Llegada a Zanzíbar
Este es un viaje un tanto inesperado y en el que no había pensado mucho con anterioridad. Había decidido ir como voluntaria a un orfanato a Tanzania, pero Zanzíbar solo apareció en mis planes poco tiempo antes de partir. Cuando miras el mapa de África y te das cuenta de que Zanzíbar, famosa por sus playas y aguas turquesa, está justo frente a la costa de ese país (del que también forma parte), te preguntas "¿por qué no?"... así que decidí pasar una semana de vacaciones conociendo esta fantástica isla antes de meterme de lleno en el trabajo de voluntariado. Me quedé en Zanzibar Bahari Villas, un pequeño resort en donde me encontré muy a gusto: un personal muy agradable y servicial, una habitación espaciosa y muy limpia, un restaurante con una cocina exquisita, una piscina amplia y cristalina, a pie de playa... playa que no sé si por estar en temporada baja o por qué, estaba desierta: arena blanca y fina, agua transparente y con muy buena temperatura.
Desde el aeropuerto, próximo a la capital, un taxi enviado por el hotel me trasladó a Matemwe, que, como veis en el mapa (al que haré referencia en más de una ocasión), está situado en el nordeste de la isla.
Tengo que informaros de que para entrar en Tanzania es necesario un visado que se puede comprar en el mismo aeropuerto o puedes llevar desde el punto de partida tramitándolo directamente o a través de una agencia de viajes. En cualquier caso, el paso por la aduana es más fácil si ya lo llevas contigo, aunque no deja de ser un caos.
Por otra parte, también necesitáis una serie de vacunas (hay que organizarse con tiempo porque algunas de ellas tienen que ser administradas meses antes de partir). En principio, y según información que te dan en los Centros de Vacunación Internacional españoles, no se necesita la vacuna de la fiebre amarilla a no ser que hagas escala en un país en donde la enfermedad esté activa. No obstante, el gobierno de Tanzania la exige. La Organización Mundial de la Salud sí recomienda otras vacunas: difteria, tétanos, sarampión, paperas, rubeola, poliomielitis, hepatitis A y B, tifus y rabia. Es conveniente que lleves tu Certificado de Vacunación internacional contigo (aunque a mí en ningún momento me lo pidieron).
Y, por experiencia propia, os aconsejo viajar con un botiquín básico: analgésicos, antihistamínicos, antidiarreicos, antiinflamatorios, protectores estomacales, crema solar y, sobre todo, repelente de insectos que contenga DEET. No olvidéis, también, llevar un adaptador universal ya que los enchufes son de tres clavijas.
Os dejo aquí un vídeo de ese primer día en el que podéis apreciar la tranquilidad del resort y la belleza de la playa de Matemwe. Es una zona sin fiestas ruidosas, sin turistas molestos; solo la naturaleza y la relajada vida cotidiana de sus habitantes. Aquí, y a pesar del turismo, la mayoría de sus habitantes sigue viviendo de la pesca y la recogida de algas.
Segundo día: lunes, 17/02/2020
Playa de Matemwe
Hacía mucho sol, yo creo que picaba más que en Bali. De hecho, solo de pasear por la playa, y a pesar de toda la crema solar que me había echado, me quemé la cara (estuve pelando durante un montón de días después). Un día de relax en el paraíso.
A pesar de las nubes, el sol quemaba No tardaron en irse las nubes
El paraíso
Mi rinconcito, entre la piscina y la playa
La vista desde mi rinconcito
El paraíso
Mi rinconcito, entre la piscina y la playa
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La vista desde mi rinconcito
Tercer día: martes, 18/02/2020
Prison Island
Si veis el mapa, en la costa, frente a la ciudad de Zanzíbar, un poco más al norte, se halla la pequeña isla de Changuu, también conocida como Prison Island. Es una de las excursiones que se ofrecen en la isla. Yo la contraté a través del hotel, aunque hay muchos habitantes que contactan directamente con los turistas para llevar a cabo tanto esta como otras visitas posibles.
Hay que trasladarse hasta el pequeño puerto de Stone Town y allí negociar el precio con uno de los pescadores que te llevan a la isla. Es un corto viaje de unos 40 minutos. Muchos turistas lo hacen no solo para ver las tortugas gigantes, sino también para bucear ya que hay un magnífico arrecife de coral en el que abundan las estrellas de mar.
La visita a las tortugas resulta un tanto decepcionante. De hecho, ni siquiera son originarias de Zanzíbar sino que han sido importadas de Seychelles. Es cierto que resultan impresionantes y que es increíble que tengan la edad que tienen (la más antigua tiene 102 años). Sin embargo, están metidas en una especie de corral lleno de barro y excrementos y todo el interés reside en alimentarlas y acariciarlas. En cuanto a la prisión, fue construida en 1893 por Lloyd Mathews para retener a los esclavos antes de ser transportados a lugares de Oriente Medio o Europa. Después se transformó en un centro de cuarentena para personas con enfermedades mortales, como la fiebre amarilla. No tiene tampoco mayor interés.
En realidad lo que más me gustó fue el viaje en barco y las vistas que se obtienen de Stone Town. Y un consejo: no vayáis con vestido largo, ya que hay que meterse en el agua para poder subir al barco. Yo, como patosa que soy, hice el desembarco más ridículo al llegar cerca de la playita de la isla en donde atracan los barcos... al intentar apoyar un pie fuera del barco me fui casi que de cabeza al agua... menos mal que hacía calor y me sequé pronto pero, en fin, ¡siempre dando la nota! jajajajaja.
