domingo, 29 de marzo de 2020

Viaje a Tanzania: febrero-marzo 2020 (María) - Parte 1: Zanzíbar


Primer día: domingo, 16/02/2020

Llegada a Zanzíbar

Este es un viaje un tanto inesperado y en el que no había pensado mucho con anterioridad. Había decidido ir como voluntaria a un orfanato a Tanzania, pero Zanzíbar solo apareció en mis planes poco tiempo antes de partir. Cuando miras el mapa de África y te das cuenta de que Zanzíbar, famosa por sus playas y aguas turquesa, está justo frente a la costa de ese país (del que también forma parte), te preguntas "¿por qué no?"... así que decidí pasar una semana de vacaciones conociendo esta fantástica isla antes de meterme de lleno en el trabajo de voluntariado. Me quedé en Zanzibar Bahari Villas, un pequeño resort en donde me encontré muy a gusto: un personal muy agradable y servicial, una habitación espaciosa y muy limpia, un restaurante con una cocina exquisita, una piscina amplia y cristalina, a pie de playa... playa que no sé si por estar en temporada baja o por qué, estaba desierta: arena blanca y fina, agua transparente y con muy buena temperatura. 

Gran mapa de Zanzíbar 1

Desde el aeropuerto, próximo a la capital, un taxi enviado por el hotel me trasladó a Matemwe, que, como veis en el mapa (al que haré referencia en más de una ocasión), está situado en el nordeste de la isla. 

Tengo que informaros de que para entrar en Tanzania es necesario un visado que se puede comprar en el mismo aeropuerto o puedes llevar desde el punto de partida tramitándolo directamente o a través de una agencia de viajes. En cualquier caso, el paso por la aduana es más fácil si ya lo llevas contigo, aunque no deja de ser un caos.

Por otra parte, también necesitáis una serie de vacunas (hay que organizarse con tiempo porque algunas de ellas tienen que ser administradas meses antes de partir). En principio, y según información que te dan en los Centros de Vacunación Internacional españoles, no se necesita la vacuna de la fiebre amarilla a no ser que hagas escala en un país en donde la enfermedad esté activa. No obstante, el gobierno de Tanzania la exige. La Organización Mundial de la Salud sí recomienda otras vacunas: difteria, tétanos, sarampión, paperas, rubeola, poliomielitis, hepatitis A y B, tifus y rabia. Es conveniente que lleves tu Certificado de Vacunación internacional contigo (aunque a mí en ningún momento me lo pidieron). 

Y, por experiencia propia, os aconsejo viajar con un botiquín básico: analgésicos, antihistamínicos, antidiarreicos, antiinflamatorios, protectores estomacales, crema solar y, sobre todo, repelente de insectos que contenga DEET. No olvidéis, también, llevar un adaptador universal ya que los enchufes son de tres clavijas.

Os dejo aquí un vídeo de ese primer día en el que podéis apreciar la tranquilidad del resort y la belleza de la playa de Matemwe. Es una zona sin fiestas ruidosas, sin turistas molestos; solo la naturaleza y la relajada vida cotidiana de sus habitantes. Aquí, y a pesar del turismo, la mayoría de sus habitantes sigue viviendo de la pesca y la recogida de algas. 




Segundo día: lunes, 17/02/2020 

Playa de Matemwe

Hacía mucho sol, yo creo que picaba más que en Bali. De hecho, solo de pasear por la playa, y a pesar de toda la crema solar que me había echado, me quemé la cara (estuve pelando durante un montón de días después). Un día de relax en el paraíso. 

                                            A pesar de las nubes, el sol quemaba
                                            No tardaron en irse las nubes
                                            El paraíso
                                             Mi rinconcito, entre la piscina y la playa 
La piscina del hotel




                                            La vista desde mi rinconcito












 
Deliciosa comida y postre 
       


Tercer día: martes, 18/02/2020 

Prison Island

Si veis el mapa, en la costa, frente a la ciudad de Zanzíbar, un poco más al norte, se halla la pequeña isla de Changuu, también conocida como Prison Island. Es una de las excursiones que se ofrecen en la isla. Yo la contraté a través del hotel, aunque hay muchos habitantes que contactan directamente con los turistas para llevar a cabo tanto esta como otras visitas posibles. 

