal

Después de desayunar, bajamos de nuevo por las callejas y fue cuando descubrimos que el Jardim Botánico da Quinta das Cruzes estaba cerrado. Nos paramos, no obstante, en el Mirador del mismo nombre que se encuentra al otro lado de las murallas que cierran la villa. Desde allí, otra magnífica vista de la parte oeste de la capital.

 
La vegetación siempre exuberante. Pili en el Mirador. Tras ella, el muro de la Quinta


Una vez más, bajamos la Avenida Zarco y, en el cruce con la Avenida Arriaga, nos fijamos en un bonito café-restaurante, en el que terminaríamos la jornada con unas copichuelas, el Golden Gate Grand Café.


Siguiendo la Avenida Arriaga hacia la izquierda, llegamos a la Catedral, la Sé


Es una iglesia gótica de la década de 1490. Sus obras se iniciaron en 1493 y se consagró definitivamente en 1514. Como se puede apreciar, el exterior es muy sobrio y en él contrasta el enlucido blanco con la piedra, toba roja y basaltos volcánicos. La torre cuadrada del campanario está coronada por un pináculo revestido de azulejos esmaltados decorativos. 


Como se ve en la fotografía superior, el pórtico sostiene el escudo de armas del rey, que incorpora la Cruz de la Orden de los Caballeros de Cristo (cruz que actualmente figura en el centro de la bandera oficial de Madeira).

En el interior, las finas columnas que separan las naves acentúan la esbeltez del templo.

Estaban en Misa

Sobre las columnas, unas arquerías de lava pintadas sostienen unos maravillosos techos policromados de madera de cedro. 

Artesonado de la nave central y de la nave lateral izquierda

Decidimos esperar que terminara la celebración, porque queríamos ver la sillería del coro, considerada una muestra formidable de la talla gótico-renacentista de estilo manuelino. Muestra a santos, apóstoles y doctores de la Iglesia casi de tamaño natural, ataviados con trajes típicos del siglo XVI sobre un fondo azul. Los laterales del coro también están adornados con tallas, querubines y figuras de temática más atrevida y burlona, como monos y cerdos. Desafortunadamente, el acceso no está permitido. Nos tuvimos que conformar con verlo de frente...


El altar mayor exhibe un precioso retablo flamenco del XVI, compuesto de 12 tablas, coronado por una bóveda de nervaduras doradas. A la derecha, la Capilla del Santísimo alberga un tabernáculo de plata (siglo XVI) además de estar decorada con madera dorada y marquetería de mármol. 

Pili contemplando la Capilla 

Una vez que salimos de la Catedral, nos dirigimos hacia el Mercado dos Lavradores
 

De vez en cuando, localizándonos en el mapa

Muy agradable el paseo. Sol y tranquilidad, poca gente... día festivo



Íbamos con toda nuestra ilusión y... nuestro gozo en un pozo. Estaba cerrado por ser festivo. Así que acordamos volver el último día antes de ir al aeropuerto


Precisamente, yo lo había puesto para visitar el viernes, porque es el día en que hay mayor actividad. Se construyó en el año 1940, siguiendo el estilo Art Déco, imitando con materiales modernos el habitual basalto gris y la toba roja de las construcciones isleñas. En la entrada, destaca su decoración de azulejos, que refleja la vida en Madeira a principios del siglo XX. Los vimos a través de la verja que nos cerraba el paso.


Por desgracia, cuando volvimos el último día, estaba de nuevo cerrado: festivo de nuevo, Corpus Christi. Si vais algún día, es aconsejable subir al primer piso para tener una visión más completa. Tiene dos partes: 1. los puestos de pescado, entre los que destaca el pez cinto (que ellos llaman espada, cuando en realidad es un pez sable), 2. los puestos de verdura, fruta y flores. Hay una gran variedad de frutas tropicales, hasta 10 tipos distintos de maracuyá.

Pues nada, a seguir la visita. Muy cerca está el punto en el que se coge el Teleférico Funchal-Monte. Cubre casi 4 km en apenas 15 minutos, salvando un desnivel de 560 m. Antes pasamos por la estatua que homenajea la cultura del vino en la isla.


Nos abordó entonces un taxista, José Enrique, que hablaba correctamente español con acento y expresiones canarias (había estado trabajando allí). Nos ofreció ir con él y por un precio casi similar, pero nos permitía no solo ver algo más sino también tenerlo a nuestro servicio para recogernos en dos lugares concretos y evitar además las escaleras que llevan a la Iglesia do Monte. Tampoco nos perdíamos el teleférico, porque el descenso lo haríamos en ese medio. No lo dudamos. 

Nos llevó primero a un Mirador al que no habíamos pensado ir. Impresionantes las vistas de Funchal.


Además, José Enrique nos hizo de fotógrafo

Desde allí, nos subió hasta el atrio de la Iglesia do Monte. Por cierto, en el camino cuesta arriba se detuvo para ayudar a dos parejas mayores cuyo coche se había ido a la cuneta. Y no solo eso, al intentar volver a la carretera lo habían hecho por una zona que estaba a bastante más altura, con lo cual se les había quedado el vehículo totalmente inclinado y sin posibilidad de salir (además, seguramente, habían rozado, y mucho, los bajos). José Enrique los ayudó a llamar a la grúa, porque los pobres se quejaban de que no podían hablar con ninguna persona, siempre salían máquinas. El accidente se había producido cuando el conductor había intentado apartarse para dejar pasar un autobús que venía de frente (pánico me estaba entrando a mí de pensar en conducir por la isla).

En la foto que sigue, vemos parte de las escaleras que el taxista nos evitó al llevarnos por la parte de atrás de la iglesia hasta el mismo atrio. 


De todas formas, esta parte la bajé yo para hacer una foto completa de la fachada. 

Se accede a la iglesia por esos 74 peldaños. Los penitentes los suben de rodillas cada 15 de agosto, que es cuando se celebra la Asunción de la Virgen. 


La Igreja Paroquial de Nossa Senhora do Monte conserva dos importantes reliquias: 1. la venerada imagen gótica de la Virgen, que es la patrona de la isla y cuya fiesta se celebra el 15 de agosto; 2. las reliquias de Carlos I de Austria y IV de Hungría, el último emperador de Austria, beatificado por Pablo II en 2004. La historia de esta iglesia está ligada a los comienzos de la colonización portuguesa: Gonçalo Aires Ferreira tuvo dos hijos en 1440. Los llamó Adán y Eva por ser los primeros portugueses nacidos en la isla. En 1450, fue nombrado primer capitán de Funchal. En 1470, su hijo Adán decidió construir en su finca una ermita dedicada a Nuestra Señora de la Encarnación. En 1741, fue demolida para iniciar la construcción de la actual iglesia. En 1748, recién terminada, fue dañada por un terremoto. Se reconstruyó y se consagró en 1818.

Como se puede ver, la fachada cuenta con un frontón barroco con grandes ventanas y un pórtico con soportales. 

