viernes, 15 de octubre de 2021

Octubre, 07 al 13, 2021: Viaje a Ávila y a Aranjuez (Chus, Pili y María - con incorporación de Luis en algún caso) - Parte 1

 Viernes, 08/10/2021 (Chus, Pili y María) y Domingo, 10/10/2021 (Pili y María)

Visita a Aranjuez    


Aprovechando que estábamos en Pantoja (Toledo) después de dejar a Pili y a su madre en Aranjuez, decidimos hacer una visita a esta preciosa villa que yo conocía muy de pasada y que se sitúa al sur de la Comunidad de Madrid, a orillas del río Tajo. 


El Sitio Real de Aranjuez cobró impulso en el siglo XVIII bajo la monarquía de los Borbones. Por aquel entonces, la Corte recorría los Sitios Reales a lo largo del año y se establecía en cada uno de ellos dependiendo de 
la estación en la que se encontraban. Con Felipe V, primer rey que introdujo la dinastía francesa en España, se inició el cambio de la villa para convertirse en algo muy distinto de lo que había planeado su fundador, Felipe II, a quien se deben los primeros desmontes, trazados de avenidas y plazas ajardinadas y, sobre todo, las canalizaciones para el regadío que han hecho de Aranjuez el vergel que hoy es. 

Felipe V disputa el trono español, vacante tras la muerte sin descendencia del último Austria, Carlos II el Hechizado, al archiduque Carlos de Habsburgo. Tras la Guerra de Sucesión, Felipe V se instala en el trono. Había sido criado en la Corte de Francia y estaba acostumbrado a disfrutar de las mansiones de recreo típicas de aquel país, por lo que decidió transformar sus dos sitios reales preferidos en España: la Granja de San Ildefonso y el Real Sitio de Aranjuez. El primero fue creado de nueva planta al estilo de Versalles. El segundo lo había heredado de los Austrias y estaba en un hermoso paraje que merecía todos los esfuerzos de las arcas reales.

Felipe V mantuvo la rutina de pasar tiempo en cada uno de los sitios reales según la época del año. Así, pasaba el invierno en el Palacio del Pardo. Volvía a Madrid para presidir los actos de Semana Santa y en abril ya se encaminaba con la Corte a Aranjuez, donde pasaba toda la primavera. En la estación veraniega, a partir de la festividad de San Juan, que marca el solsticio de verano, la Corte cruzaba la sierra del Guadarrama y se instalaba en la Granja de San Ildefonso para librarse de los rigores de la canícula y de las muchas epidemias que se producían con la llegada del calor. En otoño, el sitio elegido era el Escorial.

Felipe V era melancólico e hipocondríaco, por lo que la estancia en los sitios reales, lejos de Madrid, era su mejor terapia. En concreto, en Aranjuez, disfrutaba de la caza, la pesca, los paseos a caballo y la música. Así, después de diez años de reinado, decidió abdicar en su hijo, el que sería por un breve tiempo Luis I de España, ya que su muerte prematura obligó a su padre a volver al trono. 

Felipe V muere en 1746 y su sucesor, Fernando VI, casado con Bárbara de Braganza, centra todo su interés en Aranjuez (frente a su padre que parecía haber sentido preferencia por la Granja de San Ildefonso). En la primavera de 1748, se declaró un gran incendio, parece ser que originado en las cocinas, que destruyó una buena parte del palacio, lo cual aceleró los deseos del monarca de ampliar y mejorar el Sitio de Aranjuez. En 1750 dio la orden a Santiago Bonavía, el arquitecto real, de que remodelara el palacio y trazara una villa de nueva planta para solucionar, de una vez por todas, el problema del alojamiento de los cortesanos. Con ello, procuraba complacer los deseos de su esposa, a la que le gustaba organizar festejos, sobre todo el día de San Fernando, santo del rey y, por tanto, fiesta grande en el Real Sitio. 

En 1759, Carlos sucedió en el trono a su hermano Fernando, que había muerto sin descendencia. Carlos III era hijo de Felipe V y de su segunda esposa, Isabel de Farnesio, que por fin veía cumplidas sus expectativas de ver sentado a uno de sus vástagos en el trono de España. Este monarca venía de Nápoles, en donde se había criado, y enviudó muy pronto, a los 44 años, después de haber tenido 13 hijos con su amada esposa, María Amalia de Sajonia. Este hecho lo convirtió en un solitario y acabó con las costumbres refinadas de los cortesanos, a las que se habían acostumbrado con el anterior monarca. Adiós a los conciertos, a los paseos en falúas y a todos los deleites inventados por Farinelli. Al rey solo le interesaban la caza y la experimentación agrícola y ganadera. Le apasionaban los perros de su jauría y los cientos de miles de cepas distintas que vigilaba de cerca en sus cortijos de Aranjuez. También se preocupó de mejorar la villa: se construyeron vías de comunicación, puentes, canalizaciones de riego, así como importantes edificaciones civiles, religiosas y fabriles.

A Carlos III le sucedió su hijo Carlos IV en 1788. En 1808 se vio obligado a abdicar en su hijo Fernando, que subiría al trono con el nombre de Fernando VII el deseado. Pero antes, añadiría un elemento muy importante al Real Sitio de Aranjuez: la Casita del Labrador, además de dirigir personalmente la remodelación de los jardines. 

