Sábado, 22 de junio de 2024: Pisa y regreso a Florencia
PISA
No puedo decir que con esta visita conozca Pisa, porque nos limitamos a recorrer la zona del Duomo. El viaje desde la casa rural ya nos llevó su tiempo, además del que perdimos recogiendo todo y haciendo de nuevo las maletas. Esa noche íbamos a dormir en Florencia (nuestro vuelo de vuelta a casa salía temprano y teníamos que devolver el coche en el aeropuerto esa misma tarde a las 8)
Aparcamos muy cerquita del Duomo y seguimos las calles con la vista fija en la Torre. Que sí, que está muy torcida...
La Torre Inclinada de Pisa es uno de los monumentos más visitados de Italia y uno de los lugares imprescindibles que ver en la ciudad. De hecho, aquí había más turistas que en Florencia. En realidad, la Torre no es más que el campanario del Duomo, ya que, como habíamos visto en otras visitas, este no suele estar integrado en la iglesia.
La famosa inclinación, de unos 4º, empezó al inicio de la construcción, en el año 1173, cuando ya se habían levantado 3 pisos, debido al suelo arcilloso y a la poca profundidad de los cimientos. Igualmente, la presencia de agua subterránea contribuyó a la inestabilidad del suelo. Después de 177 años, se terminó la Torre de 8 pisos y el campanario, con una altura de 55 metros. En 1990, se cerró para estabilizarla y evitar su caída, un proceso y unas obras que se alargaron durante 20 años, volviendo a abrir al público en el 2011. Su peso se estima en 14 500 toneladas.
La pregunta sobre si la Torre de Pisa podría colapsar ha sido objeto de debate durante siglos. Aunque la inclinación de la torre es evidente, las medidas de estabilización implementadas en las últimas décadas han reducido significativamente el riesgo de colapso. Sin embargo, la vigilancia constante y el mantenimiento son esenciales. Los expertos continúan monitoreando la inclinación y las condiciones del suelo para anticipar cualquier cambio que pueda afectar la estabilidad de la estructura.
La Torre de Pisa es un ejemplo de cómo un "error" arquitectónico puede transformarse en un legado cultural y artístico de incalculable valor.
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¿Qué pasaría si se enderezara? |
Antes de llegar a la Plaza del Duomo, encontramos el Baptisterio, dedicado a San Juan Bautista. Es el más grande de Italia y del mundo. Su construcción se inició en el 1153, pero, después de un siglo de interrupción de los trabajos, fue terminado por Nicola y Giovanni Pisano. De ahí que presente la unión de dos estilos: el románico y el gótico. El espesor de los muros en la base es de 2,63 m.
Tiene una altura parecida a la de la Torre y un diámetro de 36 m. Está realizado en mármol blanco. Aunque su interior se podría considerar sobrio, impresiona tanto por su grandiosidad como por su pila bautismal octogonal, colocada en el centro, y el púlpito de 1260, obra de Giovanni Pisano.
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La figura de San Juan está en el centro de la pila |
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Piso superior del Baptisterio |
Presenta una curiosa cúpula troncocónica. La técnica constructiva de las cúpulas semiesféricas o poligonales era casi desconocida por entonces. Está cubierta de tejas en el lado occidental y placas de plomo en el oriental.
La acústica de este edificio es impresionante. Cada 15 minutos, una chica canta para que la apreciemos.
Y ya en la Piazza dei Miracoli, se alza el Duomo.
El Duomo es una catedral católica medieval dedicada a la Asunción de la Virgen. Es una obra representativa del arte románico. En 1987, el conjunto de la plaza fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Al principio tenía planta de cruz griega. Hoy tiene planta de cruz latina con cinco naves, con el ábside y el transepto de tres naves. La impoluta fachada de mármol blanco y gris destaca junto a la enorme puerta central de bronce macizo.
En la fachada, los altos arcos de perfil agudo hacen referencia a influencias musulmanas y del sur de Italia. Los arcos ciegos, con formas romboidales recuerdan estructuras similares en Armenia. Sobre las tres puertas hay 4 niveles de loggias, divididas por cornisas. Por detrás de los arcos, se abren ventanas simples (monóforas), dobles (bíforas) o triples (tríforas)
El interior, subdividido en el frente en una nave central flanqueada por dos naves a cada lado, muestra arcos lanceolados alzados, capas alternantes de mármol blanco y negro y una cúpula elíptica inspirada en la cultura islámica.
Impresiona la nave central, bordeada por dos hileras de columnas de estilo corintio, provenientes de la mezquita de Palermo. El techo es de madera con artesonados dorados del siglo XVII. Por todas partes mosaicos de inspiración morisca, frescos y su gran joya, el púlpito de Giovanni Pisano, una de las mayores narraciones en imágenes del siglo XIV.
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En el techo y en otros lugares se puede ver el escudo de los Medici |
El gran mosaico del ábside, con Cristo en Majestad, rodeado por la Virgen y San Juan Evangelista es famoso por la cara de San Juan, que sobrevivió milagrosamente al incendio de 1595. Evoca los mosaicos de las iglesias bizantinas y normandas.