La leyenda cuenta que, a finales del siglo XV, se apareció la Virgen a una pastora. Ella llegaba a casa diciendo que, mientras cuidaba el rebaño, había estado jugando con una niña. Sus padres sabían que no había ningún otro niño en la zona, así que, al tercer día, su padre la siguió. Encontró frente a su hija una imagen de la Virgen Niña. Esta imagen, de madera policromada con el niño, fue colocada en la ermita. Hoy, en la fachada de la actual iglesia, un mural recuerda la historia. 





En el interior, en la capilla norte, se halla un imponente sarcófago negro en el que reposan los restos del Emperador Carlos I, que falleció en Madeira de neumonía a los 35 años de edad. 

El 19 de noviembre de 1921, llegaron a la isla el derrocado emperador Carlos I de Austria y IV de Hungría y su esposa la emperatriz Zita. Primero vivieron en Funchal, en la Villa Vittoria, pero, tras el robo de sus joyas, se quedaron sin dinero para pagar el alquiler por lo que la familia Rocha Machado les cedió gratuitamente la Quinta do Monte, a la que se trasladaron. Junto con sus hijos acudieron en varias ocasiones a visitar el santuario de Nuestra Señora do Monte, situado a escasos metros de su residencia. La familia imperial se ganó el respeto y el cariño de los habitantes de la isla. 

Las condiciones climatológicas en Monte durante el invierno y la precaria situación de la Quinta, que carecía de muebles y cristales en las ventanas, cubiertas estas con hojas de periódico, provocaron que el 9 de marzo de 1922 el emperador sufriera un resfriado. Pronto llegaron las fiebres y el resfriado derivó en bronquitis, hasta que el 21 de marzo el médico diagnosticó una neumonía grave. El emperador perdió el conocimiento el 27 de marzo, sufrió dos infartos y murió de insuficiencia respiratoria el 1 de abril. A su lado estaba su esposa, embarazada por entonces de su octavo hijo. La emperatriz nunca volvió a casarse y vistió de luto el resto de su vida en memoria de su esposo. En señal de duelo, todos los comercios de Funchal cerraron al enterarse de la muerte del emperador. 


José Enrique, que nos estaba esperando fuera, nos llamó porque estaba cerrando el paso a otro vehículo que pretendía salir. Nos llevó entonces hasta la bajada en donde se sitúan los Cestos do Monte






Los carros de cesto son una de las principales atracciones turísticas de Funchal. Realizan un descenso vertiginoso por las curvadas y empinadas calles de Monte. Dos kilómetros de distancia y centenares de metros de desnivel salvados en un viaje de menos de 10 minutos a toda velocidad. Dos avezados carristas nos llevan a más de 48 km/h en los momentos más rápidos. LLevan trajes blancos de algodón, sombreros de paja y botas con suelo de goma que usan como freno y son una de las imágenes típicas de la isla. 

Al parecer su origen era una forma de transporte rápido que utilizaban los habitantes de los barrios altos de la capital, sobre todo el de Monte. Se tiene constancia de su uso desde 1850. 

Los carros de cesto están hechos de madera y mimbre. Rústicos y tradicionales, contrastan con la tecnología del teleférico que comunica el puerto de Funchal con las alturas del barrio de Monte. 


Los carros nos dejaron en Livramento y allí estaba de nuevo José Enrique para subirnos otra vez a la cima y visitar el Jardín Tropical
Estos jardines son obra de José Berardo y fueron abiertos al público en 1991. Según Conde Nest Traveller, es uno de los jardines más bellos del mundo. Contienen una colección de azulejos muy importante, sacada de palacios, capillas, iglesias y casas privadas, que recogen eventos sociales, culturales y religiosos. Destaca una puerta del siglo XVIII en el frontispicio de una capilla, con dos figuras laterales sosteniendo las piedras de los 10 mandamientos y una espada. 

40 paneles narran la historia de Portugal desde Afonso I a la 3ª República.

Este es el último de los paneles


Curiosa escultura a la entrada de los jardines


 Según se entra, encontramos el Museo Monte Palace, que alberga tres galerías: dos dedicadas a la moderna escultura africana, de la escuela de Zimbawe, bajo el título "Paixao africana", con más de 1000 esculturas distribuidas en dos pisos del museo, y otra con una rica colección de minerales provenientes de todo el mundo, conocida como "Segredos da Mae Natureza". Hay también un área dedicada a la exposición de piedras preciosas, con un enfoque especial en los diamantes. 


Los viajes a Japón y a China impresionaron a Berardo. Por eso, hay dos jardines orientales y un panel con un lema: "la aventura de los portugueses en Japón", una estructura de hierro con 166 placas de cerámica que cuentan la historia entre portugueses y nipones. 
En el jardín oriental norte


 


 


Como vemos en estas fotografías, hay dos perros Fó de mármol (abajo), animales mitológicos que guardan las entradas de los templos; numerosas esculturas budistas; un dragón rodeado de niños que simboliza la fertilidad; linternas de piedra que iluminan el camino a la casa de té...





En el centro hay un lago, en el que cae una cascada. 





El agua de la cascada cae tras ellas

Esta estatua se encuentra en una pequeña isleta en el lago. Discutimos si representaba una mujer muerta o en reposo, ganaron las del reposo, es decir, las tres, jajajajaja

Os dejo a continuación un conjunto de fotografías que os darán idea de la belleza de estos jardines.







Esta foto nos la hizo amablemente una chica que poco después nos cedía su mesa para degustar el vino de Madeira, degustación incluida en la entrada


Después de la degustación y un descanso, seguimos el paseo por el Jardín Oriental Sur. 

  

 
Aquí, un estanque con muchos peces Koi.


Y así llegamos al Palacio que se encuentra en el interior de los jardines.



Ya caminando hacia la salida, nos dimos de frente con la ventana de Romeo y Julieta, jajajajaja...


Habían sido tres horas y pico de paseo entre plantas exóticas endémicas de diversos países, en un área de 70 000 metros cuadrados. Durante el paseo vimos especies tan dispares como olivos, hortensias, cicadáceas (Sudáfrica), secuoyas, laurel, barbusano, cedro...

Tocaba volver al centro de Funchal, esta vez usando el teleférico.



De regreso, una foto simpática.


Como ya dijimos, acabamos el día con una copita en el Grand Café.


Una anécdota curiosa es que el primer camarero que se nos acercó nos habló vete tú a saber en qué idioma y no había forma de entenderlo, así que llamó a un colega. Cuando se dio cuenta de que hablábamos español, se acercó y, partiéndose de risa, nos dijo que había usado cualquier idioma excepto el nuestro, jajajajaja... Debemos tener cara de nórdicas, jajajajaja.

Estábamos cerca del hotel así que subimos a pie. Por eso pudimos ver la imagen que sigue a continuación, en la que la torre de la iglesia de Sao Pedro aparece enmarcada por un árbol.




