Martes, 20/06/2023 (aclaro que parte de las fotos que aquí se incluyen fueron tomadas por Enrique):
Dejamos Marrakech temprano, porque por delante teníamos unas cuantas horas de camino hasta llegar a Ouarzazate, donde dormiríamos esa noche. Recuerdo que la primera vez que hice ese trayecto, comentamos que era necesario hacer nuevas carreteras, ya que todo eran curvas, subidas, tramos insufribles en los que no se podía adelantar durante kilómetros... Hoy, las cosas han mejorado algo y se está trabajando intensamente en renovar y ampliar las carreteras del país. Pero, claro, hay que lidiar con los numerosos trozos en obras...
La primera parada fue en el alto del Tiz N'Tichka. Es el paso de carreteras más alto del Norte de África, con 2260 m de altura. Su nombre, que proviene de la unión de varias palabras en amazigh, significa "paso de montañas difícil". Como vemos en el mapa, es el enlace, a través del Atlas, entre Marrakech y Ouarzazate, considerada esta última la puerta del desierto.
Como veis en la fotografía y el vídeo superiores, es una carretera de curvas cerradas, que suele ser frecuentada por grandes camiones que no superan los 30 km por hora. En invierno, es muy fácil que esté cubierta de nieve o hielo y que la neblina lo cubra todo impidiendo la visión.
Pasamos un ratito aquí, curioseando de puesto en puesto y comprando algunos recuerdos.
Kasbah de Telouet
A unos 4 km de aquí, hay un cruce a la izquierda que nos lleva a la Kasbah de Telouet o de Glaoui. Está a 1630 m de altitud.
No es una kasbah muy popular entre los turistas, pero yo la conocía de una visita anterior. El nombre hace referencia al pueblo en el que se encuentra y también al último señor feudal que vivió allí con su familia: el Thami el Glaoui, Pachá de Marrakech, que fue todo un personaje del pasado más reciente de Marruecos. Gobernó en el Atlas con mano de hierro e hizo tantos enemigos como fortuna.
Sus intrigas familiares y palaciegas derrocaron a dos sultanes que habían llevado a la quiebra al país, lo que habría facilitado la llegada del protectorado francés. A otro sultán, la familia Glaoui lo había rescatado de una tormenta de nieve en el año 1893. Este, como agradecimiento, los nombró cadis de toda la región, uno de los lugares estratégicos en la ruta de las caravanas. De esta forma, amasaron una fortuna, ejerciendo el control en los derechos de paso en las minas de sal.
Durante el protectorado, Thami el Glaoui estableció muy buenas relaciones con los mandatarios de gobiernos europeos, a los que ayudó a controlar las revueltas nacionalistas, enemistándose incluso con sus propios hijos, por ir en contra de las tradiciones bereber e islámica, y también con Mohamed V, que gobernaba de forma pasiva durante el dominio francés. De hecho, conspiró con los franceses para que este se exiliara e intentó ser nombrado rey de Marruecos.
Cuando Mohamed V volvió de su exilio en Madagascar y recuperó su trono, Thami el Glaoui se vio obligado a arrodillarse a sus pies. Poco después de su muerte (se rumoreó que fue asesinado por orden de Mohamed V), el rey desterró a la familia y les expropió sus bienes. De ahí que la kasbah esté hoy día en una situación ruinosa.
Al aparcar, se nos ofreció un guía que hablaba muy bien español. Aceptamos, aunque la verdad la visita se puede hacer por tu cuenta, ya que queda muy poco en pie y en cualquier libro puedes encontrar información sobre este edificio.
El aspecto deteriorado del exterior puede hacer pensar que hay poco que ver, pero nada más lejos de la realidad.
La parte más antigua de la Kasbah es del siglo XVIII.
El guía nos explicó que, si prestamos atención, veremos que la puerta es doble y que hay dos llamadores. Cada uno de ellos produce un sonido diferente. Así, los habitantes de la casa sabían si llamaba un conocido o un extraño, o si se trataba de un hombre o una mujer. ¡Curioso!
