miércoles, 15 de abril de 2020

Viaje a Tanzania: febrero-marzo 2020 (María) - Parte 2: Arusha

Llegada a Arusha: domingo, 23/02/2020

Arusha

Unos meses antes ni siquiera sabía que existía una ciudad con ese nombre y mucho menos en dónde estaba situada. La oportunidad de hacer un voluntariado en Machumba, un pequeño pueblecito cerca de esta ciudad, me permitió descubrirla y saber que está situada en el norte de Tanzania. Para mí era una desconocida, pero para todos aquellos interesados en los safaris fotográficos no cabe duda de que Arusha es famosa por su localización, que le permite actuar como punto de partida para numerosas y fantásticas excursiones por la región. Se encuentra cerca del parque nacional Serengeti, la zona de conservación de Ngorongoro, el parque nacional del lago Manyara, la garganta de Olduvai, el parque nacional de Tarangire, el monte Kilimanjaro y el parque nacional del monte Meru, a cuyos pies se sitúa. Por todo ello, es el principal centro turístico del país, siendo su aeropuerto el segundo más importante después de Dar-Es-Salam. Es una ciudad multicultural, con una población mayoritariamente tanzana de orígenes mixtos, bantú, árabes e indios, además de pequeñas minorías blancas europeas y americanas. El cristianismo, el judaísmo, el Islam y el hinduismo conviven armoniosamente.

A pesar de haber vivido durante seis años en Casablanca, Marruecos, hasta que llegué a Arusha no puedo decir que conociese África. El reino alauita está muy occidentalizado y no tiene nada que ver con esta otra parte del continente. Aquí uno se encuentra con la llamada "África Negra" y descubre unas formas de vida y cultura que nos son completamente ajenas a los europeos. Ajenas, sí, pero ¡fascinantes!

Estuve en varias ocasiones en Arusha, a una media hora de Machumba en dalla dalla (pequeños autobuses que continuamente enlazan los pueblos de la región). Son tan pequeños que apenas te puedes mover en su interior sin dar con la cabeza en el techo. Normalmente tienen 3 o 4 filas de asientos para tres o cuatro personas en un lateral y en el otro un par de asientos individuales, con lo cual el pasillo es estrechísimo y cuesta dirigirse hacia la parte posterior, sobre todo porque suele haber un asiento plegable en el medio que además está casi siempre ocupado, lo que implica que haya que levantarse una y otra vez en las múltiples paradas que hacen. Estos autobuses tienen una especie de "revisor" que se dedica a la caza de viajeros en las zonas de mercado, al borde de las carreteras, y no se ponen en marcha hasta que no están llenos. Y después, cuando ya están en circulación, va prestando atención a la gente que está en las cunetas para dar la orden de parada al conductor y tratar de convencer a los peatones de que suban y ocupen los lugares que quedaron vacíos en la parada anterior. Es una sensación agobiante, a tope de gente en un espacio muy reducido, sin aire acondicionado y con un calor tremendo. Pero resultan, cuando menos, curiosos, además de muy baratos. 

El interés de Arusha es limitado. Es una ciudad de edificios bajos, llena de agencias de viaje y, en general, nada barata. De todas formas se pueden encontrar hoteles y restaurantes con precios aptos para todos los bolsillos. La mejor manera de conocerla es paseando aunque es difícil librarse de los vendedores ambulantes. Destacamos el mercado central, un conjunto de calles en las que se vende de todo, desde artesanía a pescado, frutas y verduras, y el tribunal internacional de las Naciones Unidas. En el mercado hay que regatear para conseguir un precio justo y mostrarse decidida a irse para que el vendedor rebaje la cantidad que pide inicialmente. Esa forma de ser, esa vida de apariencia caótica es, en realidad, el verdadero encanto de la ciudad, el encanto de África. 

En el centro de Arusha se halla una torre con un reloj que sirve de referencia a todo el mundo para moverse por la ciudad. Como peculiaridad, el reloj marca el punto intermedio del camino entre la Ciudad del Cabo y El Cairo.