Sábado, 11/06/2022:

Recogida del coche en el aeropuerto. Último día en Funchal

Habíamos quedado tan contentas con el servicio de José Enrique que le pedimos que nos llevara al día siguiente al aeropuerto a recoger el coche de alquiler que teníamos reservado. A las 9 estaba en la puerta del hotel. Y ya a las 10 y pico estábamos en nuestro Fiat. No me gustó mucho el coche, marchas muy cortas y le costaba muchísimo subir las empinadas cuestas de la isla, en más de una ocasión tuve que meter la primera para poder hacerlo. Por otra parte, en estos momentos estoy aún a la espera de que me devuelvan los 900 euros de fianza que hubo que depositar. Alquilamos con Thrifty/Hertz.

La idea era visitar en primer lugar el Mercado de Santo da Serra, en la parroquia de Santo António da Serra. Lo veis en el mapa al oeste del aeropuerto. Según nos habíamos informado, los fines de semana eran el mejor momento para visitar el pueblo, porque se montan puestos en la carretera principal para celebrar la Feira do Santo da Serra, dando lugar a un mercado muy colorido. Los agricultores suelen asentarse cerca de la iglesia para vender sus productos. Pero... como el día anterior había sido festivo, no había mercado (agggggg). 

Este pueblo de 982 habitantes está situado a una altura de 550 m sobre el nivel del mar. Y al encontrarlo, aprendimos una cosa muy importante: si solo poníamos el nombre del pueblo en Google Maps, nos llevaba a la montaña; así que si realmente queríamos ir a la playa, había que poner directamente "playa ...". O sea, los pueblos se extienden por las laderas, desde las montañas hasta la costa. 

Puesto que no había nada que ver en Santo da Serra, seguimos hasta el Mirador da Portela. Está situado entre Porto da Cruz y Machico, un magnífico escenario de montañas que, en un valle, se derraman hacia el mar.



  


Como se ve en el vídeo, hacía mucho viento. 

Desde allí, nos dirigimos al Pico do Areeiro, que podéis ver en el mapa casi en el centro de la isla (tuvimos que bajar prácticamente hasta Funchal y volver a subir). Está situado a 1818 m de altitud, el 3º después del Pico Ruivo (1861 m) y el Pico das Torres (1851 m). Hay un mirador desde el que las vistas son impresionantes.




Como se ve por las imágenes, es como si nos hubiéramos desplazado a un mundo diferente. Los bosques verdes que cubren la mayor parte de Madeira dejan paso a un paisaje mucho más salvaje y desnudo, propio de tierras altas. Dicha sensación se intensifica por el cinturón de nubes que se observa al llegar a los 1200 m y que también se aprecian en las fotografías y en el vídeo. Una vez que se pasa esa zona de niebla, se ve de nuevo la luz del sol. Muy pronto la roca desnuda se transforma en la característica predominante de este paisaje donde solo resisten las plantas más duras.

Instalaciones del Ministerio de Defensa
   

En el vídeo apreciamos también unos telescopios. Es un lugar ideal para su instalación, ya que aquí no hay contaminación lumínica alguna. 




Las imágenes muestran una interminable sucesión de montañas y hermosos e impresionantes precipicios. El color que domina es el amarillo de las flores. 

Dejamos el mirador y bajamos hasta los 1650 m sobre el nivel del mar. Aquí se encuentra el Poço da Neve. Es un viejo almacén donde se guardaba el hielo del invierno para garantizar el suministro a hospitales y hoteles en verano bajándolo en bolsas de cuero. Tiene forma de iglú, de 8 m de profundidad, y se construyó en 1813. 

Estas flores, conocidas como "Plumero azul", abundan en la isla. Al fondo, Funchal. 


Nuestra siguiente parada era el Miradouro do Paredao. En el mapa veis el pequeño pueblo de Curral das Freiras, pues desde el mirador se contempla el pequeño valle en que se localiza. 

Al pie de los precipicios, Curral das Freiras

Curral das Freiras es un pueblo que permaneció aislado hasta 1959, lo cual no es de extrañar si nos fijamos en su localización. Se llama "curral", porque se cría ganado, y "das Freiras", porque las monjas del convento de Santa Clara se refugiaron ahí durante la invasión por parte de los franceses. Las vistas desde el mirador cortan la respiración.



Muy cerca está el Miradouro de Eira do Serrado, que también vemos en el centro de la isla en el mapa. Nos tomamos unas cervecitas en el bar y hablamos un ratito con el propietario. Por cierto, que en un primer momento nos llamó la atención con mucha sorna: "qué comunicación" (estábamos las 4 mirando nuestros respectivos móviles). Tenía razón, así que los guardamos. Nos contó que había estado muchos años en Venezuela (de ahí su fantástico español) y que conocía personalmente a la madre de Cristiano Ronaldo. Refirió una anécdota de una familia con un hijo con cáncer que le pidió ayuda y él la dirigió a la madre del jugador, que intervino a su favor frente al futbolista, quien pagó todos los gastos (lamentablemente, el chico falleció). Dijo que era muy querido en la isla y que cada vez que hay algún problema ayuda muchísimo, ya sean inundaciones, incendios...

Bajamos a la costa. En el mapa se puede ver Cabo Girao, junto a Câmara de Lobos, al oeste de Funchal. Es uno de los cabos más altos de Europa, con 580 m de altura, famoso por su plataforma de cristal. 






Las vistas sobre las "fajas" de Rancho y Cabo Girao son impresionantes. Hay pequeñas áreas de tierra cultivada al pie del acantilado, junto a las excepcionales vistas del océano y de los municipios de Câmara de Lobos y Funchal. Es un lugar privilegiado para practicar parapente y salto BASE. 

La leyenda dice que Zarco ordenó suspender la exploración costera, dando la vuelta a su barco al alcanzar dicho cabo y hallando refugio en el actual puerto de Câmara de Lobos. De ahí su nombre ("Girao" significa "giro").

Actualmente, hay un teleférico para que los agricultores puedan llegar a los campos de cultivo (desde 2003), que antiguamente solo eran accesibles en barco. 


Pilar pensándose si bajar a la plataforma de cristal




La niebla iba y venía. Desde el mirador vimos la carabela que ya habíamos visto en Funchal, una de las principales atracciones turísticas de la isla. 


Bajamos a Câmara de Lobos. En la imagen inferior se ve el Cabo Girao al fondo.


Es una de las localidades más antiguas de la isla. El nombre se debe a la gran cantidad de lobos marinos que había en la bahía. Es un pueblo de pescadores con un bonito arte callejero que insiste en el cuidado y respeto por la naturaleza así como en el reciclado. Entre sus obras destaca el Lobo Marino de Bordalo II. Hoy, los lobos marinos solo se ven puntualmente en la costa sur de la isla de Madeira y hay una colonia preservada en las Ilhas Desertas. 


En su puerto se pueden ver pintorescas y coloridas embarcaciones llamadas "Xavelhas". La supervivencia de esta comunidad ha sido posible gracias a la pesca y, si bien sigue siendo una actividad importante en la economía de la región, hay otras que han ido cobrando importancia, como el cultivo del plátano y el turismo.
 



Este tradicional pueblo de pescadores, situado a tan solo 5 km al oeste de Funchal, fue el que inspiró a Winston Churchill para pintar sus encantadores paisajes. 