Hay que trasladarse hasta el pequeño puerto de Stone Town y allí negociar el precio con uno de los pescadores que te llevan a la isla. Es un corto viaje de unos 40 minutos. Muchos turistas lo hacen no solo para ver las tortugas gigantes, sino también para bucear ya que hay un magnífico arrecife de coral en el que abundan las estrellas de mar. 

La visita a las tortugas resulta un tanto decepcionante. De hecho, ni siquiera son originarias de Zanzíbar sino que han sido importadas de Seychelles. Es cierto que resultan impresionantes y que es increíble que tengan la edad que tienen (la más antigua tiene 102 años). Sin embargo, están metidas en una especie de corral lleno de barro y excrementos y todo el interés reside en alimentarlas y acariciarlas. En cuanto a la prisión, fue construida en 1893 por Lloyd Mathews para retener a los esclavos antes de ser transportados a lugares de Oriente Medio o Europa. Después se transformó en un centro de cuarentena para personas con enfermedades mortales, como la fiebre amarilla. No tiene tampoco mayor interés.  

En realidad lo que más me gustó fue el viaje en barco y las vistas que se obtienen de Stone Town. Y un consejo: no vayáis con vestido largo, ya que hay que meterse en el agua para poder subir al barco. Yo, como patosa que soy, hice el desembarco más ridículo al llegar cerca de la playita de la isla en donde atracan los barcos... al intentar apoyar un pie fuera del barco me fui casi que de cabeza al agua... menos mal que hacía calor y me sequé pronto pero, en fin, ¡siempre dando la nota! jajajajaja.

                                            Negociando el precio


Dejando atrás el pequeño puerto de Stone Town







         
    Rinconcito de la isla

  


Playita en donde me di el baño al bajar del barco 





Stone Town

En swahili, Mji Mkongwe, o Ciudad de Piedra de Zanzíbar, es la parte antigua de la capital de la isla, Zanzíbar. Este laberinto de callejuelas ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad. Me hubiera gustado recorrerla a mi aire ayudada por un mapa, sin necesidad de un guía que te lleva a todo correr de aquí para allá sin dejarte disfrutar de nada. Pero también es cierto que no me parece un lugar para visitar sola, me recuerda muchísimo a las estrechas medinas de algunas ciudades de Marruecos en donde piensas que detrás de cada puerta te espera un peligro. Si hubiera ido con otra persona, no me hubiera importado haberla recorrido por mi cuenta.

En Stone Town uno se aleja de los hoteles de lujo y las playas paradisíacas para descubrir el corazón del archipiélago. Realmente en sus calles se respiran los fantasmas de todos aquellos pueblos que en su día quisieron conquistar la isla: hay notas persas, detalles de los sultanes de Omán, aromas de la India... Y es que por esta encrucijada del Índico pasaron pueblos bantúes, persas, árabes, indios, portugueses y británicos... todos ellos han dejado su legado presente en distintos rincones.

Antes de adentrarnos en la ciudad nos detuvimos a tomar unas cervecitas en un bar cuya terraza daba al pequeño puerto de pescadores

Desde aquí nos dedicamos a recorrer las callejuelas en las que edificios coloniales, catedrales, palacios, baños persas, mezquitas... se entremezclan para contarnos la historia de la isla. Es de destacar el penoso estado de muchas de las casas de piedra coralina y cal que se han quedado ancladas en el tiempo y hoy aparecen desconchadas por el efecto de la erosión y el paso de los años y el abandono. Es muy fácil desorientarse si perdemos de vista el mar como referente. A continuación dejo algunas fotos de esas calles de Stone Town con las explicaciones correspondientes:   

El edificio blanco pertenece al rey de Marruecos, que lo está rehabilitando. Contrasta con los edificios que lo rodean

