Lunes y Martes, 26-27/06/2023 (aclaro que parte de las fotos que aquí se incluyen fueron tomadas por Mati y Pilar):
Tánger
Última etapa de nuestro viaje. Teníamos por delante dos días aún para disfrutar del país.
Nos alojamos en el Hotel Rembrandt, muy bien situado para acercarse a la medina y a otras partes más modernas de la ciudad, próximo al hermoso paseo marítimo y, sobre todo, con una enorme piscina de la que pudimos disfrutar.
Atrás quedaba Chaouen, en donde nos despidieron con un abundante desayuno en la terraza del riad.
Lo primero que hicimos al llegar fue disfrutar de esa gran piscina...
... Y unas cervezas bien frías.
Ya refrescadas, fuimos hasta el Cabo Espartel. Es un cabo de la costa norte de África, situado en la entrada sur del Estrecho de Gibraltar, a 14 km al oeste de Tánger. 44 km al norte, el cabo de Trafalgar marca la entrada norte del estrecho en la costa europea.
El promontorio domina el mar desde una altitud de 315 m. Debajo del promontorio, las olas del Océano Atlántico han excavado cuevas, donde los habitantes de la región acudían antaño a tallar las piedras de molino. Actualmente estas "cuevas de Hércules" son una atracción turística.
En el cabo Espartel, a 110 m sobre el nivel del mar, hay un faro, que comenzó a funcionar el 15 de octubre de 1864. Su construcción fue ordenada por el sultán Mohamed IV a petición de los representantes consulares de las potencias europeas, alarmadas por los muchos naufragios que ocurrían en el cabo.
Antaño, se conocía este cabo como cabo Ampelusia. Y, como vemos por las fotografías superiores, aquí confluyen las aguas del Mediterráneo con las del océano Atlántico. También es conocido este lugar por haberse desarrollado la batalla del Cabo Espartel, uno de los primeros enfrentamientos del inicio de la Guerra Civil española, en septiembre de 1936.
Esta zona costera de Tánger, llena de acantilados, playas y bosques con vegetación autóctona forma parte de la Reserva Natural del Cabo Espartel. Se trata de un entorno que, a pesar de albergar zonas urbanizadas, está protegido y mantiene su esencia natural.
Los turistas y locales suelen frecuentar estos parajes para disfrutar de unas vistas preciosas y unas puestas de sol únicas en esta parte del norte de Marruecos. Así que nosotras buscamos un chiringuito para poder contemplar la de esa día.
Aquí nos pasó una anécdota muy curiosa. Después de movernos de una mesa a otra y, cuando, por fin, nos habíamos acomodado, no sé a quién se le ocurrió pensar que, a lo mejor, no aceptaban tarjetas y lo cierto era que nos quedaba muy poco efectivo en el fondo. Y ya habíamos pedido. Recurrimos a un marroquí que estaba sentado muy cerca y que hablaba perfectamente español para que preguntara si era posible pagar con la tarjeta. Nos dijo que no tras consultar con quien parecía el propietario. Ya íbamos a marcharnos cuando el dueño nos dijo el importe de lo que habíamos pedido y entonces nos dimos cuenta de que nos llegaba lo que teníamos. Así que nos quedamos. De todas formas, el dueño ya nos había dicho que no importaba si no teníamos efectivo, que ya le pagaríamos otro día...
Después de cenar, nos situamos en el frente para presenciar la puesta de sol (por cierto, que el dueño nos obsequió con una fuente de melón que no habíamos pedido)
Teníamos una visita guiada el martes por la mañana. De todas las que hicimos durante el viaje, esta fue la más floja, el guía no daba la sensación de tener muchas ganas de andar bajo el sol y mucho menos de hablar. Partimos del Zoco Grande, el centro neurálgico de Tánger, donde se reúnen todos los turistas y locales para tomar algo en una de sus múltiples terrazas o simplemente para sentarse en un banco y ver la vida pasar. A su lado, el Jardín de la Mendoubia, un oasis de paz en el medio de todo el ajetreo.
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Zoco Grande |
Tánger ha tenido siempre una importancia estratégica entre África y Europa desde la época de los fenicios. Según la tradición mitológica grecorromana, Tingé era la esposa del gigante Anteo, que fue vencido y muerto por Hércules. La leyenda pasó a la mitología bereber, según la cual Tánger fue construida por un hijo de Tingis, Sófax, en donde Tingis sería la esposa del héroe bereber Anteo.