Nos quedamos a hacer merienda-cena en uno de los muchos restaurantes de las callejas cercanas al puerto, en donde había una gran animación. Cada una pidió su plato y luego compartimos todo, lo que nos dio opción de probar distintas variedades de la cocina de la isla. 

                                          Pulpo al estilo de la casa
                                        Risotto de salmón y gambas
                                         Canoa de piña, pescado y marisco
                                          Espetada mixta de pescado

Como veis, curiosa decoración a base de garrafas de plástico. Justo en esa esquina, estaba el restaurante en donde nos quedamos, no el que se ve de frente, el otro, el que está dando la vuelta a la calle. 


Después de cenar, dimos una vuelta y, una vez más, pudimos comprobar el gusto por el reciclado y la reutilización en la decoración del pueblo. Pili y Pilar iban delante hablando y no se fijaron, tanto que por la noche, al ver las fotos en el hotel, nos preguntaron que dónde habíamos estado Mati y yo, jajajajajaja...





Y vuelta al hotel tras un día magnífico. Ellas se quedaron en la terraza tomando algo, yo me fui a la habitación a colgar las fotos y descansar, porque me dolía el pie. 



Os dejo aquí los selfis de ese día que me mandó después Pili:

                                                         En el Mirador de Portela
                                                      En el Pico de Areeiro


Domingo, 12/06/2022:

Salida de Funchal dirección Porto Moniz 

No es que madrugáramos exactamente, pero había que ponerse en marcha. Dejábamos este hotel y nos íbamos a dirigir hacia Porto Moniz, en la punta noroeste de la isla, con la intención de parar en todos aquellos lugares que teníamos anotados como interesantes. 

La primera parada la hicimos en Ribeira Brava, a 15 km al oeste de Funchal. El nombre procede del río (con 10 afluentes) que arrasa con todo cuando hay lluvias. El pueblo fue fundado en 1440 y creció hasta convertirse en una de las comunidades más ricas del archipiélago. Destacan la Igreja de Sao Bento con sus azulejos blancos y azules, el Ayuntamiento con postigos verdes y paredes en color rosa, el Mercado y el Paseo Marítimo. 

Es un pueblo muy tranquilo y agradable para pasear. 

                                                        Iglesia de Sao Bento

                                                    De tiendas en las callejas de Ribeira Brava

Ya que no vimos el Mercado dos Lavradores, disfrutamos con el de este pueblecito en el que los habitantes de los alrededores ofrecen sus productos. 


 
Un gusto caminar por el Paseo Marítimo. 


                                          Pili en el Paseo Marítimo. El río pasa por debajo hasta llegar al mar. A la izquierda se ve una grúa: estaban arreglando una parte de la carretera que se había desmoronado

La playa de Ribeira Brava es de arenas negras y guijarros y se encuentra en el centro del pueblo, por lo que está rodeada de bares y restaurantes. Cuenta con sombrillas, piscina, puesto de socorristas, isla artificial y malecón de rocas. 


Algo curioso que también vimos después en otras playas es la colocación de tarimas de madera para que la gente extienda sus toallas y no tenga que tumbarse sobre los cantos rodados.

 Como siempre, jardines y flores.

Siguiente parada: Ponta do Sol, otro tranquilo pueblo situado un poco al oeste del anterior. Es un lugar donde el clima se mantiene bastante equilibrado durante todo el año. Se dice que es el enclave más soleado de todas las islas. Ello conlleva la presencia de cientos de turistas en pleno invierno. 


En el vídeo, a la izquierda, se ve un pequeño restaurante en lo alto de un pequeño promontorio. Es el Cais de Ponta do Sol. En su parte posterior, tiene una agradable terraza en la que estuvimos tomando unas cervecitas antes de continuar camino.

Los edificios que bordean el Paseo Marítimo tienen un cierto aire colonial. 


Una de las actividades turísticas que se ofrece en Ponta do Sol es el buceo. Muy cerca de la costa se encuentran enterradas verdaderas joyas arqueológicas, por no nombrar su riqueza natural endémica. Una visita obligada es al lugar en donde se encuentran los restos del Bowbelle. Era un barco dragador de Londres que operaba en el río Támesis y que naufragó en 1989 en las costas de Madeira debido a una fuerte tormenta.

Puesto que nosotras no íbamos a bucear, nos dedicamos a pasear por las callejas en las que también hicimos interesantes descubrimientos:


  

La lectura nos lleva a la relación del pueblo con el novelista norteamericano John Dos Passos, cuyos abuelos emigraron a la isla en el siglo XIX. De hecho, el centro cultural, situado en la casa que ocuparon sus antepasados, lleva el nombre del escritor. Cuenta con una interesante biblioteca con toda la obra del novelista. 

La fachada del edificio que vemos en la fotografía superior corresponde al Cantinho de Artes e Oficios de Ponta do Sol. Es muy original. Está formada por miles de caras en escayola que pertenecen a los alumnos y voluntarios que se presentaron para este proyecto. Los huecos que quedan entre ellas representan pájaros. 



Caminando, llegamos a la Capela de Santo António, desde donde un pequeño mirador nos ofrece bonitas imágenes del pueblo. 


La iglesia destaca en el centro. Tiene una extraña pila bautismal de cerámica verde, donada por D. Manuel I, y sus antiguos techos de madera pintada ofrecen imágenes de la vida de la Virgen.  

Entre el calorcito y el paseo, nos dio sed, así que nos fuimos al Cais de Ponta do Sol, como ya comenté anteriormente.

                Camino al Cais se obtiene esta vista del Paseo Marítimo.


Y después de descansar, hicimos unas cuantas fotos.
 



 




  

Muy cerquita de Ponta do Sol está la famosa Cascata dos Anjos. No sé cómo hicimos con el GPS que nos mandó allí dando un rodeo. Anda que no nos reímos cuando, para seguir viaje, nos vimos obligadas a volver al mismo pueblo que acabábamos de dejar. 

Se la conoce como el "lavadero gratuito de coches", jejejejeje...



Pasamos Madalena do Mar y llegamos a Calheta

Este municipio se divide en varias freguesías que teníamos intención de visitar y que, cansadas, dejamos atrás: Calheta, Estreito da Calheta, Arco da Calheta, Prazeres, Jardim do Mar, Paúl do Mar, Faja da Ovelha y Ponta do Pargo. 

Solo nos detuvimos en Calheta. Esta pequeña localidad es famosa por la producción del ron blanco, ingrediente indispensable de la poncha madeirense. De hecho, en nuestro paseo pasamos por las Destilerías Engenho da Calheta (se pueden visitar). 

Sin embargo, su mayor atractivo son sus playas: aunque parezca increíble, son de arena. En realidad, son playas artificiales cuyas arenas fueron traídas de Marruecos y de Portugal. El conjunto tiene forma ovalada, con dos playas, una a cada lado. 

