Chiyoda
El jueves decidí recorrer la zona de Chiyoda, que también se ve en el mapa superior. Nada más salir de la estación, me encontré con el edificio de la Universidad de Hosei.
El concepto de universidad en Japón no coincide exactamente con el nuestro. Aunque aquí cada vez son más las universidades privadas, cuando hablamos de universidad, no sé por qué, todavía pensamos en las universidades públicas. Y las imaginamos con sus campus, rodeadas de jardines o espacios verdes. En Japón hay muchas universidades privadas que se alzan en un edificio cualquiera de cualquier calle. Es el caso de la universidad de Hosei.
Su historia comenzó en 1880 como una Escuela de Derecho. Dirigida desde 1883 por Gustave Boissonade, su organización se fue transformando y en 1889 se convirtió en Escuela de Estudios Franceses. En 1920, se organizó como universidad privada. En los años 2017 y 2018 fue la segunda universidad japonesa en número de solicitantes.
Hosei tiene tres campus principales: Ichigaya, Koganei y Tama. Las ciencias se estudian en el campus de Koganei. El resto de estudios se reparte entre los otros dos.
Cuando caminas por calles secundarias, la tranquilidad es la norma.
Cerca de esta universidad, se encuentra el Santuario Yasukuni. En la gran plaza en la que se alza el santuario, se halla la estatua de Omura Masujiro. Líder y teórico militar japonés del período Bakumatsu, está considerado como el "padre" del ejército imperial japonés. Creó una fuerza militar moderna a imagen del sistema francés del momento.
La estatua de bronce en su honor fue construida por Okuma Ujihiro y colocada cerca de la entrada del santuario Yasukuni.
Este santuario sintoísta es el lugar en donde se honra a los caídos por Japón en sus guerras. Por esa razón, es un motivo de controversia constante, ya que se le relaciona con el nacionalismo japonés. De hecho, genera grandes tensiones entre Japón y sus vecinos China y Corea del Sur. Incluso dentro de la propia sociedad japonesa, especialmente el 15 de agosto de cada año, cuando se conmemora el aniversario del rendimiento de Japón en la Segunda Guerra Mundial.
Este santuario se creó en 1869 para honrar a los caídos por la parte del gobierno central en el conflicto que enfrentó a las fuerzas del emperador Meiji contra los partidarios del shogun. En total, 2.5 millones de soldados fallecidos son honrados en el santuario. Sin embargo, la inclusión de 14 criminales de la Segunda Guerra Mundial de la Clase A, en 1978, provocó que el propio emperador dejara de visitar el santuario y que este pasara a ocupar la primera página de los medios de comunicación.
Desde entonces, ha habido visitas al santuario que han contribuido a aumentar esta controversia. En concreto, las visitas de algunos primeros ministros japoneses, sobre todo Nakasone y luego Koizumi. La última visita registrada de un ministro japonés fue la de Abe en diciembre de 2013, que también recibió protestas de China y Corea del Sur.
Estas visitas también causan controversia interna, porque la visita de Nakasone en 1978 se hizo a título oficial, si bien las restantes se han hecho a título personal, y la constitución japonesa establece una separación clara entre el estado y la religión.
De todos los soldados fallecidos por Japón, sin duda los más famosos y los que han causado la mayor controversia son 14 de los 28 criminales de guerra de Clase A que fueron consagrados en octubre de 1978. Tras la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, en los juicios de Tokyo se juzgaron los crímenes cometidos por los japoneses, estableciendo tres tipos en función de la gravedad de los crímenes cometidos. Los criminales de Clase A eran aquellos que habían conspirado para comenzar una guerra y que serían juzgados por crímenes contra la paz, como el general Tojo, que fue primer ministro japonés durante la mayor parte de la guerra y, quizás, la figura más conocida de todos los criminales de guerra de la Clase A.
Estos criminales de guerra no murieron en combate, sino que fallecieron en prisión o fueron ejecutados pero, pese a ello, sus espíritus podían ser consagrados en Yasukuni como Kami, porque las condiciones para ello eran, además de ser japonés, haber muerto de forma relacionada con la vida de la nación. Para muchos coreanos, chinos y taiwaneses e incluso para muchos japoneses, la inclusión de estos japoneses criminales de guerra de la Clase A era, y sigue siendo, una ofensa contra la humanidad y una celebración de estos criminales de guerra.
La consagración de estos criminales se hizo en secreto y hasta abril de 1979 no se hizo pública. De hecho, el sacerdote sintoísta que los consagró, Matsudaira Nagayoshi, había sido teniente en la armada imperial y rechazaba la legitimidad del tribunal de los Juicios de Tokyo.
Es también un hecho notorio que el emperador Hirohito, que había visitado el santuario en varias ocasiones, dejó de hacerlo tras la inclusión de estos criminales.