Históricamente, la zona parece haber estado habitada ya durante la prehistoria. Se constatan restos de la presencia fenicia, quizá por su excelente puerto. Desde el siglo IV a. C. aparece como factoría comercial cartaginesa. Hacia los años 40 a. C. es municipium romano. Sabemos que Calígula dividió en dos la antigua provincia de Mauretania: Mauretania Caesariensis y Mauretania Tingitana (esta con capital en Tingis). Tras las reformas de Diocleciano, en el 296 d. C., toda la Mauretania Tingitana pasó a depender de la Dioecesis Hispaniarum y, por tanto, de la Prefectura de las Galias.
Tras los vándalos y formar parte del Imperio Bizantino y del Reino Visigodo, con Muza pasó a dominio árabe. Tras muchas vicisitudes que se pueden consultar en cualquier libro de Historia, con disputas entre ingleses, franceses, italianos y españoles, en 1906, en la Conferencia de Algeciras, se estableció la partición del sultanato de Marruecos en dos zonas de influencia, francesa y española. Y en 1912 se crearon los Protectorados español y francés.
Sin embargo, en 1923, España, Francia y el Reino Unido firmaron un acuerdo en París, el Protocolo de Tánger, por el que se establecía la zona internacional de Tánger bajo el dominio de las tres potencias. Posteriormente se incorporaron Bélgica, Países Bajos, Portugal, Suecia e Italia. Incluso la Unión Soviética fue admitida al terminar la Segunda Guerra Mundial. Así se formó una sociedad cosmopolita en la que musulmanes, judíos y cristianos convivían con ejemplar respeto. Se convirtió en refugio de hombres y mujeres de las más distintas tendencias políticas, morales e ideológicas, entre ellos españoles tanto de izquierdas como de derechas, judíos que habían huido de la Alemania nazi y nacionalistas marroquíes.
Las tropas de Franco ocuparon Tánger desde 1940 a 1945, hecho que no fue aceptado por los demás países, con excepción de Alemania. Con la victoria aliada, el ejército español se retiró y declaró Tánger ciudad abierta, volviendo entonces a ser de nuevo un condominio. Con la independencia de Marruecos, en 1956, se inició el proceso político de desmantelamiento del gobierno internacional de la ciudad. En 1960, tropas marroquíes entraron en la ciudad y la incorporaron a Marruecos.
Aunque pueda no ser necesaria esta explicación, me pareció importante hacer un pequeño resumen histórico, porque de esta forma se puede entender mejor el carácter único de esta bella ciudad al norte de Marruecos. Actualmente, con unos 950 000 habitantes, sigue conservando su aire cosmopolita.
Y precisamente, por su desarrollo histórico, sus calles, hoteles y cafés pueden presumir de haber visto pasar artistas como Tennessee Williams, Samuel Beckett y Jean Genet. En sus palacios también se vivieron fiestas locas, como las de Barbara Hutton o Malcolm Forbes. La luz de la ciudad ha inspirado a Matisse y su misterio a Paul Bowles.
Hay muchísimas cosas que ver en Tánger, por eso habíamos recurrido a la visita guiada. Sin embargo, el recorrido, como ya hemos dicho, fue muy limitado.
Entramos por una estrecha calleja con escaleras al Mercado Central. Yo hubiera preferido entrar en la Medina por la puerta Bab el Fas. Una zona que mis amigas tendrán que ver en otro viaje.
Muy difícil caminar entre tanta gente. El lugar está dividido por secciones, pero el olor a fruta, verduras, especias y flores se entremezcla con el olor a carne y pescado, lo cual a veces no resulta demasiado agradable.
Del Mercado salimos a la Rue d'Italie.
Es una calle que se sitúa al norte de la plaza 9 de abril y al oeste de la Medina. Aquí hay gran cantidad de tiendas y, sobre todo, pastelerías. Pero lo que más destaca son las fachadas de las casas, que recuerdan el algo decadente estilo colonial francés, con colores ocre y marrón y balcones de madera, hierro forjado y piedra.
A través de las callejas que siguen a continuación nos acercamos a lo que iba a ser el centro de la visita: la Kasbah de Tánger.
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Bab el-Assa |
La verdad que fue un paseo muy agradable por el interior de esta fortaleza, disfrutando de la arquitectura de las casas palaciegas, calles con preciosas buganvillas, puertas y ventanas de tonalidades intensas...
El primer punto en el que nos detuvimos fue el Palacio de Dar-el-Makhzen (Morada del Tesoro). Es un palacio histórico del siglo XVIII. Sirvió como residencia de los sultanes de Marruecos durante sus estancias en la ciudad. Se levantó durante el reinado de Moulay Ismail, después de la expulsión de los ingleses de la ciudad. Precisamente se construyó en la parte más alta, en donde anteriormente habían tenido su sede los gobernantes británicos y, anteriormente, los portugueses.
