Tarangire
Me hubiera gustado visitar el Serengeti aprovechando mi estancia en Tanzania. Pero el precio era demasiado para mis bolsillos. Así que tuve que conformarme con un safari de un fin de semana por el Parque Nacional de Tarangire y el Área de Conservación del Ngorongoro. Eva y Luca, las dos chicas alemanas que trabajaban como voluntarias conmigo en el orfanato de Machumba, también se apuntaron. Nos recogieron en el orfanato el sábado muy temprano y nos llevaron a Arusha. Allí se nos unieron una chica y un chico también alemanes (bueno, la chica de padre español... ambos estudiantes del último año de medicina, estaban en un hospital cerca del Kilimanjaro como observadores) y un estonio de mediana edad muy agradable que cada año realiza un viaje sin la familia con el dinero que ahorra por haber dejado de fumar jejejejeje. Nuestro guía y conductor, Imanuel, encantador...
Toda esta zona es territorio maasai. De ahí que continuamente viéramos a lo largo de la carretera gran cantidad de vacas y cabras pastoreadas por jóvenes o niños de esta tribu. Los maasai son un pueblo de pastores y de orgullosos guerreros que se han negado a abandonar su tradicional forma de vida. Poco a poco han ido dejando de ser nómadas para asentarse e incluso dedicarse a la agricultura además de al pastoreo. Su supervivencia depende de la salud y fortaleza de sus animales. De ellos obtienen la leche para su consumo y los excrementos con los que recubren sus chozas. Rara vez matan al ganado para alimentarse, salvo alguna cabra u oveja de vez en cuando. Pero cuando lo hacen, no desperdician nada ya que emplean los cuernos como recipientes, con las pezuñas y los huesos hacen adornos y curten la piel para confeccionar calzado, ropa y coberturas para dormir.
Una leyenda maasai cuenta que en el principio Dios tenía tres hijos, a cada uno de los cuales obsequió con un regalo. El primero recibió una flecha para cazar; el segundo, una azada con la que arar, y el tercero, un cayado para guiar el rebaño. Según la tradición, fue este último el que se convirtió en el padre de los maasai. Es una tribu de individuos generalmente esbeltos y de facciones finas. Su holgada indumentaria es de colores vivos, predominando el rojo, cuyo significado es el "valor".
Antes de llegar al Parque Nacional del Tarangire pasamos por pueblos en los que se celebraban mercados maasai.
El Parque Nacional de Tanrangire es el sexto más grande del país. Su nombre proviene del río que cruza por el parque, río que es la única fuente de agua para los animales salvajes durante la estación seca. Durante esta etapa miles de animales migran al Parque de Tarangire desde Manyara, otro parque que se encuentra cerca y que es conocido por su famoso lago del mismo nombre. El paisaje y la vegetación del parque de Tarangire son muy variados. Con un área de aproximadamente 2850 kilómetros cuadrados, está salpicado de un gran número de árboles baobab y densos arbustos.
Panorámica a la entrada del parque
Sólo se recorre una pequeña parte del total del parque, pero aún así, la visita dura prácticamente todo el día. En cuanto entramos, nos encontramos con una de las especies que abundan aquí: los impalas, un tipo de antílope de estatura mediana. Se asemeja, sin embargo, a las gacelas. Solo los machos llevan cuernos, que pueden llegar a medir hasta 90 cm de largo. A veces se confunden con la vegetación y solo la aguda vista del guía nos permitía descubrirlos.
En cuanto a la flora, el Parque de Tarangire es conocido por la abundancia de baobabs. Se trata de un árbol de enormes proporciones que suele tener carácter sagrado, respetado por todos los pueblos africanos. Su altura puede oscilar entre los 5 y 30 m y el diámetro del tronco puede superar los 11 m. La corteza es lisa y la madera fibrosa, con poco contenido en agua. Pueden vivir hasta 1000 años, aunque se habla de que algunos han alcanzado los 5000. En Tarangire pudimos ver que algunos de estos árboles presentaban enormes huecos en los troncos, que según el guía eran usados por los cazadores furtivos para esconder los colmillos de elefantes y los cuernos de los rinocerontes.
Para los amantes de las aves, este parque es un paraíso. El guía nos mostró diferentes especies, de las cuales no recuerdo el nombre. Sí me resultó impresionante el colorido de muchas de ellas al alzar el vuelo y abrir sus alas. Hay más de 300 especies en el parque.
