lunes, 6 de noviembre de 2023

Octubre, 08-11 de 2023: 4 días por el oeste de Lisboa (Mati, Marusela, Pili y María) - Parte 3- Sintra: Palacio da Pena, Convento dos Capuchos, Jardines y Palacio de Monserrate

Martes, 10/10/2023 (aclaro que parte de las fotos que aquí se incluyen fueron tomadas por Mati, Pili y Marusela):


Palacio da Pena

Es una de las mayores atracciones turísticas de Portugal. Está siempre abarrotado. Por eso, había cogido las entradas por Internet con bastante antelación y para las 9 de la mañana, primera hora. Aún así, no os podéis imaginar la cantidad de gente que había... cuando nos fuimos, sobre las 11, ya casi no se podía andar y se tropezaba uno por todas las esquinas. 

Yo lo había visitado ya no sé cuántas veces, pero siempre es un gusto volver. Entramos en el recinto, esperamos el autobús que lleva a la puerta del palacio y a las 9:30 en punto estábamos allí. 

Como se puede apreciar en la fotografía superior y en las que siguen, es un ejemplo magnífico de la arquitectura de estilo romántico del siglo XIX, con terrazas vívidamente pintadas, almenas ornamentales y estatuas de criaturas mitológicas. El interior ha sido restaurado conforme a la apariencia que tenía en 1910, cuando la nobleza portuguesa huyó a Brasil para escapar de la revolución. Alrededor del recinto del palacio se halla el arbolado Parque da Pena, con románticos paseos ornamentales, caminos ocultos que atraviesan rocas gigantes, frondosos jardines de helechos y miradores espectaculares.


El Palacio da Pena se asienta en lo alto de un escarpado rocoso, el segundo pico más alto (480 m) de las colinas de la Serra de Sintra. Originalmente, era un monasterio Jerónimo que llevaba mucho tiempo abandonado cuando Fernando II compró el área en 1838. Todavía se pueden ver partes del monasterio original, como el Claustro manuelino de dos plantas que constituye el patio central, y la capilla de Nossa Senhora da Pena apenas ha sido alterada desde el siglo XVI.  

El arquitecto, Wilhelm Eschwege, era alemán y se inspiró en el castillo de Baviera, así como en sus viajes por Asia y África y el mismo Portugal. La torre pintada de rosa-rojo comparte muchas características con la Torre de Belém de Lisboa, mientras que los picos de la puerta recuerdan a la Casa dos Bicos del siglo XVI de la Alfama, en Lisboa.

Fernando II, rey de Portugal tras su matrimonio con María II, quiso recuperar el edificio como casa de verano para la familia real. El proyecto fue creciendo hasta convertirse en un recinto exuberante con diferentes estilos que van desde el neogótico al neoislámico, pasando por el neorrenacimiento y una visión pseudomanuelina que hacen del espacio un lugar muy exótico.

En 1853 muere María II y su esposo Fernando pronto contrajo matrimonio con la cantante de ópera Elisa Hensler, condesa de Edla, para la que construyó el Chalet que se encuentra en los Jardines y que hoy se puede también visitar (aunque nosotras no pudimos hacerlo, a pesar de tener la entrada, porque se nos ocurrió intentar llegar en coche cuando lo lógico hubiera sido bajar a pie desde el palacio)

La segunda fase de ocupación por parte de la familia real tuvo lugar con la presencia de Carlos I de Portugal (sí, el mismo de la escultura de Cascais), casado con Amélia de Orleans. Su hijo, el que sería último rey de Portugal, Manuel II, también pasaba largas estancias en el palacio. Precisamente, la reina Amélia de Orleans estaba en el Palacio cuando se produjo la Revolución de Octubre de 1910, que acabó con la Monarquía e instauró la primera república portuguesa. Acto seguido, Amelia abandonó el recinto y se dirigió a Mafra, en donde estaba su suegra, Maria Pia, y en un yate abandonaron el país hacia Gibraltar.