En la zona de playa hay también un puerto deportivo con capacidad para 300 barcos, bares, restaurantes y otros negocios que ofertan distintas actividades náuticas, como piragüismo y windsurf



Teníamos hambre y nos lanzamos a la caza de un restaurante que nos había impresionado por su olor cuando bajábamos hacia la playa con el coche. Hete aquí que al empezar a caminar, no lo encontramos. Pero el señor Google me sugirió otro y tiré para arriba. Ellas, detrás, echando pestes, porque la cuesta se hacía insufrible y además se temían que al llegar arriba estuviese cerrado. ¡Ah! ¡Mujeres de poca fe! Casi nos dejamos los hígados (por supuesto, los gemelos) en la subida, pero mereció la pena: las vistas espectaculares, el servicio magnífico, un chef encantador (además de guapo) que se ofreció a hacernos un arroz de pescado para las cuatro (con algas) que estaba para chuparse los dedos...







Os dejo aquí la página del restaurante, Socalco Nature, que es, además, un precioso hotel.

Al descender, estuvieron postureando (como decía nuestra guía en Bali) junto a las letras con el nombre del pueblo. Yo me senté en un murito a contemplarlas, porque mi pie ya no podía más. 


  


Nos detuvimos un momento en Paúl do Mar con la intención de ver una cascada, pero estaba seca, cosa que no entiendo, porque si algo hay en Madeira es agua por todas partes...

El cansancio pudo con nosotras y nos dirigimos directamente a Porto Moniz, en donde íbamos a pasar esa noche y la siguiente, en este establecimiento, en el centro mismo del pueblo, con vistas al mar. Era una habitación para cuatro, muy amplia y con un balconcito con vistas en el que se estaba de maravilla. Además, tenía una piscina interior que ellas disfrutaron en exclusividad y que yo no pude probar para no volver a mojar el pie y empeorarlo como había hecho en Funchal (no lo había dicho, pero unos días antes del viaje me había quemado los dedos del pie derecho con aceite hirviendo)


Lunes, 13/06/2022:

Porto Moniz

Decidimos pasar el día en plan tranquilo en Porto Moniz. Estábamos cansadas del viajecito en coche del día anterior y, además, era necesario que mi pie reposase (de hecho, el domingo a la noche, Mati me tuvo que dar unos masajitos, porque llegué al hotel con el pie completamente hinchado, incluidos tobillos).

Es una de las ciudades más antiguas de Madeira, situada en la punta noroeste, entre el mar y las montañas. Atrae a muchos turistas durante todo el año, sobre todo, por su espectacular patrimonio natural: por las hermosas piscinas naturales que ofrece el mar, pero también por sus levadas por el campo y por el Bosque de Laurisilva (recordamos que es Patrimonio Natural de la Humanidad por la UNESCO).

Estuvo bastante aislada del resto de los municipios, ya que era un lugar al que se accedía principalmente por mar. Después de la Segunda Guerra Mundial, se construyó la carretera que une Porto Moniz con Sao Vicente, al este. Es una de las localidades más alejadas de Funchal, aunque en realidad son tan solo 35 minutos gracias a las mejoras en las vías de comunicación (a nosotras nos había llevado todo el día por esas paradas que ya comenté).

El día amaneció nublado. Desayunamos (mejor que en el Hotel Monte Carlo de Funchal, aunque conozco hoteles de la misma categoría en Portugal en los que se desayuna mucho mejor, con más variedad). Y nos fuimos a patear el pueblo. Muy cerquita del hotel estaban las piscinas naturales.


Como no tiene playa, esta es una solución ideal para los días de calor y de no tan calor (ya vemos que había gente a pesar de que no lucía el sol... Pili y Mati, de hecho, las utilizaron). Cuestan 3 € por persona.

El mar fue formando estas piscinas de agua cristalina entre las rocas volcánicas. Posteriormente, se unieron entre sí mediante paseos de cemento, configurando un área de 2800 metros cuadrados.  


Pilar nos mandó posar, porque en la primera foto que nos había sacado estábamos muy serias, jajajajaja... Al fondo se ve una especie de carpa, un bar-restaurante en el que más tarde nos tomaríamos unos helados y unas copitas, y a su derecha la esquina de un edificio, nuestro hotel (como veis, la localización era ideal).

Estuvimos un buen rato contemplando el mar, ejerce una gran fascinación sobre nosotras. 




 

Postureando

Desde el centro del pueblo, se ven muy bien las carreteritas que suben y bajan por las montañas. 


Caminando hacia la izquierda desde el hotel, hay un restaurante-mirador que ofrece unas bonitas vistas:


Como se puede ver, una de las piscinas estaba cerrada, no sabemos muy bien por qué. 




Después, caminando por el paseo marítimo hacia la derecha, nos vamos acercando a las antiguas piscinas, hoy poco utilizadas y gratuitas. En realidad, la gente se acerca allí a darse el baño y se va, porque no hay sitio para tumbarse y tomar el sol. Además, sus rocas son muy afiladas, lo que las hace más peligrosas para nadar que las modernas. Están situadas frente a un islote conocido como Ilhéu Mole.  







En el camino hacia las antiguas piscinas descubrimos maravillas de la naturaleza, esos huecos entre rocas por los que se mete el mar.


Al final del paseo marítimo, se alza el Fuerte de Sao Joao Baptista. Hasta el siglo XVIII no se construyeron grandes fortificaciones en el norte de Madeira, ya que la costa, en sí misma, constituía una inexpugnable defensa natural: su orografía escarpada y las revueltas aguas del mar no permitían el desembarco en las peligrosas playas. Pero un ataque en 1730 por la ensenada de Porto Moniz llevó a la construcción de este fuerte, que se amplió en 1751, adquiriendo una forma pentagonal. En el siglo XIX, el fuerte fue abandonado y, a finales del siglo XX, las ruinas fueron compradas para realizar la reconstrucción del original del XVIII y albergar en sus bajos el Aquarium de Madeira. 



Desde el castillo se ve el helipuerto y, más allá, los Ilhéus de Ribeira da Janela, que veríamos de cerca al día siguiente.


Tras el agradable paseo, volvimos a las piscinas no sin antes pasar por la única farmacia del pueblo (quería encontrar algo que me protegiera el pie y así poder bañarme también). Menuda subidita para llegar a lo alto, en donde estaba situada. Total, para nada, bueno, sí, para comprar unos apósitos mejores, pero no lo suficiente para poder mojar el pie en una piscina. Mientras Pili y Mati se bañaban, Pilar y yo nos fuimos de nuevo al mirador-restaurante para tomarnos unas cañitas. Aunque luego nos desplazamos a la terraza para verlas y hacerles todo un reportaje, jajajajaja. Ahí las tenéis metiéndose en el agua...


Casi a las 5 se dignaron salir del agua y después de pasar por el hotel para cambiarse, buscamos un sitio para comer. Habíamos visto uno pequeñito que venía recomendado en Google, pero solo tenía cocina rápida. La misma camarera nos recomendó otro: Polo Norte (?????), jajajajaja. Allí fue donde ellas se animaron a probar las lapas. No sé cómo sabían, pero el olor era exquisito. 