En el santuario no hay tumbas. Solo la lista con los nombres, orígenes, fechas de nacimiento y los lugares en donde murieron hombres, mujeres y niños que se han sacrificado por su país y el emperador desde 1853, independientemente del rango o posición social. Para la religión sintoísta, los espíritus de los difuntos son deidades, por lo que el templo es una especie de refugio para las almas y no un monumento conmemorativo.
Los japoneses creen que el respeto por los muertos se expresa al tratarlos de la misma manera que cuando estaban vivos. Por lo tanto, en el santuario Yasukuni, todos los días se realizan rituales para ofrecer comida a los espíritus nobles y palabras de reconocimiento.
En cuanto al santuario en sí, es un enorme complejo de edificios y jardines que merece la pena una visita sin prisas para captar la atmósfera de paz y tranquilidad, así como su belleza.
Como todo santuario, Yasukuni cuenta con la típica puerta sagrada japonesa llamada Torii, que consta de dos postes que sostienen un tercero en horizontal. La primera que se ve era la más grande de Japón cuando se erigió en 1921, con 25 m de alto y 34 m de ancho, pero es una copia de la original, que fue destruida. Esta conduce a un camino bordeado de árboles que se cierra con una segunda puerta Torii más pequeña, pero al mismo tiempo la más grande hecha de bronce. La estatua de Omura Masujiro está entre ambas, en el medio de la plaza.
La puerta principal, llamada Shinmon, está construida por completo con madera de ciprés. Cada una de sus hojas está pintada con crisantemos amarillos de un metro y medio de diámetro. Al entrar, se accede a un gran jardín de cerezos ubicado frente al santuario.
Antes de pasar por la puerta, hay que purificarse en la pila de granito que se halla a la izquierda. Este lavabo pesa más de 18 toneladas y fue ofrecido por los japoneses que vivían en EE.UU. en 1940. El cartel indica la forma en que hay que proceder para realizar la purificación.
A la izquierda hay dos edificios que contienen oficinas, mientras que a la derecha se ve un pequeño teatro Noh en el que se realizan representaciones en honor a las almas de los caídos en la batalla.
Al pasar una tercera Torii de ciprés, nos encontramos frente al salón principal, decorado con una gran cortina blanca pintada con crisantemos estilizados, símbolo del emperador. Enfrente hay una caja de madera para las ofrendas. Aquí se puede asistir a algunos rituales, tanto religiosos como civiles en homenaje a las deidades ancestrales veneradas en el santuario.
Para hacer la ofrenda, la gente echa una moneda, hace una profunda reverencia, da dos palmadas, hace otra pequeña reverencia y se va dejando atrás su oración.
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Detalle de uno de los laterales del santuario |
A la derecha hay una gran sala de espera y otro edificio para acoger a los numerosos peregrinos, más de 5 millones al año. Después de pasar por el salón principal, se llega a otro patio que precede al verdadero santuario. Data de 1872, pero se restauró en 1989. En él residen las deidades ancestrales, es decir, las almas de los difuntos. Sin embargo, los turistas no pueden entrar.
A la derecha del teatro Noh, está el Museo Militar de Yushukan. Expone varios artefactos y documentos relacionados con la actividad militar japonesa desde el comienzo del período Meiji hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. El museo, cuya entrada es gratuita, se fundó en 1882 y es el primer museo de Japón de tema militar, además del más antiguo. El edificio de dos pisos muestra, entre otras cosas, un avión de combate, una locomotora de vapor y recuerdos de soldados fallecidos, como las cartas del frente. En el segundo piso hay un cine donde se proyectan documentales sobre el santuario y sobre Japón.
Junto al museo se encuentran los archivos del templo, frente a los cuales se puede ver un monumento dedicado a mujeres y niños que perdieron a sus maridos y padres, mientras que en el lado opuesto hay tres estatuas en honor a los caballos, perros y palomas mensajeras que murieron en la guerra.
Continuando hasta el final del patio, al pasar por un pequeño aparcamiento, verás a tu derecha un cuadrilátero de sumo, la lucha típica japonesa.
A la izquierda, en cambio, se encuentra el Jardín del Estanque Sagrado, uno de los más célebres y bellos de todo Japón, creado al comienzo de la era del emperador Meiji. Es muy agradable darse un paseo por los alrededores del estanque y disfrutar de su cascada en un entorno tan sereno y sugerente que nos recuerda la montaña.
En el jardín, hay también tres encantadoras salas de té abiertas al público y, continuando hasta la parte de atrás del Santuario Principal, vemos un precioso edificio donado por el emperador Hirohito. En él están escritos, sobre papel japonés hecho a mano, los nombres y los datos de los caídos en batalla venerados en el templo. Hay dos pequeños santuarios de madera: uno dedicado a los muertos no japoneses y otro, proveniente de Kioto, que fue el primero construido en honor de los caídos en la batalla.

Desde el santuario Yasukuni, me dirigí a los Jardines del Palacio Imperial. Es increíble el poco tráfico que hay incluso por las grandes avenidas.
