viernes, 7 de julio de 2023

Junio, 14-29 de 2023: 15 días por Marruecos (Mati, Pilar Fajardo, Pili y María. Se une Enrique) - Parte 3- OUZOUD/MARRAKECH

Domingo, 18/06/2023, y lunes, 19/06/2023:


Ouzoud - Domingo


Dejamos Casablanca en dirección a Marrakech. Pero no fuimos por la autopista, que es el camino más fácil y directo. Como Pili estaba deseando conocer el Atlas, me pareció más interesante ir hacia Beni Mellal, para luego visitar las Cascadas de Ouzoud y llegar, finalmente, a Marrakech.


El Atlas de Marruecos es un sistema montañoso que recorre todo el noroeste de África, desde Túnez y pasando por Argelia, a lo largo de 2400 km. Su pico más alto es el Toubkal, con 4167 m, ya en territorio marroquí. Su población es mayoritariamente bereber.

El Atlas marroquí se subdivide en varias cordilleras: 

  • El Atlas Medio (cota máxima de 3356 m, con el Jbel Bou Naceur) 
  • El Alto Atlas (cota máxima de 4167 m, con el Toubkal)
  • El Pequeño Atlas o Anti-Atlas (cota máxima de 2712 m, con el Amalun Mansur) 

Beni Mellal es la capital de la provincia homónima y está situada entre el Atlas Medio y la llanura de Tadia, en el centro del país. No nos detuvimos en ella, porque no deja de ser una ciudad de unos 200 000 habitantes sin ningún atractivo particular (yo había pasado en ella varios días en los tiempos en que vivía en Marruecos). Así que continuamos rumbo a las Cascadas de Ouzoud



 
Alto en el camino
Al llegar a las cascadas, aconsejamos no detenerse en el primer parking que aparece, entre otras cosas porque, si sigues hasta el final, dejarás el coche, con suerte, a la sombra y, además, te librarás de los guías que se te ofrecen en esa primera parada, que son agobiantes y molestos. El chico que estaba en el último parking fue muy educado, correcto y, sin dudarlo, la persona ideal para acompañarnos en esta visita. Acordamos darle 200 dh (unos 20 euros) por su tiempo (tan agradable fue y tan servicial que, al final, le dejamos 300 dh) 

El guía nos dijo que había dos opciones para llegar a las cascadas: bajar por un camino con tramos de escalera o por un camino de tierra más empinado, más indicado si quieres sumergirte en el campo. Yo había hecho la visita por el lado de las escaleras, así que me incliné por el camino de tierra, además que el chico nos dijo que no era en absoluto peligroso.

Neveras naturales en los puestos que hay a lo largo del camino


  


En la zona hay cuevas supuestamente habitadas en la Prehistoria

Y la cascada iba apareciendo ante nuestros ojos... una caída de aproximadamente 110 m

Ouzoud es una palabra bereber que significa "oliva". Hace referencia a los cercanos olivos que bordean el camino por el que se accede a la parte inferior de las cascadas. En la cima de las cascadas hay una docena de antiguos molinos pequeños que todavía están en uso.

Siguiendo al guía, llegamos a una terraza que ofrece unas vistas estupendas de la cascada. Nos detuvimos un rato ahí para descansar y sacar unas fotos preciosas. También nos tomamos unos deliciosos zumos naturales de naranjas fresquitas que estaban en una nevera (esta, auténtica). Y bailamos un poco... había unos jóvenes de otro grupo muy marchosillos...


 

 

Después del descanso, seguimos bajando y las cascadas ya se ofrecieron ante nuestros ojos en todo su esplendor. 



Tuvimos la suerte de que era domingo y así pudimos ver las cascadas con todo su ambiente. Las familias y grupos de jóvenes van a pasar el día ahí para refrescarse cuando llega el intenso calor. 



En la foto superior, se ven del otro lado las escaleras que también sirven de acceso a las cascadas y que eran las que yo conocía. Así que me alegré un montón de haber descubierto una nueva perspectiva. 

El guía nos preguntó si queríamos ir en los barcos que te llevan justo a la base de las cascadas, pero, sinceramente, nos pareció mucho más interesante contemplar la escena desde las rocas próximas. 



 

Cruzamos a la otra orilla y Pili pudo sacarse la foto en donde hacía unas semanas se la había sacado su hijo Alberto, jejejejeje...