El Palacio da Pena fue declarado Monumento Nacional en 1910 y la UNESCO declaró el paisaje cultural de Sintra Patrimonio de la Humanidad en 1995. Desde el año 2000, Parques de Sintra se encarga de la gestión de los jardines del palacio y, desde 2007, también del mantenimiento del propio edificio. En 2013, el Palacio Nacional da Pena entró a formar parte de la Red Europea de Residencias Reales y, en 2020, de la Ruta Europea de Jardines Históricos. En los últimos años se han llevado a cabo constantes restauraciones del edificio para preservar su integridad (en esta ocasión se estaba restaurando la cocina) 

La planta del edificio es bastante irregular, debido a las continuas ampliaciones y al terreno desigual sobre el que se construyó. El resultado es un conjunto con un núcleo cuadrado organizado en torno a un claustro y otro edificio alargado. Las torres y los baluartes tienen unos anillos en su exterior o en la parte superior que forman caminos para hacer la ronda. Las torres cuadradas tienen garitas semicirculares con cúpulas cónicas. 





Como vemos en las fotografías, en el núcleo cuadrangular del Claustro, destacan varias arcadas separadas por muretes. Se llega a él por una escalera de caracol. En el primer piso, las arcadas son totalmente semicirculares, mientras que en el segundo son achatadas. Es de destacar que cada columna de las arcadas es diferente a las demás. Alrededor del Claustro pueden visitarse las habitaciones más notables de los habitantes del palacio. 

Comedor principal en el primer piso. La vajilla se cambiaba diariamente en función del vestido que luciese la reina

Vista de la torre del reloj desde el Claustro

Marusela en el piso superior del Claustro

En las habitaciones que rodean el Claustro encontramos bellísimos techos. En todas, el despacho del rey Carlos I, la habitación del ayudante del rey, las estancias de la reina y sus ayudantes, la Sala de Lectura, el Salón Árabe (que no pudimos ver por estar en obras), se puede apreciar parte del mobiliario y del menaje del palacio, en muy buen estado de conservación. 








 
 Uno de los lugares que más impresiona es la famosa Terraza de la Reina, desde la que se obtienen unas vistas magníficas del conjunto y los alrededores. 




Se recorren aún más salas antes de volver al patio de entrada.



Jueguecitos con los espejos, idea de Mati


En el vídeo se ve una de las estancias más curiosas: la sala de los ciervos con su mesa circular. Parece ser que se usaba como comedor para los invitados que llegaban al palacio, pero que no eran de los considerados realmente amigos. 

Volvimos al patio principal para admirar la enorme escultura que se halla sobre la puerta de entrada al recinto más moderno. Se conoce como el Pórtico del Tritón. 


Sobre el arco, sujetando una ventana superior, se colocó una figura en relieve. Es un ser híbrido, medio hombre medio pez, que parece salir de una concha. Sus cabellos se convierten en un tronco de parra, cuyas ramas están sujetas por los brazos del personaje, un ser que resulta un tanto demoníaco. 

Parece que el diseño se debe al mismo rey D. Fernando, que quería representar una alegoría de la creación del mundo. Si nos fijamos bien, la figura incluye la relación entre los cuatro elementos: fuego, tierra, aire y agua. Con una estructura básica de estilo neogótico, característico del manuelino portugués, toda ella presenta una profusa decoración de vegetación y formas de corales. 


Tras atravesar el Pórtico del Tritón, se llega al Patio de los Arcos, presidido por una magnífica ventana manuelina en la fachada. 


Desde aquí, se obtienen unas magníficas vistas de la sierra y el mar a través de los arcos moriscos que le dan nombre. Unido al patio se encuentra el Paseo de Ronda, que nos permite recorrer el exterior de la muralla a la vez que disfrutamos de unas excepcionales vistas del Castelo dos Mouros y de la extensa vegetación que rodea al palacio, compuesta por miles de especies botánicas procedentes de todo el mundo. 





Vista de la Torre del Reloj desde el Paseo de Ronda

De vuelta al Patio dos Arcos, por unas escaleras se accede a la capilla, que resistió el terremoto de 1755. El interior está recubierto de azulejos y contiene un magnífico retablo de mármol blanco y alabastro, realizado en el siglo XVI por Nicolás de Chanterene que, siguiendo el modelo artístico del renacimiento, representó quince escenas de la vida de Cristo. 