Larga sobremesa en el bar-restaurante de la carpa. Estuvimos hablando con su camarero, un venezolano que lleva ya cinco años en la isla y que dejó atrás su país por la mala situación económica. 

Reposo después en el hotel. Ellas volvieron a salir más tarde para tomar una copita en el mirador. Allí se encontraron con una pareja de catalanes que les recomendaron una visita al Posto Florestal Fanal. Nos pareció interesante y cambiamos la ruta prevista para el día siguiente. 




Martes, 14/06/2022:

Salida de Porto Moniz dirección Santana

Como visteis por las fotos, los islotes de Ribeira da Janela se veían desde Porto Moniz, o sea, que estaban cerquísima. Pero, como de costumbre, al no poner "playa", el GPS nos llevó por la montaña para luego descender. No nos arrepentimos, porque de ese modo vimos más de lo que es el interior de la isla, jejejejeje.

Ribeira da Janela es un pequeño pueblo al norte de Madeira con la típica playa de guijarros y piedras de la isla. Es famoso por sus gigantescas formaciones rocosas y también por el valle que la rodea, en donde se cultivan la patata, el boniato y la vid. 

Es una de las opciones elegidas por los amantes del senderismo. Varios senderos de montaña, así como levadas, culminan en el pueblo. Estos caminos eran las vías de comunicación con otras villas, como Ponta do Sol y Calheta, al sur de la isla, a través de las cuales los pobladores transportaban los comestibles y bebidas producidos a otros rincones de Madeira. 

Tiene apenas 300 habitantes y allí desemboca el río Ilhéu da Ribeira. Justo ahí, se alzan tres imponentes rocas, conocidas como los Ilhéus de Ribeira da Janela. Son tres peñones: el de la izquierda es el Ilheuzinho; el de la derecha, el Ilhéu da Rama, y el del medio, con un pináculo de casi 13 pisos de altura, es el Ilhéu Alto o Ilhéu Comprido. En su parte superior tiene una brecha parecida a una ventana, lo que da nombre al lugar. 


Después de aparcar el coche, nos dirigimos a la playa para ver los Ilhéus de cerca. Y nos encontramos con esta figura de la Virgen en la cavidad de una roca (he visto muchas de estas a lo largo de Portugal).

Los Ilhéus, de cerca, son aún más impresionantes.



Al principio del vídeo vemos la central hidroeléctrica que proporciona electricidad a gran parte de la isla. Y también, el islote de Porto Moniz, el que se alza junto a las antiguas piscinas. Uno de los chicos que estaban en la playa, nos hizo esta bonita fotografía.


Volviendo hacia atrás, hay unas escaleras que llevan a una especie de gruta desde la que se pueden ver los farallones desde cierta altura, es decir, con otra perspectiva:

  


Y volvimos a subir, dejando atrás Ribeira da Janela:


Íbamos hacia el Posto Florestal Fanal, el que nos habían comentado los catalanes, así que había que alejarse de la costa e ir hacia el interior, a las montañas. El día estaba muy nublado y amenazando lluvia, pero los paisajes seguían siendo impresionantes. Nos paramos en un mirador en donde había más turistas.



Y con nubes, viento y empezando a chuviscar, llegamos.



Fanal está considerado "El Bosque encantado de Madeira". No sé si está encantado o no, pero que es bellísimo, sí lo sé. Adentrarse en el Bosque de Fanal es como transportarse a un cuento de hadas.

Está situado en la zona montañosa de Paul da Serra, a unos 45 km de Funchal. Desde el aparcamiento solo hay que caminar unos metros hacia el bosque, no tiene pérdida. 

Dicen que lo ideal para visitarlo es que esté lleno de niebla, ya que aumenta su aire ya de por sí místico. En nuestro caso, más que niebla, lloviznaba, pero ciertamente eso le daba un carácter más misterioso y fantástico. 


De repente, y casi sin darnos cuenta, estábamos en un paisaje totalmente diferente al que habíamos visto hasta entonces en la isla. Aquí los helechos, musgos, árboles y sus diferentes tonos de verde no dejan de sorprendernos. Hubiéramos pasado mucho más tiempo en este lugar, paseando sin rumbo entre los árboles y vacas y subiendo a las colinas para observar las vistas. Pero el tiempo no ayudaba. 


   


Y, para gente con más marcha, desde aquí parten o aquí llegan varias levadas (Vereda do Fanal, Levada dos cedros a Fanal). Una pena no estar más en forma y poder hacerlas, porque, además del Bosque de Laurisilva, se pueden ver otras especies arbóreas raras, como el tilo; arbustos, como los brezos o el acebiño de Madeira; plantas herbáceas, como la retama, el agracejo de Madeira o la hermosa Orquídea de Madeira, única en el mundo. Y también aves de especies raras, como el cernícalo, el pinzón de Madeira, el reyezuelo listado de Madeira o el petrel de Madeira. Todo un paraíso para los amantes de la Naturaleza. 

Es una zona muy tranquila, en realidad, una pequeña caldera volcánica declarada "Reserva de reposo y silencio" por el Parque Natural de Madeira. 

Iniciamos el descenso hacia Sao Vicente, en la costa, oculto en un hueco de un acantilado, como vemos en la foto que sigue. 


Veníamos de las montañas cubiertas por las nubes y la niebla:


Antes de llegar al pueblo, nos cruzamos con la carretera a las grutas del mismo nombre y decidimos verlas primero. 

Cuando llegamos a ellas, nos encontramos con unos turistas extranjeros que nos indicaron que estaban cerradas por obras durante... UN AÑO. Así que, muy simpático, el hombre nos despidió con un "See you next year", jajajajaja...

Pues si las grutas no se podían ver, había que seguir camino. En esta ocasión, nos dirigimos a una cascada conocida como "Véu da Noiva". Hablaban de una gran cascada que desembocaba en el océano desde un espeluznante acantilado. Pssssss!



Hay una cascada con el mismo nombre en Marruecos que me impresionó bastante más que esta y que sí parece el velo de una novia cayendo.


Un poco más adelante, nos encontramos con otra cascada al borde de la carretera, Cascata Água d'Alto. Nos reímos un montón con las ocurrencias de Mati, que acabó tirada en el suelo para hacerme una foto con la cascada completa.... 



 
 
Se podía levantar ella sola, pero había que hacer la broma...


Seguimos por la carretera pegada a la costa, hacia una zona a la entrada de Sao Vicente en la que las olas batían con fuerza. 






Estuvimos mucho rato contemplando el batir del mar. Finalmente, nos dedicamos a hacer tonterías, jajajajaja... Mati quería una foto con las olas rompiendo tras ella, así que, ni cortas ni perezosas, ella y yo nos pusimos en la orilla a ver si la conseguíamos. Pena que Pili, que estaba del otro lado de la carretera, no hubiese estado grabando la escena, porque la foto la conseguimos, aunque no da idea de lo que realmente ocurrió: la ola subió tanto que empapó a Mati (que después tuvo que cambiarse totalmente de ropa) y algo a mí. Risas y más risas...