Las vistan eran impresionantes, pero tenemos que decir que esta cascada que vemos, el salto más elevado de Marruecos, con sus 110 m, es la primera y la más accesible de las siete que nacen en las no tan lejanas cumbres del Alto Atlas. Se pueden considerar como la cabecera del Ourika, un curso de agua que riega un fértil valle que desciende hasta el río Tensfit, ya en las inmediaciones de Marrakech. 

Y empezamos el regreso ascendiendo por las escaleras. De este lado, hay muchos negocios: restaurantes, alojamientos, tiendas y puestos de souvenirs... que han ido surgiendo para aprovechar el ingente número de visitantes que se acercan hasta aquí. Tenemos que resaltar, una vez más, la amabilidad del guía, que se fue deteniendo para que pudiéramos descansar (e incluso cargó con las dos botellas de agua que compramos para refrescarnos). En total, unos 500 escalones... Daban ganas de volver y tirarse al agua que, por cierto, no es que esté sucia, sino que contiene numerosas partículas de la tierra arcillosa característica de esta zona (son aguas del deshielo, por lo que están sorprendentemente frías, por mucho calor que haga)

En los alrededores, es frecuente encontrarse con macacos, que suelen acercarse sin miedo a los visitantes. Gente local te ofrece cacahuetes para que se los des y te hagas una foto por la que luego les tendrás que pagar, pero nosotras no lo hicimos. No nos parece responsable acostumbrar a los animales a pedir comida. Y mucho menos, explotarlos de esa manera.  


Acabadas las escaleras, el guía nos dijo que era el último punto desde este lado desde el que podríamos fotografiar las cascadas. 



Ya estábamos de nuevo en la cima y cerca del punto en el que habíamos iniciado el descenso por el camino de tierra, pero aún no habíamos llegado, por lo que, desde aquí, también podíamos observar excelentes vistas. 

Hotel de lujo en las cercanías de las cascadas

En lo alto de las cascadas

Desde aquí, el guía nos llevó a una de las muchas cooperativas de mujeres que se dedican a extraer el aceite de argán. Muy agradables. Compramos varios productos. 


Encantadas por la visita, pero cansadas, pusimos rumbo a Marrakech. Aquí las chicas tuvieron la oportunidad de vivir una de las experiencias que yo diría que casi ningún turista se atreve a vivir: comer en uno de los puestos de la carretera en los que tienen la carnicería, tú compras lo que quieres y luego, en el restaurante de al lado, te lo cocinan, normalmente a la brasa. Los cortes de la carne son maravillosos, pero claro, las moscas pululan por todas partes. Yo estoy acostumbrada a esos lugares, muchos años con mis amigos marroquíes viajando por el país... Al final, les encantó la comida, ensalada marroquí, lentejas y kefta... el postre, una bandeja de melón, vino de regalo (y todo baratísimo, ni a 7 euros llegamos por cabeza)


Decir que estaba exquisito es poco...

Fuimos directas al aeropuerto de Marrakech a recoger a Enrique, el hijo de Pili, que se nos unía en esta parte del viaje. Y de ahí, ya a la ciudad. Habíamos reservado otro riad en la medina al que, aparentemente, por el mapa, era muy fácil llegar, pero no contábamos con que las calles adyacentes estuvieran ocupadas por un mercado popular. Afortunadamente, los marroquíes son muy amables y nos ayudaron a salir del embrollo, dejar el coche en un sitio cerrado y llevar las maletas hasta el hotel con una especie de carretilla que ellos usan para transportar mercancía. 

Estupendo el Riad Spa Sindibad. Un poco de caos para el registro, pero luego todo fluyó a las mil maravillas. Mati y yo decidimos darnos un chapuzón en la piscina interior, Pilar se fue a descansar y Pili y Enrique, después de que este cenara allí, a pasear por la medina que, a esas horas, tenía ambientazo. Más tarde, Mati y yo, mientras tomábamos una copa (el gin tonic de Mati ni era gin tonic ni nada, jajajajjaa), tuvimos una agradable y profunda conversación con uno de los recepcionistas sobre si es posible o no que una mujer casada salga con amigos hombres sin que su pareja corra peligro, jejejejejeje...




Marrakech - Lunes


Increíble, pero cierto: ¡amaneció lloviznando! Parece ser que Enrique tiene algo especial para atraer la lluvia allá a donde va... Afortunadamente, la terraza en la que desayunamos estaba cubierta.


