jueves, 28 de noviembre de 2019

Viaje a Cerdeña: julio 2018 (María y una amiga) - Parte 4

Tercer día: martes, 24/07/218

Norte de Cerdeña hasta Arzachena (Costa Smeralda)

Nos despedimos de Antonio y pusimos rumbo a la costa norte para ver algunas cosas que nos habíamos dejado atrás y después continuar hasta llegar a algún lugar próximo a Palau, en el nordeste, desde donde salía nuestro barco para recorrer La Maddalena al día siguiente.

La costa norte de Cerdeña se conoce como "Costa Smeralda". Tiene 55 km de largo y abarca más de 30 km cuadrados. Es un destino turístico de lujo con playas de arena blanca. Algunas de ellas se encuentran en la zona de Valledoria, en la que apenas nos detuvimos para sacar unas fotos.



Retrocediendo aún más hacia el oeste, nos acercamos a Castelsardo. Antes de llegar a la ciudad descubrimos la roca conocida como "La roca del elefante", una gran masa de piedra que presenta esta forma, en parte debido a la erosión y en parte debido a la imaginación popular. Pero esta formación no es tan solo una curiosidad natural ya que en su interior se construyeron dos "domus de janas" (típicas cámaras funerarias de Cerdeña) en la época del Neolítico, dentro de los cuales hay relieves importantes y símbolos primitivos de los mundos vegetal y animal. Desafortunadamente había obras cuando nosotras la visitamos por lo que las fotos no son tan buenas como nos hubiera gustado. 




Cuando te vas acercando a Castelsardo con el coche, entiendes por qué esta ciudad resulta tan cautivadora. Se presenta como una pequeña península que sobresale frente a la costa, rodeada por el azul del mar. En lo alto destaca el castillo del siglo XII perteneciente a la familia Doria de Génova y hacia él ascienden las estrechas callejas que suben por la falda de la colina. Actualmente solo unos 5000 habitantes viven en la ciudad pero está llena de turistas que hacen muy difícil no solo aparcar sino también caminar.




Tomamos de nuevo rumbo al este, hacia Costa Paradiso. A medio camino nos encontramos con Isola Rossa, en el municipio de Trinitá d'Agultu y Vignola. Se trata de un pequeño pueblo de pescadores que seduce por su naturaleza incontaminada y los atardeceres incandescentes. Isola Rossa es un promontorio teñido por los tonos cálidos del pórfido (granito de color rojo púrpura) 


Desde aquí tomamos el camino del interior para seguir hacia el este. El "Valle de la Luna" es un rincón perfecto para un viaje por carretera. Se extiende al norte de Aggius. Es un paisaje surrealista y evocador, con extraños cantos rodados de granito que aparecen esparcidos a través de colinas y tierras de cultivo.

 

Mientras íbamos de camino, nos dedicamos a buscar un nuevo alojamiento que nos permitiera movernos por la punta nordeste de la isla. Y lo encontramos: Il Borgo San Pietro , en Arzachena. Stefania, su propietaria, otra de esas jóvenes emprendedoras, es encantadora y sus consejos para recorrer la zona, excelentes. El alojamiento está muy limpio y el desayuno buffet que nos preparaba todas las mañanas, exquisito. Por primera vez encontramos españoles, una pareja de catalanes alojados también allí. Desde que habíamos desembarcado en Porto Torres no nos habíamos cruzado con ninguno y eso nos llevaba a preguntarnos dónde estaban los cientos de coches que habían llegado con nosotros... ¡misterio aún hoy día no resuelto!

Como aún era temprano decidimos acercarnos a Palau, para no ir tan perdidas por la mañana y de paso cenar algo. Palau es una pequeña villa con un puerto muy activo lleno de barcos y compañías que hacen la excursión a La Maddalena. 


Palau


En Palau tuvimos la que creo que fue la única experiencia negativa del viaje: nos sentamos a cenar en la terraza de un bar del puerto y cuando el camarero nos preguntó qué queríamos le contestamos en español (como habíamos estado haciendo hasta ese momento sin ningún problema). Entonces el camarero nos dijo lo siguiente: "estamos en Italia, así que en italiano y si no, en francés o en inglés". Einnnn? Francés e inglés sí y español no? Mal sabía él que tanto mi amiga como yo éramos profesoras de inglés y además dominábamos el francés después de haber pasado las dos seis años trabajando en Marruecos, así que empezamos a hablar mezclando ambas lenguas. El tío se marchó adentro para hacer el pedido, con el rabo entre las piernas y con muy malos modos. Mi amiga decidió en ese momento que no quería cenar en un sitio así, por lo que fue al interior para decirle que anulaba el pedido y que nos íbamos.

Nos fuimos, y como no hay mal que por bien no venga, acabamos en un restaurante estupendo, eso sí, bastante más caro, en el que nos trataron de maravilla y en el que además comí el mejor risotto de marisco que he probado jamás.





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