Pili y Pilar, mucho más prudentes:

Y aunque estábamos a dos pasos de Sao Vicente, de hecho se vislumbra al fondo, otra vez lo de siempre: GPS que nos lleva a las montañas y vuelta a descender. 


¿Os dais cuenta de que Mati lleva en Sao Vicente otra ropa? jajajajaja...

Comimos en una tasca, muy bien, por cierto, y luego nos dedicamos a conocer el pueblo, cuyas casas se encuentran dispuestas alrededor de la iglesia, del siglo XVII. 



El río atraviesa el pueblo. Junto a él, una extensa zona para pasear y practicar deportes... y también posturear.


Frente a otros ríos que habíamos visto, el cauce no estaba seco y se puede cruzar al otro lado por un puente de madera.





Justo en la desembocadura, se alza la Capilla de Sao Vicente, en una roca excavada a propósito. 






Callejeando de vuelta hacia el coche, pasamos por un rinconcito en el que había un conjunto de esculturas hechas con materiales reutilizados y que representaban motivos marinos.

Y ya rumbo a Santana, donde teníamos previsto pernoctar esa noche y la siguiente. Fantásticos paisajes con alternancia de sol y nubes...




Cuando llegamos al hotel, el cielo se estaba poniendo verdaderamente feo. En la foto de abajo, se ve el bar-restaurante del hotel. Las habitaciones estaban en otros dos edificios cruzando la carretera. 


Este es el hotel. Lo había elegido por su piscina y jacuzzi y, al final, debido al tiempo, no pudimos disfrutar ni de una cosa ni de la otra. 


En la foto superior, vemos a Pili en el balconcito de nuestra coqueta habitación. Abajo, el bar. Junto a él, dos reproducciones de las casitas típicas de Santana. Para llegar a nuestros cuartos, se subía, o bien por unas escaleras que pasaban entre el otro edificio de habitaciones (al otro lado de la carretera frente al hotel) hasta llegar a la carretera que había que cruzar para llegar al nuestro, o bien directamente subiendo por esa carretera con su consiguiente cuesta, aggggg... Nuestra habitación daba directamente sobre la piscina. 



Por la parte de atrás del hotel, las vistas nos llevaban hasta la Punta de Sao Lourenço, el cabo más oriental de la isla. 


Después de asentarnos, bajamos a tomarnos una copita (ahí es donde yo probé la nikita) y, curiosamente, nos volvimos a encontrar con los catalanes, que también estaban alojados en el hotel. 

Última foto antes de retirarnos. ¡Qué vendaval sopló toda la noche!


Ahora los selfis del día, jajajajaja...

                                        Junto a los farallones de Ribeira da Janela
                                        En el Bosque de Fanal
                                        El hilito del Velo de la Novia, al fondo


Miércoles, 15/06/2022:

Santana y excursiones


Pues el día amaneció como amaneció, truncando nuestros planes de pasar el día tiradas en las hamacas de la piscina, o al menos la mañana o la tarde. 

                                                       Primera foto del día, con un vendaval que te llevaba

Tiramos, pues, hacia el Parque Temático da Madeira

Santana está situada a 40 km al norte de Funchal, en el norte de la isla. Dicen que es una de las ciudades más pintorescas y encantadoras de Madeira, pero está muy desperdigada, por lo que no encontramos el auténtico centro. Es famosa por su arquitectura tradicional, por sus típicas casas triangulares de paja y por su riqueza paisajística. Está situada a 312 m de altitud, por lo que ofrece también unas vistas panorámicas excepcionales. Fue declarada Reserva Mundial de la Biosfera por la UNESCO en 2011 y posee una Reserva Natural Marina en la Rocha do Navio, desde 1997. 

Muy cerca de la población está ese Parque Temático. La entrada a los jardines es gratuita, pero si se quiere acceder a algunos lugares o participar en algunas actividades hay que pagar. Se pueden escoger actividades por separado y pagar solo aquellas que te interesan, pero si quieres tener acceso a todas el precio es de 10 euros por adulto (6 si eres mayor de 65). 



 
Nada más entrar, a la derecha, hay un pequeño lago en el que se puede navegar y remar. Estuvimos dándole vueltas a subir en las barcas, pero lo dejamos para el final del paseo por el parque (y, al final, no nos apeteció, jejejejeje). 




A la izquierda, está la parada del trenecito que recorre todo el recinto. Decidimos subir para hacernos una idea de cómo era el parque y qué camino seguir para visitarlo. Esperamos unos 10 minutos hasta la siguiente salida, pero mejor eso que intentar volver justo en el momento en que estaba prevista, porque había un grupo de estudiantes (suponemos que de excursión de fin de curso) que seguramente lo llenarían. 


Es un recorrido muy agradable. Lo primero que vemos son unas reproducciones en miniatura de las Palhoças o Casinhas de Santana, el mayor atractivo turístico de esta población. Se caracterizan por sus fachadas triangulares, el tejado a dos aguas de paja (en algunos casos llega al nivel del suelo) y su vistoso colorido (blanco, azul y rojo).


Son casas bajas, pero al contrario de lo que podríamos imaginar su interior es bastante amplio. De hecho, suelen tener dos plantas: un gran salón y cocina en la planta baja y los dormitorios en la planta alta. Sus muebles suelen ser de madera y la decoración es muy sencilla. 

 

Parece ser que estas casas son vestigios de construcciones primitivas de madera y paja que se encontraban por toda la isla. En realidad, hay tres tipos de construcción: casas de fachada triangular (como las que ya vimos) cubiertas de paja desde el techo hasta el suelo, formando dos aguas (estas solían tener un sótano donde se guardaban productos agrícolas). En el segundo tipo, el tejado de paja no llega al suelo, sino que está asentado sobre una estructura de piedra (en algunas, el sótano tiene acceso exterior, como en el caso de las de dos pisos). El tercer tipo son las casas a cuatro aguas. 

El tren pasa por una reproducción de una aldea madeirense que luego veríamos a pie con más detenimiento. 




Ya a pie, nos encontramos con una reproducción del "pez espada" de la isla. 


A continuación, entramos en el pabellón de la "Descoberta das Ilhas", uno de los cuatro multimedia que hay en el parque. Disfrutamos como niñas pequeñas del viajecito en el barco que recorre la historia del descubrimiento del archipiélago. También entramos en el que se titula "Viagem fantástica na Madeira", el típico que simula descensos increíbles por distintos entornos de la isla mientras los espectadores sienten cómo el suelo se mueve y varía su dirección en función de lo que se ve en la pantalla.



Paseando por los jardines se encuentran elementos típicos de la isla y otros que son, simplemente, curiosos, como esta enorme silla en la que se sentó Mati con ayuda de Pilar y Pili...


O la reproducción del sombrerito típico en el que se apoya Pilar...

O el sombrero de los muchachos que empujan los carros de Monte...

O la reproducción del plátano, fruta típica de la isla...

O los bordados...



O las botellas de vino de malvasía...


O incluso, otra vez, los cestos...