Torres de un antiguo templo hindú




Rincones que serían preciosos si no estuvieran tan descuidados 

Bonita fachada de un hotel 

A medida que recorres las estrechas calles de Stone Town vas comprendiendo que un elemento muy importante en la ciudad son las puertas de madera tallada de las casas, cuya decoración indica el poder y la posición social del propietario de la vivienda. Se conservan alrededor de 500. Las más antiguas son las árabes, fácilmente identificables por sus inscripciones en esa lengua (suelen mostrar relieves con pasajes del Corán). Las más recientes, la mayoría de finales del siglo XIX, incorporan rasgos propios de la India, como los remates semicirculares, los motivos florales y las grandes piezas de latón que se usan en aquel país para evitar los embistes de los elefantes. 




Aunque pudiera parecer india se trata de una puerta árabe ya que presenta inscripciones en esa lengua

Esta sí que es india. Está situada en el edificio que vemos arriba, bien conservado por ser un edificio oficial





Una de las cosas que uno no se puede perder cuando visita Stone Town es el mercado de Darajani. En el exterior se localizan los vendedores de especias y en el interior la vida discurre ajena al turismo. Frutas, verduras, carnes y pescados se ponen a la venta en medio de un bullicioso caos. La parte más llamativa es la zona de las pescaderías en las que podemos encontrar grandes piezas de atún y barracudas. Recuerda que no puedes hacer ninguna foto sin pedir permiso.



       

























  

   

                



Otro de los lugares imprescindibles en Stone Town es el antiguo mercado de esclavos. En la década de 1860 pasaron cada año por el mercado de Zanzíbar entre 10 000 y 50 000 esclavos. En 1873 un tratado con Gran Bretaña puso fin al comercio de personas en la región, pero para entonces ya se habían vendido cerca de 600 000 esclavos. La cifra en sí ya es impactante, pero el dolor en el alma es mucho mayor cuando entras en las celdas y ves en qué condiciones malvivían hombres, mujeres y niños, privados de libertad, hacinados, sin apenas ventilación y encadenados. Estas celdas son el único rastro que queda de esta oscura etapa ya que sobre los cimientos del mercado se construyó la primera catedral anglicana en África Oriental. Junto a ella podemos ver un estremecedor monumento en memoria de los esclavos. 






        









¿Qué veis de particular en esas columnas? Imagino que lo mismo que yo: nada. Sin embargo, el guía me hizo darme cuenta de que estaban colocadas con la parte de arriba para abajo y viceversa. Parece ser que los obreros que trabajaban en la construcción de la iglesia quisieron darle una sorpresa al encargado de la misma, que se había ausentado durante unos días. Cuando regresó, se quedó atónito, pero decidió recompensar el esfuerzo y la intención de los obreros y decidió dejarlas como estaban.

Por cierto, aunque hay una catedral anglicana, la población de Zanzíbar es mayoritariamente musulmana conservadora. De todas formas, la isla siempre se ha caracterizado por una convivencia pacífica entre religiones:

                       

Terminamos la visita a Stone Town recordando a Freddie Mercury. Stone Town vio nacer al músico, pero no ha sabido convertirse en un lugar de peregrinaje para los fans, quizá porque sus excentricidades y su evidente homosexualidad entraban en contradicción con los valores de la tradición africana. Freddie Mercury nació en 1946 en el seno de una familia persa y cuando la isla vivía bajo la dominación británica, de ahí su nacionalidad. Los primeros 16 años de su vida los pasó entre Zanzíbar y Bombay, en donde estudiaba. La última vez que pisó la isla fue en 1962, poco antes de que se proclamase la Unión de la República de Tanzania. 

Ahora mismo solo quedan en Stone Town dos lugares que recuerdan la procedencia del artista. Uno, la que antaño fue su casa (hoy convertida en hotel), en cuya puerta se puede ver la insignia Mercury House. Junto a ella varias fotos en el interior de unas vitrinas, fotos desgastadas por el paso del tiempo. Y el otro lugar, el Mercury, un bonito local de copas al borde del mar.