Pero sin duda, las estrellas del Parque Nacional de Tarangire son los elefantes. Se encuentran por todas partes. En general, buscaban la sombra, el sol pegaba de lo lindo. El guía nos enseñó a distinguir los machos de las hembras por la longitud y tamaño de los colmillos.
El ríoTarangire es el alma del parque, fuente de vida. En el vídeo podemos apreciar un pelícano deslizándose en la orilla opuesta a donde nos encontrábamos.
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Luca y Eva en la zona de picnic |

Y este es otro tipo de antílope que por lo visto nadie come. Parece ser que su carne sabe mal y además, cuando se siente en peligro, suelta un líquido bastante asqueroso según nos contó el guía.
Terminada la visita, al atardecer, seguimos hasta el "lodge" en el que íbamos a pasar la noche. Allí nos encontramos con otro chico alemán que trabajaba en Arusha y que había decidido unirse a nosotros para la visita al Ngorongoro al día siguiente. Me tomé una cerveza bien fría en compañía del estonio, con una conversación muy interesante sobre cosas de su país y del mío. Luego cenamos todos juntos, la comida deliciosa y la sobremesa también. Sin embargo, yo me retiré temprano porque quería disfrutar de un placer que llevaba muchos días sin poder tener: una larga ducha bajo el agua caliente jejejejeje.
¡Ah! Una cosa que se me olvidaba: para ir al Tarangire te aconsejan no llevar nada negro o azul oscuro ya que hay moscas tsé-tsé que se sienten atraídas por esos colores. No son moscas peligrosas en esta zona, no suelen provocar la enfermedad del sueño. Pero sí son molestas: hubo un momento en que atravesamos un área en donde había muchas y algunas se colaron en el jeep, nos costó deshacernos de ellas y... ¡mordían! ¡vaya sí mordían!
Segundo día: domingo, 08/03/2020
Ngorongoro
Madrugamos, un excelente desayuno y de nuevo en la carretera.

El albergue en donde pasamos la noche
Un espectáculo curioso cuando nos íbamos acercando al Ngorongoro fue el de los babuinos en la carretera. Estos primates viven en el interior del parque, pero por la mañana salen, vamos, se van de excursión por las zonas próximas, y vuelven al atardecer (de hecho, cuando nosotros iniciábamos el regreso nos los encontramos volviendo al parque).
Ya llegando al área del Ngorongoro surge una población que, según el guía, es bastante reciente y se ha desarrollado al amparo del turismo que visita el parque.
Cuando entramos en el parque, el guía nos indicó que hay dos zonas claramente diferenciadas: la primera que atravesamos, un bosque tropical, y la segunda, formada por la llanura que se extiende en el interior del cráter.
Desde el mirador sobre el cráter el paisaje es impresionante. En realidad, como nos explicó el guía, no es un cráter sino una enorme caldera. Parece ser que se formó cuando un volcán gigantesco explotó y colapsó hace dos o tres millones de años. El resultado fue esta caldera con paredes de más de 600 metros de altura, cubiertas de bosque, más un suelo llano y fértil de unos 260 kilómetros cuadrados de extensión.
Mientras estábamos en el mirador, Imanuel nos explicó que Ngorongoro sigue siendo tierra maasai. Pero aquí los maasai pueden vivir, ya que solo es un área de conservación y no un parque nacional, como Tarangire, en donde ningún ser humano puede vivir. No obstante, el gobierno de Tanzania quiere convertirlo también en parque nacional por lo que los maasai se verían obligados a dejar las tierras en donde viven desde tiempos inmemoriales. El gobierno se basa en el crecimiento de la población maasai que, según él, está haciendo que los animales cada vez dispongan de menos espacio para ellos. Les ofrecen reubicación en otras zonas, con escuelas, hospitales, etc., pero los maasai se niegan y han interpuesto un recurso judicial que lleva muchos años sin ser resuelto. Desde mi punto de vista, no creo que los maasai les quiten terreno a los animales, toda su vida han convivido con ellos. Además, la zona es enorme y tampoco vimos aglomeraciones de maasai que hagan pensar en un problema de superpoblación. Los primeros búfalos que vimos, había mucha niebla al llegar
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