Como se ve en el vídeo, el palacio presenta una fachada blanca y almenada sobre la plaza de la Alcazaba. Sirvió como lugar de exilio del último sultán de Marruecos, Moulay Hafid, después de su abdicación forzada por el Protectorado Francés de Marruecos.
En la actualidad, el Palacio sirve como sede del Museo de las Artes Marroquíes.
Casi al lado, se alza la Mezquita de la Kasbah. Es la más antigua de la ciudad. Posee un hermoso minarete octogonal. Destaca la entrada, con un bonito artesonado de colores marrones.

En el interior de la kasbah hay talleres tradicionales, como este telar que se ve a través de una puerta abierta.
Sus callejas son rincones de gran belleza.
Caminando, llegamos a la Plaza de la Kasbah. Es el punto más alto y el que mejores vistas ofrece, tanto del puerto como de la Medina o del Estrecho de Gibraltar.
Abandonamos la kasbah siguiendo al guía, que ya se había despedido de nosotros. Terminó la visita antes de tiempo y sin haber cumplido todo el itinerario que se había ofrecido. Es cierto que hacía mucho calor y que nosotras podríamos haber visitado por nuestra cuenta la Medina, pero decidimos regresar al hotel para comer y disfrutar de la piscina. Lo dicho, mis amigas tienen aún mucho que ver en Tánger.
Antes de llegar a la base, nos detuvimos frente a esta casa, inmensa y lujosísima en su interior. Aquí se daban fiestas en las que participaban artistas, políticos y gente venida de todo el mundo. Pertenecía a Barbara Hutton, cuyo tercer marido fue el actor estadounidense Cary Grant. Se dice que el actor intentó construir una vida normal con Hutton, pero la inestabilidad de ambos personajes terminó por arruinar la convivencia marital.
Barbara emigró a París y luego a Tánger. Aquí adquirió este palacete, llamado Sidi Hosni, que ocupó como residencia de veraneo desde 1948 hasta 1975. Sus suntuosas fiestas y su costumbre de agasajar a sus invitados con carísimos regalos, junto con sus obras filantrópicas en favor de los pobres marroquíes, acabaron por mermar su inmensa fortuna.
Por la tarde, decidimos volver al Cabo Espartel, esta vez para visitar las Grutas de Hércules, situadas a 5 km del mismo. Su nombre hace alusión al mito griego o romano. La leyenda cuenta que el héroe descansó en esta cueva tras separar la tierra que unía Europa y África. A cada lado habría situado una columna: en la Península Ibérica sería el Peñón de Gibraltar y en la parte africana podrían ser el Monte Hacho o el Monte Musa. Tras dormir en la gruta, continuó con las tareas que se le habían asignado.
Dejando a un lado las leyendas, estas grutas fueron utilizadas por la población local con distintas intenciones. De sus paredes se extraían materiales para hacer ruedas de molino, como ya señalamos anteriormente. Con ellas se hacían prensas para obtener aceite. Malas lenguas cuentan, además, que se usaron como burdel a comienzos del siglo XX.
Una vez que pagas la entrada, atraviesas una verja de hierro y accedes a una estancia amplia con paredes talladas (no solo por la acción de los elementos sino también por la del hombre). Al fondo, la gran atracción: la grieta que semeja un mapa de África.
A la belleza natural de este lugar, se añade la restauración que se ha llevado a cabo, especialmente en materia de limpieza e iluminación. Esta última da un aire dramático y sugerente al conjunto.
Según se sale de la cueva, a mano derecha, se abre otro recinto, este construido por el hombre, pero que también merece la pena visitar.
En el interior de la cueva sonaba música y enseguida descubrimos a un hombre que, muy amablemente y a cambio de una propina, se dejó fotografiar con nosotras en una escena muy divertida:
En 2018, se presentaron en el Café Hafa autoridades locales con una excavadora para demoler parte del emblemático lugar. Parece ser que se habían realizado reformas sin los permisos de construcción pertinentes y sin la aprobación de la entidad que gestiona los edificios de interés en Tánger. Afortunadamente, el clamor popular y la buena disposición del actual dueño permitieron que, solo dos semanas después, el café volviera a abrir.
Nuestro viaje había llegado a su fin. Marruecos se coló hondo en el corazón de mis compañeras de viaje (también de Enrique) y estamos seguras de que, más pronto que tarde, volveremos.
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