Vamos, que se puede "posturear" todo lo que se quiera.

El paseo por la aldea es de lo más interesante:

                                     
No os lo vais a creer, pero esta cocina olía a fuego de leña.





Esta mujer estaba trabajando la lana para hacer los trajes regionales de la isla. Nos explicó el proceso y nos permitió hacer la fotografía

Otro de los elementos del parque es un laberinto, en el que los estudiantes jugaban sin problema alguno para encontrar la salida. Nosotras, por si acaso, no entramos, jajajajaja.


Pasamos también largo rato en la "Quintinha", una granja en miniatura. 





Hay, además, un molino de viento.

Habíamos pasado unas horas estupendas, pero como aún quedaba tarde por delante, decidimos ir a visitar la famosa Ponta de Sao Lourenço

Se trata de una península que conforma, junto al islote de Farol y el islote de Cevada, el extremo este de la isla de Madeira. Es un gran brazo de rocas desde el que se pueden divisar a lo lejos las otras islas del archipiélago portugués.


Pertenece al municipio de Machico, freguesía de Caniçal. Su nombre se debe a la nave en la que navegaba Joao Gonçalves Zarco cuando divisó la isla procedente de Porto Santo, situada 40 km un poco más al noreste. La Ponta de Sao Lourenço posee una reserva natural cuyo paisaje es sorprendente, seco y muy árido en ciertas zonas, a la vez que está surcado por impresionantes formaciones de piedra volcánica.

Si Madeira es una isla que destaca por su verdor, la Ponta es más bien ocre y amarillenta, presentando plantas poco comunes en el resto de la región. Es, además, una zona protegida, dedicada especialmente a la conservación de algunas plantas endémicas y pájaros. 

Se pueden ver aquí algunos ejemplares de foca monje, animal simbólico de Madeira, una de las especies más raras de este mamífero. Se encuentra en grave peligro de extinción. Antiguamente, poblaba las aguas de todo el Mediterráneo y del Atlántico norteafricano, llegando a las islas de Cabo Verde, Madeira y las Islas Canarias. La pesca masiva y captura comercial en la región redujeron la población de esta especie a 8 ejemplares a finales de los años 80. Sin embargo, un plan de acción ha logrado recuperar estos lobos marinos hasta formar una colonia de más de 40 individuos entre la isla de Madeira y las Ilhas Desertas. 

Hay un mirador desde el que se ve la Ponta desde otra perspectiva. La zona se caracteriza por sus fuertes vientos. 



Esta península se adentra unos 5 km en el océano Atlántico. Es una formación basáltica, como la mayor parte de la isla, carente de árboles. La zona es un lugar muy apreciado por los senderistas, ya que el recorrido no supera los 10 km ida y vuelta y ofrece un cambio de panorama impresionante tras haber visitado las cumbres de Madeira y sus frondosos bosques de laurisilva. En el extremo de la Ponta se alza un faro.

La población que se ve en el vídeo es Caniçal, donde comimos. Pero antes, se aprecia una urbanización privada con todo lujo de comodidades justo en la entrada de la Ponta de Sao Lourenço. 

Con respecto a la comida, fue el único sitio que nos salió mal en todo el viaje. Un pulpo en escabeche que resultó ser a la vinagreta y estaba bastante duro, cuatro almejas mal contadas en una salsa muy rica y... un arroz de marisco que nunca apareció, literalmente, se olvidaron de él, así que, cuando se dieron cuenta, les dijimos que lo dejaran y nos fuimos. 

Acabamos en Machico, en una heladería italiana donde nos pusimos las botas. 







     












Jueves, 16/06/2022:

Último día en Madeira


Aprovechamos hasta el último minuto para descansar en el hotel antes de salir. Teníamos que devolver el coche en el aeropuerto a las 7 de la tarde. Así que aún nos quedaban unas horas por delante que decidimos aprovechar.

Fuimos hasta Machico, porque el día anterior, cuando habíamos estado en la heladería, nos había parecido un pueblecito muy agradable. Lo cierto es que nos decepcionó un poco, no había gran cosa, salvo fruterías. Pili intentó, una vez más, pagar la multa que nos habían puesto por no poner el ticket en zona azul (no recuerdo en dónde, creo que en Calheta) y, como de costumbre, no pudo. Pensó en entrar en el banco a preguntar, pero estaba cerrado. Al principio, creímos que era por ser mediodía, pero más tarde nos daríamos cuenta de que era festivo: Corpus Christi.


Sus calles son como las de cualquier otro pueblecito de Madeira. Con tiendas y tascas típicas como esta: 


No paramos mucho y seguimos a Santa Cruz. Nos detuvimos en uno de los muchos miradores de la isla, desde el que se veía la Ponta de Sao Lourenço:



También se veía la playa de arena de Machico, como las de Calheta, de creación artificial. 

Y las Ilhas Desertas:


La playa de As Palmeiras, en Santa Cruz, es, como casi todas, de pedruscos.  


De ahí que haya hoteles con enormes piscinas.

Estuvimos caminando por el largo paseo marítimo del pueblo. Disfrutando de un bonito día, con viento, y del sol. 




En esta fotografía, al fondo, sobre aquellas columnas, se alza la pista del aeropuerto. 

Después del paseo, decidimos ir hasta Funchal para ver si estaba abierto el Mercado dos Lavradores, aunque ya suponíamos que no por ser otra vez festivo. Pero el día estaba muy agradable para caminar por sus calles y acabamos en un restaurante próximo a la Sé. Desde allí, con nuestra última sangría madeirense, vimos cómo confeccionaban las alfombras de flores del Corpus (la verdad, que para ser una isla famosa por sus flores, las alfombras son muy pobres, nada que ver con las de Ponteareas, por poner un ejemplo) 



Aún nos quedaba tiempo antes de entregar el coche, así que nos fuimos a Garajau, para ver la estatua de Cristo Rey. Se encuentra en un mirador con una magnífica vista, aunque estaba en obras y eso dificultaba un poco la visión. Es una obra de un escultor francés, Georges Serraz. Esta estatua está dedicada al Sagrado Corazón de Jesús. Se trata de una figura de Cristo con los brazos abiertos orientada hacia el océano. 


Garajau es una de las reservas naturales de Madeira desde 1986. Por ese motivo, para proteger el entorno y salvaguardar el ecosistema, no está permitida la pesca, e, incluso, la navegación por esa zona está sometida a estrictas normas. Solo algún centro de buceo, con los permisos de rigor, puede transitar las aguas de Garajau. En sus aguas abundan las mantas. 


A los pies del Cristo Rey se encuentra la playa de Garajau, de difícil acceso en coche, por lo que es mejor hacerlo utilizando el teleférico (descenso de unos 200 m). 



Dejamos el coche sin un solo rasguño, jejejejeje. Y en este momento ya me han devuelto los 900 euros de fianza. 

En fin, hemos disfrutado de un viaje magnífico, recorrido prácticamente toda la isla. Y sobre todo, hemos compartido un tiempo maravilloso con personas extraordinarias.