   








Cuando dejas atrás Stone Town, tienes la sensación de haber conectado con el esplendor de su pasado a pesar del lamentable estado de conservación de su presente. La parte antigua de la capital de Zanzíbar es el epicentro de un paraíso que vivió tiempos de gloria comerciando con marfil y especias y que en el siglo XIX se convirtió en el principal centro de tráfico de esclavos de África bajo el poder omaní.

Vuelta a casa, relax en la playa y cena deliciosa:







Cuarto día: miércoles, 19/02/2020 

Snorkeling


Lamentablemente no tengo una cámara acuática porque me habría encantado sacar fotos de lo que descubrí al meter la cabeza en el agua con las gafas y el tubo. Me había apuntado a una excursión en bote a la isla cercana, en la que hay además un arrecife de coral. En la playa de Matemwe hay varios nativos que tienen carteles ofreciendo distintas excursiones y visitas en la isla y yo negocié con uno de ellos. Pero a punto estuvimos de no salir porque el día amaneció con la marea muy baja y en esas condiciones es muy difícil navegar. La solución pasó porque tanto a mí como al matrimonio alemán que me acompañaba nos llevaran en moto a la punta norte de la playa, más cercana al mar abierto y por lo tanto con algo más de profundidad. Aún así el desplazamiento con la barca fue lento y tuvimos que ir muy despacio en más de una ocasión para evitar tocar el fondo. 

Nunca había hecho snorkeling y estaba un poco asustada, pero tanto el chico que nos llevaba como el matrimonio alemán (eran unos expertos, incluso llevaban su propio equipo) me animaron y me prometieron ayudarme en todo momento. Colocación correcta de gafas y tubo y ¡hale!, al agua. 

¡Es increíble lo que hay ahí abajo! Estás nadando en la superficie y por muy transparente que sea el agua, como en este caso, no tienes ni idea del mundo que se abre ante ti una vez que metes la cabeza... Fue una sensación indescriptible que no olvidaré jamás. Los peces de llamativos colores y diferentes tamaños, los corales... de repente me sentí como uno de esos reporteros gráficos del National Geographic, estaba dentro de uno de esos documentales, ya no lo veía desde fuera. Sentí no estar mucho tiempo en el agua, pero mi capacidad pulmonar no es muy grande y al poco tiempo me sentí cansada y muy mareada, me faltaba oxígeno (está claro que tengo que aprender a respirar mejor por el tubo). Subí yo solita a la barca jejejejeje y me quedé disfrutando del aire marino mientras los alemanes seguían a lo suyo. Subió también el chico y cortó y peló un montón de fruta: plátanos, mangos, piña...





En esos vídeos se aprecia perfectamente la poca profundidad del agua frente a la playa de Matemwe. En el segundo se ve claramente la barrera de coral que impide la llegada de las olas durante la marea baja, ya que rompen lejos de la costa. Aprovechando la marea baja los nativos pescan (sobre todo pulpos) y los turistas se pasean por el agua. Y en el vídeo que sigue a continuación se ve la zona en la que se reúnen las barcas para llevar a los turistas a practicar este deporte (por cierto, que la isla es propiedad privada, según el guía, de Bill Gates): 




Ya de regreso, estuve con unos chiquitos maasai a los que había prometido comprar algunas cosillas. Uno de ellos me regaló una pulsera. La verdad que luego los vi casi todos los días y me contaron cosas de su cultura, además de pasarme fotos de su vida en el Ngorongoro (en Zanzíbar están vendiendo recuerdos hechos por ellos a los turistas, para, por ejemplo, comprar más vacas a su regreso a casa... los maasai son fundamentalmente pastores que han dejado atrás la vida nómada).







En las fotos, la cena de ese día y la comida del siguiente, que pasé íntegramente en plan relax en el resort. 