Un rincón del patio del riad


Teníamos una visita guiada de Civitatis y el punto de encuentro era muy cerca de la Koutoubia. Kike, Google en mano, nos fue guiando hasta allí, además ya se había recorrido buena parte del camino la noche anterior mientras deambulaba con Pili por la medina. A estas horas de la mañana, casi vacía... Por eso, se podían ver los talleres y tiendas de los artesanos con tranquilidad.





También se podían apreciar los detalles arquitectónicos que surgían aquí y allá.





A esas horas de la mañana, la medina aún era transitable. A medida que avanza el día, la acumulación de gente se hace insufrible, sobre todo porque, al mismo tiempo, tienes que dedicarte a esquivar todo tipo de vehículos, bicicletas, motos, carros tirados por burros, carretillas...



Llegamos a la famosa plaza de Jemaa el Fna. Nada que ver con la imagen que ofrece cuando cae el sol y se llena de puestos de comida populares y las atracciones más variopintas. Por la mañana, está tranquila y los puestos de zumos de fruta son los que más abundan. 


Alcanzamos el punto de encuentro justo a tiempo. Unos 20 españoles con un guía marroquí que hablaba perfectamente el español. Ese sería el caso de otros guías que conoceríamos después, con estudios superiores en español, que habían decidido dedicarse a este campo, porque las ganancias eran mucho mayores que si se dedicaran, por ejemplo, a la enseñanza. 

Marrakech es una de las ciudades más importantes del país. Cuenta con un millón y medio, aproximadamente, de habitantes. Está situada al pie del Atlas, a unos 466 m de altitud sobre el nivel del mar, y posee numerosos monumentos que son Patrimonio de la Humanidad. Fue fundada en 1062 por los almorávides, una dinastía bereber.

Está dividida en dos partes: el centro, con la gran medina o ciudad vieja y, fuera de las murallas, la ville nouvelle o ciudad nueva, construida por los franceses en los años del dominio colonial y hoy en continua expansión. Ambas partes se rigen por normas diferentes: en la medina está prohibido el consumo de alcohol y los edificios no pueden superar los tres pisos de altura. Sin embargo, hay reglas comunes que afectan a toda la ciudad, como, por ejemplo, que todas las construcciones tienen que ser de color rojo-ocre, el color natural de la tierra local, de ahí el sobrenombre de "ciudad roja". 

El guía nos explicó que nosotros no íbamos a ir a la parte nueva, sino que nos moveríamos por la medina, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1985. 
 
Y el primer monumento a ver sería la KOUTOUBIA. Los almohades consideraban que los responsables del imperio almorávide, del que Marrakech era su capital, se habían apartado de los preceptos del Islam y que, por tanto, su legado religioso, patrimonial y cultural, debía ser eliminado. Por eso, se decidió edificar sobre el gran solar del antiguo palacio una enorme mezquita. 


Destaca el minarete de la mezquita, construido en el siglo XII y magnífica representación del arte almohade (sirvió como modelo para la construcción de la Giralda de Sevilla, en España, y la torre Hassan de Rabat, en Marruecos). Nunca antes había reparado en todo lo que nos explicó el guía en ese momento:

El nombre de la mezquita proviene del árabe kutub, "libros". Esto hace referencia a los puestos de vendedores de libros que se situaban en las inmediaciones.  

De los restos que circundan al minarete, se dice que es lo que queda de la primera mezquita que fue derribada, porque no estaba perfectamente alineada con la Meca. Eso resulta no ser cierto, ya que los fieles, a la hora de rezar, podían dirigir su mirada en la dirección correcta. No había necesidad de destruir el edificio. De hecho, la segunda mezquita que se construyó en el sitio estaba todavía más desalineada con la Meca que la primera. Ambas mezquitas convivieron durante treinta años hasta que la primera quedó totalmente arruinada por el paso del tiempo. Hoy se cree que el motivo de construir la segunda mezquita fue que la primera no era lo suficientemente grande para acoger a todos los fieles.   