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En las fotos, se aprecia la kasbah en su época de esplendor. Estaba pintada de blanco |
En las habitaciones que se han conservado, los azulejos, las cerámicas, los estucos, los techos de madera de cedro pintados con alegres colores, entre los que predomina el verde, nos dejan con la boca abierta, quizá porque en ningún momento, viendo el exterior, te puedes imaginar una decoración tan exquisita.
La luz entra mayoritariamente por la claraboya del techo que hay sobre el patio central, de forma que al entrar en las habitaciones que lo circundan vas como un poco a ciegas y lentamente te acostumbras a la penumbra para descubrir los detalles de las paredes, techos y suelos.
Tuvimos que esperar un poco para movernos tranquilamente para hacer fotos, ya que estaban realizando una grabación. Una chica india habló amablemente con nosotros y nos explicó que estaba acompañando al grupo, que estaba realizando un tour por el país para hacer un reportaje y dar a conocer lugares emblemáticos. Claro que lo que no nos dijo es que habían iniciado la grabación sin pedir autorización a las autoridades pertinentes. De eso nos enteramos, porque, de repente, sin apenas darnos cuenta, estábamos presenciando una acalorada discusión entre unos hombres que, de no ser por la intervención del guía y alguno más, hubiese llegado a las manos.
Subimos a la terraza, desde donde hay una bonita panorámica del valle y también del estado lamentable de la mayor parte de la kasbah.

Al bajar, inevitablemente, nos vimos arrastrados a una cooperativa de alfombras hechas a mano que está instalada en unas casas anexas a la kasbah. Pilar consiguió sacar una alfombra preciosa, por la que pedían 800 euros, en 450. La verdad que no les hizo mucha gracia a los vendedores, porque es cierto que la alfombra llevaba mucho trabajo, pero prefirieron venderla que no hacer caja (desde la pandemia están viviendo una situación muy difícil)
Después de un buen rato ahí, seguimos camino hasta Ait Ben Haddou, pero antes pasamos por uno de los maravillosos palmerales de la zona.
Ksar de Ait Ben Haddou
Pocos kms antes de llegar a Ouarzazate, nos detuvimos en el Ksar de Ait Ben Haddou. Un ksar es un pueblo fortificado de origen bereber que contiene numerosas kasbahs en su interior, hechas con materiales tradicionales como adobe o madera. Ait Ben Haddou es el Ksar más conocido de Marruecos y, probablemente, uno de los monumentos más fascinantes del país. Fue reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987.
Nos detuvimos primero a comer en un restaurante que estaba a tope de excursionistas.
Ensalada de pasta Kefta con huevos Pinchos de pollo
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Cous cous de pollo |
Después, bajo un sol abrasador, cruzamos el puente que separa el pueblo del ksar. El río estaba totalmente seco.
Yo me quedé a la entrada del poblado (ya había subido a la parte superior una vez y con el calor que hacía no me apetecía repetir la experiencia). Ellas y Enrique se adentraron en sus callejas. Pero, no mucho después, las tres estaban de vuelta (tampoco les había apetecido hacer la subida y se habían quedado un rato charlando con la señora que vendía las entradas, que, además, les enseñó su kasbah). Solo Enrique disfrutó de las maravillosas vistas que se aprecian desde lo alto.
Ait Ben Haddou toma su nombre de su fundador, Ben Haddou, que, según la leyenda, estableció aquí una tribu en el año 757. Dicen que su tumba está enterrada bajo la ciudad. Las construcciones del ksar actual pertenecen al siglo XVII, cuando el poblado cobró importancia estratégica en el norte de África. Y es que se trataba de una parada muy importante en la ruta de los comerciantes entre Marrakech y el Sahara para las caravanas que transportaban oro, plata y especias por las rutas transaharianas que desde hacía mil años unían los territorios que hoy son Marruecos, Ghana, Mali, Níger o Sudán.
Enrique pudo comprobar que el conjunto es un verdadero laberinto de calles y casas de adobe que se elevan en torno a un cerro. La parte más cercana al río estaba vinculada a las clases más pudientes, cerca de la mezquita, donde las casas podían alcanzar las cinco plantas de altura. Las murallas protegen todavía el conjunto monumental. Desde lo alto, en los restos de la torre del homenaje, se consigue una visión incomparable de este paisaje desértico sobre el que solo las cumbres del Atlas rompen la monotonía.