Llegué al aeropuerto de Arusha procedente de Zanzíbar. Y la primera sorpresa fue la manera de recoger el equipaje: nada de cintas transportadoras. Un empleado nos indicó que nos fuéramos hacia la verja que separa el aeropuerto del exterior (en el que esperaban los taxistas con letreros con los nombres de sus clientes) y después él trajo en una especie de gran carretilla las maletas que cada uno iba recogiendo como podía en el medio del barullo que se formó. A mí me estaba esperando un amigo de Moisés, el chico con el que yo había contactado desde España para lanzarme a esta aventura. Muy agradable y con un español más que correcto, me explicó que Moisés había ido al hospital porque no se encontraba bien, pero que lo recogeríamos en el camino, cosa que hicimos. Era la primera vez que nos encontrábamos... Y estos vídeos muestran mi primera toma de contacto con la ciudad:




Pensé en una ciudad llena de vida, música y colorido. Y me llamó la atención la limpieza del suelo (en mercados de este estilo en Marruecos la suciedad es el pan nuestro de cada día). 

Seis días después de mi llegada al orfanato en Machumba, volví a Arusha con Isaac, el director del orfanato, y Luca y Eva, las chicas alemanas que también estaban allí trabajando como voluntarias. Nos movimos por las calles del mercado central para comprar cosas para el orfanato, libros, cuadernos, zapatos, sábanas, comida...








No volví a Arusha hasta el 11 de marzo y en esa ocasión lo hice con Julie y Jasmina, dos chicas danesas que venían al orfanato por las mañanas. Íbamos también a hacer compras así que nos movimos de nuevo por el mercado central y acabamos comiendo en Pizza Hut, jajajajaja.


Bueno, sí que había recorrido Arusha en coche el día 7 antes de partir para el safari en Tarangire y Ngorongoro. Además, al volver, el guía llevó primero al chico alemán que se nos había unido para la visita al cráter y nos hizo un recorrido muy interesante por la zona en la que solía vivir la gente con recursos (aunque parece ser que, ya absorbida por el crecimiento de la ciudad, no resulta tan atractiva y se están mudando a zonas residenciales más a las afueras).

Solo me resta añadir que para volver desde Arusha siempre cogimos un taxi ya que íbamos cargadas con las compras. También hay que regatear y es importante fijar el precio antes de subir porque, si pueden, te hacen precio de "mzungu" (extranjero).


martes, 14 de abril de 2020

Viaje a Tanzania: febrero-marzo 2020 (María) - Parte 3: Tarangire y Ngorongoro

Primer día: sábado, 07/03/2020

Tarangire

Me hubiera gustado visitar el Serengeti aprovechando mi estancia en Tanzania. Pero el precio era demasiado para mis bolsillos. Así que tuve que conformarme con un safari de un fin de semana por el Parque Nacional de Tarangire y el Área de Conservación del Ngorongoro. Eva y Luca, las dos chicas alemanas que trabajaban como voluntarias conmigo en el orfanato de Machumba, también se apuntaron. Nos recogieron en el orfanato el sábado muy temprano y nos llevaron a Arusha. Allí se nos unieron una chica y un chico también alemanes (bueno, la chica de padre español... ambos estudiantes del último año de medicina, estaban en un hospital cerca del Kilimanjaro como observadores) y un estonio de mediana edad muy agradable que cada año realiza un viaje sin la familia con el dinero que ahorra por haber dejado de fumar jejejejeje. Nuestro guía y conductor, Imanuel, encantador...