A la derecha, según se mira, y hacia la parte trasera, están los restos de la primera mezquita

El minarete fue construido con piedra arenisca y cubierto, originalmente, con yeso rosa marraquesí. En los años 1990, los expertos prefirieron exponer la piedra original y quitaron el revoco. Tiene 77 m incluyendo la aguja, que mide por sí misma 8 m de alto. Esta aguja posee bolas de cobre dorado de tamaño decreciente hacia lo alto, que según nos dijo el guía, representan las tres religiones que adoran a un solo Dios: la judía, la cristiana y la musulmana. Junto a la aguja, vemos un mástil que se usa para poner la bandera verde del profeta, cosa que hace el muecín todos los viernes y en ocasiones de festividades religiosas, según se dice para avisar a las personas sordas. De la decoración exterior de la torre, solo se conserva un cinturón de azulejos esmaltados en color verde.  

Para acceder a la parte superior, en lugar de escaleras, hay un sistema de rampas que incluso permite al muecín subir a caballo.

A propósito de las llamadas al rezo, que son cinco, el guía nos explicó el motivo de ese número (lo justificó por el hecho de que, antiguamente, al no haber relojes, era preciso avisar a la gente de los distintos momentos del día): la primera llamada se corresponde con el salir del sol, la hora de levantarse y empezar la jornada, ir al trabajo; la segunda se hace al mediodía, recordando que es la hora de comer; la tercera, a media tarde, para indicar que hay que ir finalizando el día y regresar a casa; la cuarta, al ocaso, para avisar de que hay que cenar, y la quinta, para que la gente se retire a dormir antes de la medianoche.

El número cinco es importante en el Islam. De hecho, cinco son los preceptos básicos que todo musulmán debe cumplir: la profesión de fe (solo hay un Dios y Mahoma es su profeta), la oración cinco veces al día, la limosna, el ayuno durante el mes de Ramadán y la peregrinación a la Meca. 

Cerca de la Koutoubia, se halla el famoso y lujoso Hotel de la Mamounia, lugar en el que se han alojado artistas y políticos renombrados en todo el mundo. 

Escondido entre esos jardines que hay detrás de Mati está el hotel

Por un momento, caminamos por fuera de las murallas de Marrakech para poder volver a entrar por una de sus puertas más famosas (hay 19): Bab Agnaou

Es el lugar más fácil para llegar a las
Tumbas Saadíes y el Palacio El Badi. Data del siglo XII y era la entrada a la medina por la parte meridional. Es la última sin restaurar que queda de la época de los almohades.

El guía nos explicó el significado de la palabra "Agnaou". Parece ser que deriva de "Agnaw", de la misma familia semántica que "Gnaoua", y designaba a hombres sordos y mudos, término usado para referirse a los no bereberes (gentes que no pueden entender ni hablar el idioma), como los negros del África Subsahariana. Se adoptó, pues, este nombre, por la ubicación de la puerta, que mira al sur, al África Subsahariana, a la "tierra de los negros".  
  
En cuanto a su ornamentación, presenta un arco de herradura en medio de una fachada de piedra y ladrillo, decorada con inscripciones coránicas y motivos florales y geométricos. Es muy simple y distinta a las puertas de las dinastías posteriores, que tienden a estar cargadas con columnas decorativas y azulejos.

Junto a ella, uno de los mejores spas de la ciudad, según el guía. 


Y no muy lejos, el barrio judío.
 
Una de las características de los edificios del barrio judío es que tienen balcones


Hicimos una pausa en esta pequeña placita y el guía introdujo el café con leche "nas nas" a los miembros del grupo. 

Por fin, llegamos al Palacio Bahía. Es un palacio del siglo XIX, lleno de belleza y encanto. De hecho, fue construido por los mejores artesanos de la época, bajo el mandato del Gran Visir Ba Ahmed Ben Moussa, quien lo erigió para su uso personal. El visir era un esclavo negro que había logrado ascender a lo más alto de la escala social. Sus descendientes continúan desempeñando un papel clave en la vida política de Marruecos. Uno de sus nietos, Chakib Benmoussa, ha ocupado varios puestos junto al actual rey de Marruecos. El visir, descrito como un hombre bajo y gordo, parece ser que era extremadamente cruel y que gobernó el país con un régimen dictatorial. Por eso, cuando murió, en 1900, sus esclavos y concubinas saquearon el palacio y su familia tuvo que huir precipitadamente de Marrakech. 



Entramos primero a un patio de gran colorido, conocido como el Pequeño Riad. Es la parte más nueva del conjunto y está compuesta por un pequeño jardín central rodeado por varias estancias. Aquí el visir recibía a los miembros del gobierno.  
  