El primer parque, el de Kitanomaru.
Es un parque público, localizado en Chiyoda, al norte del Palacio Imperial de Tokyo. Esta zona era la situada más al norte del Castillo Edo, una antigua residencia imperial construida en 1457 y destruida completamente por dos incendios devastadores, en 1657 y 1873, respectivamente. El parque está rodeado en su totalidad por fosos y fortificaciones defensivas de piedra que pertenecían al antiguo castillo.
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Puerta de entrada Tayasu-mon |
Actualmente, podemos ver en el parque el Nippon Budokan, un campo de deportes techado que también se utiliza como lugar para distintas actuaciones, el Museo de Ciencia y el Museo Nacional de Arte Moderno de Tokyo.
El parque es de gran belleza, con montones de caminos entre frondosos árboles y lugares para tumbarse en la hierba.
Y de nuevo tocó cruzar la calle para seguir hacia los jardines del este del Palacio Imperial. Sin tráfico.
Accedí a los jardines por la puerta Kita-hanebashi-mon (Puerta del Puente Levadizo del Norte).
Los Jardines Orientales del Palacio Imperial ocupan más de 210 000 metros cuadrados y están ubicados en el lugar en el que, antiguamente, se encontraban los dos muros defensivos más internos del castillo de Edo. En el recinto también se encuentra la casa de té de Suwano, el Museo de las Colecciones Imperiales y el departamento de música y la sala de conciertos de Gakubu.
Se conservan los cimientos de la antigua torre del castillo, que se completó en 1638 y que, lamentablemente, quedó totalmente destruido poco después por un enorme incendio que asoló toda la ciudad. Actualmente, se puede subir a lo alto de las ruinas para disfrutar de las vistas panorámicas de los jardines imperiales.
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Vistas desde la torre
Los edificios que se hallan al otro lado del jardín son modernos y funcionales, pero sin excesiva altura. Tampoco están pegados unos a otros dando sensación de aglomeración.
En uno de los extremos del jardín se alza la Torre Fujimi-Yagura, desde la que dicen que, en días claros, se ve el monte Fuji.
 | Vistas de la ciudad desde uno de los miradores de los jardines |
Ya en la salida de los jardines se puede apreciar el gran contraste que existe entre la puerta, que nos hace retroceder a otra época, y los edificios de la calle, que nos devuelven al tiempo presente.
Desde la puerta Ote-mon, tirando hacia la derecha por Uchibori dori, vemos en otra esquina del recinto imperial la Torre Edojo Sakurada Tatsumi-yagura.
Esta Torre, situada junto al foso de Kikyo-bori, era una torre de protección. El foso, como se puede ver, está lleno de plantas acuáticas.
Si seguimos andando, acabamos en la famosa Plaza del Palacio Imperial.
Desde sus jardines, se puede ver una esquinita del Palacio Imperial. El puente de hierro de Niju-Basi da acceso a ese lado del palacio. En realidad, se ha convertido en la entrada principal, puesto que la anterior es la que ahora da entrada a los Jardines Orientales y esos terrenos fueron cedidos por el emperador para uso del público en general.
Paseando, se alcanza la estatua ecuestre de Masashige Kusunoki.
Este personaje fue un samurai del siglo XIV de la provincia de Kawachi. Luchó para el emperador Go-Daigo. Parece ser que fue un brillante táctico y estratega. Defendió dos fortalezas clave en Akasaka y Chihaya, lo que ayudó a Go-Daigo a regresar brevemente al poder. Sin embargo, otro general, Ashikaga Takauji, traicionó a Go-Daigo. Ashikaga lideró un ejército contra Kusunoki y el resto de los leales al Emperador. Kusunoki sugirió a este que se escondiera en el sagrado monte Hiei y permitieran a Takauji tomar Kyoto. Después, ellos bajarían de la montaña y atraparían a Ashikaga.
Go-Daigo, sin embargo, no quiso dejar la capital. Insistió a Kusunoki para que se enfrentara a las fuerzas de Ashikaga en el campo de batalla. Kusunoki aceptó la estúpida decisión del Emperador, lo que se consideró un gran ejemplo de lealtad. Dejó su poema de muerte a su hijo Masatsura y, aún sabiendo que iban a ser derrotados estrepitosamente, hizo marchar a su ejército hacia una muerte casi segura. La batalla fue un desastre táctico, a Kusunoki solo le quedaron 73 de los 700 jinetes originales y estaban rodeados. Se suicidó junto a su hermano Masasue, 11 miembros cercanos del clan y otros 60. Según la leyenda, las últimas palabras de su hermano fueron Shichisei Hokoku, algo así como "ojalá tuviera siete vidas para darlas por mi país", con lo que Kusunoki estuvo de acuerdo.
Y así terminó esta primera excursión por mi cuenta a un barrio de Tokyo. |
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