 
 Terminada la visita, decidimos hacer una comida rápida para llegar a las 3:30 a una visita guiada a la Quinta da Regaleira. Dando vueltas para encontrar un lugar para comer, nos dimos cuenta de lo difícil que es circular en coche por Sintra: han hecho peatonal todo el centro y para ir de un sitio a otro, por muy cercano que esté, acabas rodeando la sierra. No sé cuántas veces pasamos por los mismos sitios haciendo una y otra vez un largo recorrido que a pie puede ser mucho más corto. 

Acabamos encontrando un parking en la parte baja de la villa desde el que accedimos por una pequeña cuesta a un local muy curioso en el que diversos restaurantes compartían espacio ofreciendo diversas especialidades. Lo cierto es que hacía mucho sol y calor y no quisimos seguir subiendo la cuesta, así que nos quedamos allí. Muy buena decisión: unas pizzas y pan de ajo de un restaurante y las bebidas, incluyendo una cerveza artesanal deliciosa, de otro.

Y ahí cometimos un gran error: en vez de dejar el coche en el parking y subir para tratar de coger algún taxi o tuk-tuk, lo cogimos. Pues a dar vueltas por la sierra, para volver a adentrarse en la villa, para no sé cómo llegar a la Quinta y equivocarnos a la hora de seguir la señal de parking y nueva vuelta a la sierra y al pueblo. Ya era imposible que llegáramos a tiempo, de hecho recibimos un email de que nos habían estado esperando, pero que, sintiéndolo mucho, ya habían comenzado la visita sin nosotras. Menos mal que se nos ocurrió llamar y preguntar si de alguna forma nos podíamos unir al tour en algún punto del recorrido y entonces nos ofrecieron, para no perder la entrada, hacer la visita al día siguiente a las 11 (lo cual nos venía bien, porque después ya cogíamos camino de vuelta a Vigo) 

Pensamos entonces en aprovechar la tarde antes de la hora de entrada en los Jardines y el Palacio de Monserrate y decidimos visitar el Convento de los Capuchos que no habíamos podido ver el día anterior. Pero aún había que volver a salir de la villa... estrechísimas callejas y cuestas infinitas y acabé quemando las ruedas del coche... ¡qué peste! (claro que al día siguiente seríamos testigos de otro al que le pasaba lo mismo)


Convento dos Capuchos

Esta vez llegamos con tiempo de verlo. Es un lugar perdido en el medio del monte, en el que rara vez encuentras visitantes, a pesar de lo mucho que merece la pena visitarlo. Un contraste total con el lujo de los palacios de Sintra. 

Se encuentra dentro del Parque Natural de la Sierra de Sintra, a unos 8 km de la villa. Se trata de una pequeña construcción en piedra, muy humilde, fruto del voto de extrema pobreza de los monjes franciscanos que vivían en él. Presenta un cierto halo de misterio, en parte por la frondosidad de los bosques que lo rodean, e impacta por su austeridad. Es difícil imaginarse a los 8 franciscanos que lo habitaban haciendo penitencia entre sus angostas paredes. 

El monasterio, bautizado como Convento de Santa Cruz dos Capuchos, fue construido por Álvaro de Castro, hijo del virrey de las Indias, en el siglo XVI.

Tras esta gran piedra coronada con una cruz se halla la entrada al recinto. ¡Quién hubiera podido imaginarlo!

Las escaleras de acceso al patio entre dos grandes rocas

Dentro del complejo se encuentra la Capilla del Senhor dos Passos, donde aún se pueden apreciar restos de azulejos azules que representan escenas de la Pasión de Cristo, y la iglesia, a cuya izquierda se sitúa la sala do Coro Alto, donde se entonaban los cánticos durante las misas. 

A través de estrechos corredores encontramos las celdas, habitáculos muy pequeños con un espacio en la roca para dormir. Por su tamaño, deducimos que los monjes ni siquiera podían dormir estirados, lo que da idea de sus durísimas condiciones de vida. 