El púlpito fue esculpido entre 1302 y 1310. Sobrevivió al incendio, pero fue desmontado durante los trabajos de restauración y no se volvió a colocar hasta 1926. Las esculturas de la obra reflejan la renovación y el fervor religioso de la época. Los paneles están ligeramente curvados. Son originales las cariátides, figuras esculpidas en lugar de columnas que simbolizan las virtudes. La adopción de ménsulas en lugar de arcos para sostener el piso alzado y el extraordinario sentido del movimiento son dos aspectos más que destacan en la realización de la obra.
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Vista del interior de la fachada principal desde el altar |
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Vista del altar y la Capilla de San Rainerio, patrón de Pisa, dentro de la catedral, Aquí se conservan sus reliquias |
Un inciso a raíz de la foto superior:
Rainerio, descendiente de una acaudalada familia de Pisa, desperdició los primeros años de su juventud en frivolidades. Sin embargo, a través de la influencia de una tía o prima suya, no se sabe muy bien, entró en relación con un religioso del Monasterio de San Vito, quien le hizo comprender el error en que vivía. Tan apasionado fue el arrepentimiento que se negaba a comer y lloraba sin cesar, lo que divertía a sus antiguos compañeros de juerga y angustiaba a sus padres, que llegaron a pensar que se había vuelto loco. Al cabo de tres días de continuo llanto, se quedó ciego. Su madre estuvo al borde de la desesperación, pero Dios le devolvió la luz a sus ojos.
Poco tiempo después de aquel suceso, emprendió un viaje a Tierra Santa. Estaba allí cuando tuvo una extraña visión: se contempló a sí mismo con la bolsa de cuero en que guardaba el dinero, pero la bolsa no contenía monedas, sino trozos humeantes de pez y azufre que, de pronto, se encendieron. No podía extinguir las llamas, pero lo consiguió vertiendo sobre ellas un poco de agua de un vaso que, súbitamente, apareció en su mano. Una voz le dijo: la bolsa es tu cuerpo; el pez, el azufre y el fuego son los deseos desordenados que solo esa agua puede extinguir y limpiar. A partir de ese momento multiplicó sus penitencias y austeridades y, como un medio de mortificarse, emprendió el viaje de regreso a pie, descalzo, y sin otro sustento que el de las limosnas. El cielo lo premió al otorgarle el poder de hacer milagros. Su gran reputación se debe principalmente a las muchas curaciones milagrosas que realizó durante su vida y después de su muerte.
Entre otros muchos adornos que se pueden ver en la catedral destacan el crucifijo de bronce del altar mayor y los ángeles portacandelabros, obra de Giambologna.
También la hermosa lámpara de velas que cuelga del techo.
Cuenta la leyenda que Galileo descubrió el fundamento del péndulo mientras asistía a una misa en esta catedral. En 1581, con tan solo 17 años, se percató durante la misa de que la hermosa lámpara de velas que colgaba del techo mediante una larga cadena se movía. Al principio, la lámpara se movía deprisa y después de un rato, cuando las oscilaciones eran más pequeñas, a menor velocidad. Midió cada oscilación contando las pulsaciones en su muñeca. El tiempo que tardaba la lámpara en hacer una oscilación era siempre el mismo y no dependía de la amplitud de las oscilaciones. Acababa de descubrir una propiedad del péndulo simple que se conoce como isocronismo.
Y mientras que a mí me llegaba la hora de descansar, las otras intrépidas aventureras decidieron subir a la Torre de Pisa.
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Vista de la Plaza de los Milagros desde la Torre |
Me recogieron al bajar, a mí y a Pilar, que también se había negado a subir. Todavía nos faltaba ver el Camposanto
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Con nuevos ánimos hacia el Camposanto |
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Una esquina del Duomo y la Cúpula |
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Escenas callejeras en los alrededores del Duomo |
El Camposanto Monumentale es un edificio histórico en el lado norte de la Plaza de los Milagros. Recibe el nombre de Campo Santo pues se cree que fue construido alrededor de un cargamento de tierra sagrada traído desde Tierra Santa durante la cuarta cruzada en el siglo XII.
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Sarcófago de Francesco Algarotti, escritor, ensayista, coleccionista de arte, erudito, filósofo y poeta italiano |
La fotografía superior corresponde a una escultura de la época moderna. Está dedicada a los profesores universitarios, que desempeñaban un papel muy importante en la sociedad del antiguo régimen. Constituían una élite prestigiosa identificable por su forma de vestir. Además, gozaban de privilegios que solo se les concedían a ellos. Las leyes suntuarias permitían a los profesores realizar ceremonias funerarias y ricos entierros, cosa que, en principio, solo podían hacer los caballeros y los eclesiásticos. En Pisa, las tumbas de los profesores forman un rico patrimonio escultórico muy extendido por todos los edificios eclesiásticos de la ciudad, que culmina aquí, en el monumental Camposanto, y en la iglesia de San Frediano.
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Curioso parterre en el jardín interior |
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Desde esta perspectiva, vemos el parterre anterior al fondo |
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Sarcófago delle Muse, basado en el relieve de un antiguo sarcófago romano |
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Tumba del jurista Giovanni Boncompagni (1544), con estatuas de Bartolomeo Ammannati (1574) |
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Capilla de las reliquias en el Camposanto |
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Representación del infierno |
Tocaba ir saliendo para acercarnos a Florencia a devolver el coche en el aeropuerto. Pero aún dimos unas cuantas vueltas.
Una pena no haber tenido tiempo para visitar el centro histórico de Pisa... Queda para otra ocasión.
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