Sexto día: viernes, 21/02/2020 

Jozani National Park


Esta vez acordé la excursión con Ame, un chico que tenía su "oficina" justo al bajar las escaleras que daban a la playa. Si volvéis al mapa, veréis que se localiza al sur de la capital, junto a Chwaka Bay. Se trata de un fantástico bosque tropical, hogar de numerosas especies endémicas, entre las que destaca el colobo rojo de Zanzíbar, primate considerado en peligro de extinción y que fue elegido, en la década de 1990, para representar la conservación biológica de este archipiélago. 


Como se puede ver, su pelaje tiene tres colores: una banda negra corta a lo largo de los hombros y los brazos, mientras que el vientre y la parte inferior de los miembros son blancos y el resto de la espalda de un tono rojizo que da el nombre a la especie. Poseen una larga cola no prensil que solo utilizan para mantener el equilibrio en los desplazamientos saltando de árbol en árbol. La palabra "colobo" viene del griego y quiere decir "mutilado" ya que, al contrario de los otros primates, no tienen pulgares o están poco desarrollados.







El guía, estupendo, por cierto, nos llevó a través de senderos abiertos en medio de la abundante vegetación y nos iba dando todo tipo de explicaciones sobre las plantas y árboles que íbamos encontrando, haciendo hincapié en sus propiedades medicinales, conocidas en la isla desde la antigüedad. Al principio éramos un grupo de unas diez personas, pero muy pronto quedamos solo tres (una pareja eslovaca encantadora y yo) y el guía, ya que los demás habían venido solo a ver los monos y no estaban interesados en la flora del parque. Hacía un calor espantoso y menos mal que los eslovacos llevaban repelente para los mosquitos (yo había olvidado el mío en el hotel)... aún así, nos acribillaron. 




También descubrimos cosas sobre la fauna del parque, más allá de los monos. Pájaros, reptiles, crustáceos... todo un mundillo que pulula sin que apenas nos demos cuenta. Por ejemplo, en la siguiente foto vemos el agujero-casa de un cangrejo que habita en el bosque y que es prácticamente idéntico a los que vemos en nuestras playas (hay mucha agua en el subsuelo que se acumula en época de lluvias):


Sin el ojo experto del guía, todas estas maravillas nos hubiesen pasado desapercibidas. Como la rana minúscula que vais a ver a continuación. No sé ni cómo fue capaz de verla en el medio de aquella vegetación. En la foto parece más grande porque está sacada desde muy cerca, pero ni siquiera tiene el tamaño de una uña.



Dentro del parque hay una zona de manglares espectacular. Nunca había visitado uno y la verdad que resulta impresionante ese conjunto de ramas, raíces, lianas... es un hábitat de transición entre el medio acuático y el terrestre, propenso siempre a las inundaciones, en el que las distintas especies viven en muchos casos en una perfecta simbiosis (es el caso, por ejemplo, de los árboles con los cangrejos... si la semilla del árbol cae de pie, nace un nuevo manglar, si no, sirve de alimento para esos crustáceos). Para no alterarlo y para hacer más fácil la marcha se recorre a través de unas pasarelas de madera. Al final llegas a la fuente de agua, un canal que viene desde el océano, en el que nadan peces de brillantes colores.




  








Y antes de despedirnos, una foto con el guía, Morgan Freeman según los eslovacos.




Séptimo día: sábado, 22/02/2020 

Relax en Matemwe



Había que aprovechar el último día en esta paradisíaca playa. Como novedad, Ame, el chico que me había organizado la visita a Jozani, me invitó a media tarde a ir hasta la punta sur de la playa en su moto. Accedí y me fue mostrando los hoteles y resorts de esa zona, además de explicarme cómo la gente pescaba y recolectaba algas. Quería enseñarme a conducir la moto, pero no estaba yo muy animada... Después estuve charlando con los maasai (vi sus cabañas más o menos a la altura de la mitad de la playa, bajo los árboles) y prometieron venir al día siguiente sobre las 10 a despedirse de mí, cosa que efectivamente hicieron.






 



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