Escuchando las explicaciones del guía

Parece ser que el palacio lleva el nombre de una de las esposas del visir, la favorita. Bahía significa "la hermosa", "la brillante". En él, habitaban sus cuatro esposas y sus 24 concubinas, además de sus hijos. Tenía 160 habitaciones y apartamentos ricamente decorados, así como una mezquita, una escuela coránica, un harén, un baño, establos, jardines y un huerto irrigado por la cuenca central.   

Detalle de uno de los techos
Esta fotografía me trajo un pequeño disgusto con una francesa que a narices quería sacarme de allí para hacer ella una foto. Llegó a empujarme y mi grupo la increpó duramente

Los techos tienen forma de naves invertidas


Como la mayor parte de los palacios árabes, la Bahía no posee una estructura precisa, sino que se construyó poco a poco sin un plan global, como un conjunto de callejones y laberintos alternando los riads con los patios y los jardines de cipreses, jazmines, naranjos, olivos y fuentes, a medida que la ambición y los caprichos de su propietario lo llevaban a comprar parcelas y casas contiguas para transformar las habitaciones en pasillos y los jardines en estancias. Aquí el guía nos explicó que, para ser riad, una vivienda tiene que tener jardín; si solo tiene fuente, no es un riad, sino un dar, y si tiene ambas cosas se trata de un dar riad.   

Cada techo es más sorprendente que el anterior

Desde esta primera parte, cuya decoración sorprende por esos artesonados de cedro policromado, en la que estaba el Gran Tribunal, además de esos preciosos jardines moriscos, pasamos a un patio intermedio completamente blanco. 


Y de ahí llegamos al Gran Patio. En su origen, aquí se encontraban los establos hasta que se convirtió en el harén de Bou Ahmad, con una superficie de 1500 metros cuadrados. Está pavimentado con mármol de Carrara, posee tres fuentes y está rodeado por un conjunto de columnas de estilo italiano. 


El Gran Patio da acceso a las habitaciones de las concubinas y niños. Y en un lateral se abre la entrada a las estancias privadas del visir, el Gran Riad que se estructura alrededor de un jardín de planta cuadrada. Destacan los enrejados, así como las vidrieras, únicas en el Magreb, hechas con materiales importados de Irak. Aquí se estableció el General Lyautey cuando ocupó el palacio como lugar de residencia durante el protectorado francés. 
 








Nos volvimos a reunir con el guía, que nos había dejado tiempo para recorrer el recinto y hacer fotos, y seguimos con la visita a las estancias privadas del visir. 


En la fotografía superior, vemos el salón de té en donde el visir pasaba las veladas con su favorita. Se dice que tenía un grupo de músicos a los que había quitado la vista para que no pudieran ver lo que él y la favorita hacían mientras ellos tocaban. 


Acabamos la visita de este impresionante palacio habiendo visto solo un tercio de su extensión. En la actualidad, la parte privada es residencia real y se utiliza para recibir dignatarios extranjeros. 

El tour terminó con una visita a una herboristería en donde nos informaron de las propiedades de un montón de productos. ¡Cómo no! Salimos cargadas de hierbas, aceites y cremas, jejejejeje...


Comimos en un restaurante popular de la plaza Jemaa el Fnaa. Aquí probaron la Pastella, una especie de empanada semidulce con un relleno de pollo con almendras. 


Después de comer, recorrimos la medina y el zoco, en donde, como era de esperar, nos topamos con los típicos vendedores pesados que no te dejan ir ni a la de tres. Si ellos no tienen lo que buscas, van a preguntar a las tiendas vecinas y, cuando te das cuenta, tienes a media medina detrás de ti. Yo acabé verdaderamente cabreada y recordé por qué no me gusta Marrakech (cualquier otra medina de Marruecos es mucho más agradable que esta, en donde están tan acostumbrados a que los turistas vayan a comprar que se creen con todo el derecho del mundo a manejarte a su antojo) 




Menos mal que terminamos la tarde en el bar del hotel Les Jardins de la Koutoubia, que nos había recomendado una amiga de Pilar. 



Hubo quien acabó el día en la piscina del riad. 


Al día siguiente teníamos que salir temprano camino de Ouarzazate. Es cierto que hay más cosas que ver en Marrakech, pero ya se habían hecho una idea de la ciudad más conocida de Marruecos.






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