Toda esta zona es territorio maasai. De ahí que continuamente viéramos a lo largo de la carretera gran cantidad de vacas y cabras pastoreadas por jóvenes o niños de esta tribu. Los maasai son un pueblo de pastores y de orgullosos guerreros que se han negado a abandonar su tradicional forma de vida. Poco a poco han ido dejando de ser nómadas para asentarse e incluso dedicarse a la agricultura además de al pastoreo. Su supervivencia depende de la salud y fortaleza de sus animales. De ellos obtienen la leche para su consumo y los excrementos con los que recubren sus chozas. Rara vez matan al ganado para alimentarse, salvo alguna cabra u oveja de vez en cuando. Pero cuando lo hacen, no desperdician nada ya que emplean los cuernos como recipientes, con las pezuñas y los huesos hacen adornos y curten la piel para confeccionar calzado, ropa y coberturas para dormir. 



Una leyenda maasai cuenta que en el principio Dios tenía tres hijos, a cada uno de los cuales obsequió con un regalo. El primero recibió una flecha para cazar; el segundo, una azada con la que arar, y el tercero, un cayado para guiar el rebaño. Según la tradición, fue este último el que se convirtió en el padre de los maasai. Es una tribu de individuos generalmente esbeltos y de facciones finas. Su holgada indumentaria es de colores vivos, predominando el rojo, cuyo significado es el "valor".

Antes de llegar al Parque Nacional del Tarangire pasamos por pueblos en los que se celebraban mercados maasai. 



El Parque Nacional de Tanrangire es el sexto más grande del país. Su nombre proviene del río que cruza por el parque, río que es la única fuente de agua para los animales salvajes durante la estación seca. Durante esta etapa miles de animales migran al Parque de Tarangire desde Manyara, otro parque que se encuentra cerca y que es conocido por su famoso lago del mismo nombre. El paisaje y la vegetación del parque de Tarangire son muy variados. Con un área de aproximadamente 2850 kilómetros cuadrados, está salpicado de un gran número de árboles baobab y densos arbustos.



                              
Panorámica a la entrada del parque
                               
Sólo se recorre una pequeña parte del total del parque, pero aún así, la visita dura prácticamente todo el día. En cuanto entramos, nos encontramos con una de las especies que abundan aquí: los impalas, un tipo de antílope de estatura mediana. Se asemeja, sin embargo, a las gacelas. Solo los machos llevan cuernos, que pueden llegar a medir hasta 90 cm de largo. A veces se confunden con la vegetación y solo la aguda vista del guía nos permitía descubrirlos. 




En cuanto a la flora, el Parque de Tarangire es conocido por la abundancia de baobabs. Se trata de un árbol de enormes proporciones que suele tener carácter sagrado, respetado por todos los pueblos africanos. Su altura puede oscilar entre los 5 y 30 m y el diámetro del tronco puede superar los 11 m. La corteza es lisa y la madera fibrosa, con poco contenido en agua. Pueden vivir hasta 1000 años, aunque se habla de que algunos han alcanzado los 5000. En Tarangire pudimos ver que algunos de estos árboles presentaban enormes huecos en los troncos, que según el guía eran usados por los cazadores furtivos para esconder los colmillos de elefantes y los cuernos de los rinocerontes.


Para los amantes de las aves, este parque es un paraíso. El guía nos mostró diferentes especies, de las cuales no recuerdo el nombre. Sí me resultó impresionante el colorido de muchas de ellas al alzar el vuelo y abrir sus alas. Hay más de 300 especies en el parque.

Recuerdo que este era un ganso egipcio 


Pero sin duda, las estrellas del Parque Nacional de Tarangire son los elefantes. Se encuentran por todas partes. En general, buscaban la sombra, el sol pegaba de lo lindo. El guía nos enseñó a distinguir los machos de las hembras por la longitud y tamaño de los colmillos. 




 

El ríoTarangire es el alma del parque, fuente de vida. En el vídeo podemos apreciar un pelícano deslizándose en la orilla opuesta a donde nos encontrábamos. 







Luca y Eva en la zona de picnic 






Después del alto para comer y descansar, seguimos la visita para descubrir otra de las grandes atracciones del parque: las jirafas. La verdad que no vimos demasiados animales en Tarangire. El guía nos dijo que hacía mucho calor y que la mayoría estaban escondidos para protegerse del sol. Por otra parte, al estar ya en temporada de lluvias, muchos animales habían vuelto al parque Manyar donde el lago les ofrecía el agua necesaria para vivir. 