Prison Island
Si veis el mapa, en la costa, frente a la ciudad de Zanzíbar, un poco más al norte, se halla la pequeña isla de Changuu, también conocida como Prison Island. Es una de las excursiones que se ofrecen en la isla. Yo la contraté a través del hotel, aunque hay muchos habitantes que contactan directamente con los turistas para llevar a cabo tanto esta como otras visitas posibles.
Hay que trasladarse hasta el pequeño puerto de Stone Town y allí negociar el precio con uno de los pescadores que te llevan a la isla. Es un corto viaje de unos 40 minutos. Muchos turistas lo hacen no solo para ver las tortugas gigantes, sino también para bucear ya que hay un magnífico arrecife de coral en el que abundan las estrellas de mar.
La visita a las tortugas resulta un tanto decepcionante. De hecho, ni siquiera son originarias de Zanzíbar sino que han sido importadas de Seychelles. Es cierto que resultan impresionantes y que es increíble que tengan la edad que tienen (la más antigua tiene 102 años). Sin embargo, están metidas en una especie de corral lleno de barro y excrementos y todo el interés reside en alimentarlas y acariciarlas. En cuanto a la prisión, fue construida en 1893 por Lloyd Mathews para retener a los esclavos antes de ser transportados a lugares de Oriente Medio o Europa. Después se transformó en un centro de cuarentena para personas con enfermedades mortales, como la fiebre amarilla. No tiene tampoco mayor interés.
En realidad lo que más me gustó fue el viaje en barco y las vistas que se obtienen de Stone Town. Y un consejo: no vayáis con vestido largo, ya que hay que meterse en el agua para poder subir al barco. Yo, como patosa que soy, hice el desembarco más ridículo al llegar cerca de la playita de la isla en donde atracan los barcos... al intentar apoyar un pie fuera del barco me fui casi que de cabeza al agua... menos mal que hacía calor y me sequé pronto pero, en fin, ¡siempre dando la nota! jajajajaja.
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Dejando atrás el pequeño puerto de Stone Town |
Stone Town
En swahili, Mji Mkongwe, o Ciudad de Piedra de Zanzíbar, es la parte antigua de la capital de la isla, Zanzíbar. Este laberinto de callejuelas ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad. Me hubiera gustado recorrerla a mi aire ayudada por un mapa, sin necesidad de un guía que te lleva a todo correr de aquí para allá sin dejarte disfrutar de nada. Pero también es cierto que no me parece un lugar para visitar sola, me recuerda muchísimo a las estrechas medinas de algunas ciudades de Marruecos en donde piensas que detrás de cada puerta te espera un peligro. Si hubiera ido con otra persona, no me hubiera importado haberla recorrido por mi cuenta.
En Stone Town uno se aleja de los hoteles de lujo y las playas paradisíacas para descubrir el corazón del archipiélago. Realmente en sus calles se respiran los fantasmas de todos aquellos pueblos que en su día quisieron conquistar la isla: hay notas persas, detalles de los sultanes de Omán, aromas de la India... Y es que por esta encrucijada del Índico pasaron pueblos bantúes, persas, árabes, indios, portugueses y británicos... todos ellos han dejado su legado presente en distintos rincones.
Antes de adentrarnos en la ciudad nos detuvimos a tomar unas cervecitas en un bar cuya terraza daba al pequeño puerto de pescadores
Desde aquí nos dedicamos a recorrer las callejuelas en las que edificios coloniales, catedrales, palacios, baños persas, mezquitas... se entremezclan para contarnos la historia de la isla. Es de destacar el penoso estado de muchas de las casas de piedra coralina y cal que se han quedado ancladas en el tiempo y hoy aparecen desconchadas por el efecto de la erosión y el paso de los años y el abandono. Es muy fácil desorientarse si perdemos de vista el mar como referente. A continuación dejo algunas fotos de esas calles de Stone Town con las explicaciones correspondientes:
El edificio blanco pertenece al rey de Marruecos, que lo está rehabilitando. Contrasta con los edificios que lo rodean
Torres de un antiguo templo hindú
Rincones que serían preciosos si no estuvieran tan descuidados
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Séptimo día: sábado, 22/02/2020
Relax en Matemwe
Había que aprovechar el último día en esta paradisíaca playa. Como novedad, Ame, el chico que me había organizado la visita a Jozani, me invitó a media tarde a ir hasta la punta sur de la playa en su moto. Accedí y me fue mostrando los hoteles y resorts de esa zona, además de explicarme cómo la gente pescaba y recolectaba algas. Quería enseñarme a conducir la moto, pero no estaba yo muy animada... Después estuve charlando con los maasai (vi sus cabañas más o menos a la altura de la mitad de la playa, bajo los árboles) y prometieron venir al día siguiente sobre las 10 a despedirse de mí, cosa que efectivamente hicieron.
Relax en Matemwe
Había que aprovechar el último día en esta paradisíaca playa. Como novedad, Ame, el chico que me había organizado la visita a Jozani, me invitó a media tarde a ir hasta la punta sur de la playa en su moto. Accedí y me fue mostrando los hoteles y resorts de esa zona, además de explicarme cómo la gente pescaba y recolectaba algas. Quería enseñarme a conducir la moto, pero no estaba yo muy animada... Después estuve charlando con los maasai (vi sus cabañas más o menos a la altura de la mitad de la playa, bajo los árboles) y prometieron venir al día siguiente sobre las 10 a despedirse de mí, cosa que efectivamente hicieron.
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