El pueblo actual desde el ksar
Este lugar es tan especial que incluso forma parte de la historia del cine. Aquí se han rodado muchas películas que han sido grandes éxitos en Hollywood. Por ejemplo, Lawrence de Arabia, Sodoma y Gomorra, Jesús de Nazareth, la Joya del Nilo, 007: Alta tensión, La última tentación de Cristo, la Momia, Gladiator, Alejandro Magno, el Reino de los cielos, Babel, Prince of Persia, Juego de Tronos...
Antes de dejar Ait Ben Haddou tomamos un té en un recinto gestionado por una cooperativa de mujeres.
Seguimos viaje y en muy poco tiempo llegamos a Ouarzazate.
Ouarzazate
Como ya dijimos, se conoce a esta ciudad como "la puerta del desierto". No es un destino especialmente turístico, pero cada vez se está haciendo más popular, no solo por sus impresionantes paisajes sino también por su importancia en la industria cinematográfica.
Situada a 1160 m de altitud, está rodeada por una cordillera de montañas y es un punto de partida clave para aquellos que quieran explorar los oasis del sur de Marruecos.
En la ciudad hay varios estudios de cine. El más grande y conocido es Atlas Studios. Allí los llevé y yo me quedé esperándolos en la cafetería del Hotel Óscar, situado en el mismo recinto.
Terminada la visita, Enrique decidió quedarse esa noche en el Hotel Óscar, a pesar de tener una reserva en una kasbah cercana a la nuestra en el Oasis de Fint. ¡Chico listo! Imaginó que por el bajo precio no debía de ser gran cosa y, total, nosotras teníamos que pasar de nuevo por Ouarzazate al día siguiente para seguir camino.
Nosotras seguimos hasta el Oasis de Fint. Yo había hecho una reserva ahí, porque conocía el lugar y me hacía ilusión dormir en un sitio así. Pero... ¡mi gozo en un pozo! El oasis casi no tenía agua...
Tuvimos la suerte de ver la puesta de sol y el color de las rocas que rodean el oasis. Porque lo del alojamiento... Cada vez se hacía más difícil seguir la pista, incluso tuvimos que cruzar un pequeño riachuelo (la poca agua que había en la zona)...
Por fin llegamos. La Terrasse des Délices se nos presentó como un lugar un tanto tenebroso. Un hombre se asomó a lo alto de las escaleras para indicarnos dónde debíamos dejar el coche y nosotras quedamos aterradas ante el número de escalones que tendríamos que subir con las maletas.
No sé si fue el instinto o qué, pero decidimos primero subir para hacer el registro y luego bajar a por el equipaje. Cuando llegamos arriba, vimos a la izquierda un grupo de hombres sentados alrededor de la piscina (que tenía muy buena pinta) y, a la derecha, al que nos había hablado, también sentado junto a otro en un banco pegado a la fachada. Tardó un momento en levantarse y, cuando le dijimos que teníamos una reserva y que queríamos hacer el check-in, se quedó mudo... nosotras sin saber qué hacer. Por fin, reaccionó y nos dijo que mejor nos enseñaba primero la habitación.
Y nos llevó a una habitación que estaba sin hacer, las toallas tiradas por el suelo, el baño asqueroso... por supuesto que dijimos que allí no nos quedábamos. Entonces nos ofreció otra que resultó ser claustrofóbica de lo pequeña que era. Finalmente, nos llevó a otra más grande, pero la sensación de suciedad lo embargaba todo. Así que dijimos que no se molestase en enseñarnos más, que nos íbamos. Preferíamos perder el dinero de la reserva que quedarnos allí. Afortunadamente, le expliqué a Booking lo que había pasado y no nos cobraron nada.
Pili en la base de las escaleras hacia el lado del oasis El oasis visto desde la terraza
En resumen, que llamamos a Enrique y le pedimos que preguntara si había habitaciones disponibles en el Hotel Óscar. Como la respuesta fue afirmativa, allá que nos fuimos muertas de risa.
Y a descansar... que al día siguiente había que continuar.
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