Y este es otro tipo de antílope que por lo visto nadie come. Parece ser que su carne sabe mal y además, cuando se siente en peligro, suelta un líquido bastante asqueroso según nos contó el guía. 

Terminada la visita, al atardecer, seguimos hasta el "lodge" en el que íbamos a pasar la noche. Allí nos encontramos con otro chico alemán que trabajaba en Arusha y que había decidido unirse a nosotros para la visita al Ngorongoro al día siguiente. Me tomé una cerveza bien fría en compañía del estonio, con una conversación muy interesante sobre cosas de su país y del mío. Luego cenamos todos juntos, la comida deliciosa y la sobremesa también. Sin embargo, yo me retiré temprano porque quería disfrutar de un placer que llevaba muchos días sin poder tener: una larga ducha bajo el agua caliente jejejejeje.


¡Ah! Una cosa que se me olvidaba: para ir al Tarangire te aconsejan no llevar nada negro o azul oscuro ya que hay moscas tsé-tsé que se sienten atraídas por esos colores. No son moscas peligrosas en esta zona, no suelen provocar la enfermedad del sueño. Pero sí son molestas: hubo un momento en que atravesamos un área en donde había muchas y algunas se colaron en el jeep, nos costó deshacernos de ellas y... ¡mordían! ¡vaya sí mordían! 



Segundo día: domingo, 08/03/2020

Ngorongoro


Madrugamos, un excelente desayuno y de nuevo en la carretera.



      El albergue en donde pasamos la noche          

Un espectáculo curioso cuando nos íbamos acercando al Ngorongoro fue el de los babuinos en la carretera. Estos primates viven en el interior del parque, pero por la mañana salen, vamos, se van de excursión por las zonas próximas, y vuelven al atardecer (de hecho, cuando nosotros iniciábamos el regreso nos los encontramos volviendo al parque).




Ya llegando al área del Ngorongoro surge una población que, según el guía, es bastante reciente y se ha desarrollado al amparo del turismo que visita el parque.


Cuando entramos en el parque, el guía nos indicó que hay dos zonas claramente diferenciadas: la primera que atravesamos, un bosque tropical, y la segunda, formada por la llanura que se extiende en el interior del cráter. 



Desde el mirador sobre el cráter el paisaje es impresionante. En realidad, como nos explicó el guía, no es un cráter sino una enorme caldera. Parece ser que se formó cuando un volcán gigantesco explotó y colapsó hace dos o tres millones de años. El resultado fue esta caldera con paredes de más de 600 metros de altura, cubiertas de bosque, más un suelo llano y fértil de unos 260 kilómetros cuadrados de extensión. 

Mientras estábamos en el mirador, Imanuel nos explicó que Ngorongoro sigue siendo tierra maasai. Pero aquí los maasai pueden vivir, ya que solo es un área de conservación y no un parque nacional, como Tarangire, en donde ningún ser humano puede vivir. No obstante, el gobierno de Tanzania quiere convertirlo también en parque nacional por lo que los maasai se verían obligados a dejar las tierras en donde viven desde tiempos inmemoriales. El gobierno se basa en el crecimiento de la población maasai que, según él, está haciendo que los animales cada vez dispongan de menos espacio para ellos. Les ofrecen reubicación en otras zonas, con escuelas, hospitales, etc., pero los maasai se niegan y han interpuesto un recurso judicial que lleva muchos años sin ser resuelto. Desde mi punto de vista, no creo que los maasai les quiten terreno a los animales, toda su vida han convivido con ellos. Además, la zona es enorme y tampoco vimos aglomeraciones de maasai que hagan pensar en un problema de superpoblación. 