Delante de la iglesia

Visitando las celdas, en este caso, la enfermería y la de los peregrinos que acudían a visitar el convento

Los techos y otros objetos, como este banco, son de corcho

El convento cuenta también con una cocina, en la que no pudimos entrar, porque estaba en obras, una biblioteca, el refectorio (apenas una losa de piedra que hacía de mesa), un excusado


y la Sala do Capítulo, totalmente recubierta de corcho. Por último, tiene un patio interior presidido por una gran fuente hexagonal y por la Capela do Senhor Morto, con frescos de San Francisco y San Antonio a los lados. 



Como ya hemos dicho, el Convento dos Capuchos está profundamente inmerso en los bosques de la Serra de Sintra, una ubicación apartada que permitía a los religiosos un aislamiento completo. 


El monje más famoso que vivió en el convento fue Fray Honorio. Pasó 15 años en aislamiento y penitencia, pero vivió hasta los 100 años. El lugar quedó abandonado después de la abolición de las órdenes religiosas en Portugal, en 1834.  

Hubiéramos podido pasar mucho más tiempo paseando por los bosques, pero teníamos entradas para los Jardines y el Palacio de Monserrate. Así que nos volvimos a Sintra. 


Jardines y Palacio de Monserrate

Se trata de un pintoresco palacio construido a mediados del siglo XIX como residencia veraniega para el aristócrata Francis Cook y su familia. Incluye un espectacular Jardín Botánico donde conviven más de 3000 especies de plantas exóticas.


Fue clasificado como Inmueble de Interés Público en 1978 por el estado portugués y Paisaje Cultural Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1995, como parte del conjunto de la Sierra de Sintra. Constituye uno de los más interesantes ejemplos del arte romántico portugués. Como se ve en la foto superior, presenta una gran torre circular (tapada por los árboles de la derecha), cúpulas bulbosas y numerosos temas exóticos en la decoración. 

Empezamos la visita por sus bellos y extensos jardines, unas 33 hectáreas de exuberantes árboles centenarios, con espacios temáticos (México, Japón, rosaleda...), un valle de inmensos helechos, la primera gran pradera de césped plantada en Portugal, una cascada, ruinas románticas, estanques y pérgolas.  

Aunque yo ya había estado en otras ocasiones, la verdad es que en este caso fue una visita muy divertida. A la entrada podías escanear un código QR para participar en un juego mientras recorrías los jardines. Tenías que ir parando en aquellos lugares en donde encontraras un código QR, escanearlo, leer la información proporcionada y luego contestar unas preguntas. Si acertabas, lograbas superar los desafíos. Creo recordar que si acertabas 10 y te presentabas en la cafetería a la salida antes de las 5:30, te daban un regalo. Pili fue la que se animó a jugar y nos enganchó a todas. Una manera muy divertida de hacer la visita. ¡Y conseguimos el regalo! (para la nieta de Pili)






Se ha colocado una red bajo esta araucaria, porque sus piñas son gigantes y pueden hacer mucho daño si caen sobre una persona



En uno de los desafíos




Ante la curiosa torre circular en uno de los laterales de la fachada del palacio

Fachada posterior del palacio. Las ventanas son, claramente, de estilo gótico

La bellísima cúpula central vista desde abajo en el interior del edificio

Vista de otra de las cúpulas


Desde la fuente que se encuentra bajo la cúpula central se abren dos pasillos simétricos a derecha e izquierda. Las reminiscencias árabes son muy claras




La fuente bajo la cúpula central vista desde el segundo piso

Bellísima puerta de entrada a la Biblioteca



¡Y aquí, el premio!


Cansadas, pero muy divertidas, regresamos al centro de Sintra para dar una vuelta por sus callejas, ver tiendecitas, palpar el ambiente lleno de extranjeros...

Se ve una de las chimeneas de la cocina del Palacio Nacional de Sintra



Nos quedamos a cenar en uno de los restaurantes de la plaza central de Sintra. Muy agradable la cena, amenizada por un músico callejero que nos deleitó con música de los años 60 y 70.

El Castelo dos Mouros iluminado, visto desde la terraza del restaurante