Los primeros búfalos que vimos, había mucha niebla al llegar

El cráter alberga unos 25 000 animales de muy distintas especies. Se considera una de las áreas más reducidas en donde se pueden ver los cinco animales más representativos de África: el león, el leopardo, el elefante, el búfalo y el rinoceronte. Si incluimos al hipopótamo entonces hablaríamos de los seis grandes. Excepto el leopardo, nosotros pudimos ver los otros cinco. Otros animales que habitan en el valle son las hienas y los chacales, además de numerosos herbívoros, como el ñu, las gacelas de Thompson, las cebras, los antílopes y los impalas. Y, al igual que en Tarangire, abundan las aves, en este caso algunas de las más grandes, como los buitres y las águilas, además de muchas aves acuáticas alrededor del lago Magadi, que atrae a numerosos flamencos debido a sus aguas poco profundas. 

Desde el mirador fuimos avanzando hasta la entrada oficial de la zona de conservación. A la derecha quedaba el cráter, a la izquierda se abría un paisaje verde abierto en el que se veían algunos poblados maasai y otro lago. 




                  


Y llegamos a la entrada. Aquí nos detuvimos para ir al baño y de nuevo contemplar la llanura de la caldera. 
 









A partir de aquí se inicia el descenso por las paredes del cráter. Las vistas cortan la respiración. Y una vez que se llega abajo, el silencio, la paz son impresionantes.






Un ñu de apenas un mes, ya que este animal siempre da a luz en el mes de febrero
Preciosas las cebras. Aprendí que de pequeñas sus rayas son marrones y van cambiando de color a medida que se hacen adultas









Un chacal y abajo, jabalíes




Curiosa imagen: un ñu y una hiena se observan mutuamente

Búfalos más de cerca. Según el guía pueden ser muy agresivos, no es la primera vez que embisten un jeep

Una altiva avestruz

Como en Tarangire, no recuerdo el nombre de esta rapaz. Pero su plumaje al levantar el vuelo resultó espectacular

Y el más buscado: el león





Estábamos llegando a la zona de picnic y el león se dirigía también al mismo lugar. Fue muy divertido acercarse y ver a los guías de todos los jeeps llamando a Simba para que se aproximase y así verlo mejor, mientras los turistas se refugiaban en los baños y asomaban apenas las cabezas para preguntar si ya se había ido jajajajaja.

El picnic se hizo junto a un pequeño lago en el que de vez en cuando asomaban las cabezas de los hipopótamos. Estos animales permanecen todo el día en el agua, hasta el anochecer. Curiosamente, más tarde, cuando llegó la tormenta y el cielo se oscureció, pudimos oírlos saliendo del agua (creían que ya era de noche).











Mientras comían sus bocadillos, Luca y el guía se sentaron junto al lago. En la imagen vemos a Luca siguiendo el vuelo de un águila. Por mi parte, yo tenía mi guerra personal con unos pajaritos que estaban emperrados en comerse nuestra comida, iban saltando de jeep en jeep tras las migas que caían y podían alcanzar. Mirad su cara y sus ojos cuando le dije que no iba a darle ni un solo trozo de mi bocadillo, jajajajaja. Quizá por eso al final me dio la espalda:
 

     

Después del picnic seguimos recorriendo el cráter y pudimos ver los flamencos rosas a orillas del lago, junto a otras aves acuáticas. Y también volvimos a ver un león, ¿el mismo?





   

Y de repente estalló la tormenta que nos obligó a adelantar la salida del cráter. Pero antes pudimos ver un rinoceronte negro, animal en peligro de extinción. El guía lo distinguió en la distancia y Daniela, la chica alemana de padre español, pudo sacarlo con su superzoom y luego me pasó la foto. Estos animales tienen un ciclo reproductivo que contribuye a su escasez: las hembras no son fértiles hasta que no tienen unos 6-7 años (suelen vivir sobre 40 años) y entre embarazo y embarazo deben transcurrir además entre dos años y medio y cinco años. En cada parto solo nace una cría. Si unimos a eso la caza a la que se ven sometidos por sus cuernos, ya tenemos la explicación de por qué se están extinguiendo. Hoy, en muchos parques africanos, los guardias pueden disparar a los furtivos sin previo aviso.