Después de la Guerra de la Independencia y durante todo el siglo XIX, hasta 1890, la monarquía no perdió la costumbre de pasar todas las primaveras en Aranjuez.

En cuanto a la historia de la ciudad en sí misma, fue en 1750, como ya hemos dicho, que Fernando VI encargó a Santiago Bonavía su trazado. El italiano presentó una planta sencilla y reticular que, una vez urbanizada, fue llenándose de un conjunto de edificios y servicios para abastecer a la nueva población. Así tenemos noticias de la calle de las Tahonas o de Postas y de la calle del Almíbar, como bautizaron a la que alojaba a los reposteros. Los artesanos y los comerciantes que acompañaban siempre a la Corte fueron los que primero se beneficiaron de las licencias de construcción que el rey cedía gratuitamente a quien quisiera edificar. Tenemos también noticia de un gran mercado cubierto junto a la iglesia de San Antonio que estaba formado por varios edificios y sostenido por pilastras cuadradas. Bonavía, para dulcificar la disociación entre el Palacio y el pueblo, trazó la gran plaza de San Antonio en la que construyó, en su lado sur, la iglesia que tenía la doble función de, por una parte, presidir el espacio excesivamente amplio de la plaza y, por otra, el de atender a las demandas de los cortesanos que deseaban un nuevo templo, porque la capilla del palacio era demasiado pequeña. 

Iglesia de Santo Antonio

Este templo presenta una planta central de geometría circular abrazada exteriormente por una galería porticada de cinco arcos de medio punto decorada con pilastras toscanas y graderío. El cuerpo de la iglesia está estructurado en altura por dos niveles de balaustrada de cantería, uno como remate superior de la galería de acceso conformando un primer nivel de terraza, destacando en su eje principal un frontispicio y en las esquinas cuatro pináculos esbeltos con forma piramidal, mientras que el otro nivel de balaustrada, como coronación del cuerpo cilíndrico, está rematado en su zona centro por un escudo con las armas reales también en cantería y piñas alargadas sobresalientes. Por encima de este nivel, la cubierta del cuerpo central está formada por una bóveda esférica y una linterna cilíndrica de importantes dimensiones rematada por una bóveda con forma de cebolla y pináculo central. 

Las galerías de arcos que unen a través de soportales esta capilla con la Casa de los Infantes, por un lado, y con las Casas de Caballeros y Oficios, por otro, se construyeron después de morir Bonavía en 1767, cuando era Jaime Marquet el arquitecto mayor del Sitio Real. La construcción es de fábrica de ladrillo, salvo en huecos y cornisas, que es de piedra de Colmenar.

Por lo que se refiere a la plaza en la que está situada la iglesia, es conocida como plaza de la Mariblanca, debido al conjunto escultórico conocido como la fuente de la Mariblanca (cuyo nombre real es la fuente de Venus) que decora el extremo norte de la plaza. 


Este conjunto monumental tiene como principal icono a la diosa Venus (en Grecia, Afrodita), una de las doce divinidades olímpicas. Según la mitología griega, esta diosa nació al unirse el mar con la espuma formada por el esperma de Urano (el cielo) después de que Saturno (Cronos) le cortara los testículos. Suele representarse montada en una concha. 



Esta fuente tenía como misión suministrar a la villa el agua traída por las cañerías de Aldegüela, Aljibejo y Menalgabia, que entonces estaban siendo construidas por Bonavía como parte del proyecto. Se encargan al escultor Juan Domingo Olivieri las esculturas de tres leones, dos de ellos con una bola entre sus garras y un tercero sujetando un castillo. También se le encarga una escultura de Fernando VI que se coloca mirando hacia el Puente de Barcas, todas ellas ejecutadas en mármol de Carrara. 

Su hermano Carlos III ordena retirar la estatua y encarga al escultor Juan Bautista Reyna una representación de Venus que esculpe en el duro y blanco mármol de la cantera de la Estrella, a unos 30 km de Aranjuez. Dos años después esta será colocada orientada hacia lo que posteriormente serían los jardines de Isabel II.

Estatua de Isabel II niña en los jardines a los que mira la estatua de Venus

Así pues, en la fuente se enlazan dos proyectos arquitectónicos y dos lecturas iconográficas. Lo que es evidente es que no era del agrado del "mejor alcalde de Madrid" encontrarse a su desequilibrado hermanastro esperándole a las puertas de Aranjuez en sus frecuentes visitas. 


Alrededor de 1831, Fernando VII ordenó la rehabilitación de la fuente y del sistema de cañerías a su arquitecto mayor, Isidro González Velázquez. Las obras se prolongaron hasta 1836. Se sustituyó la planta triangular por una circular elevada por medio de escalones y flanqueada por pilares que sostenían cadenas. A modo de basamento se construyó un cilindro con tres hornacinas que alojan sendos surtidores representando "amorcillos" a lomos de unos tritones que vierten agua sobre unos pilones adosados. También se intercalan otros tres surtidores con rostros de sol sobre los leones esculpidos por Olivieri. La parte superior del basamento muestra un conjunto ornamental formado por salamanquesas (o lagartos), ranas (o sapos) y caracolas marinas, quizá en un intento de acercar las criaturas del mar a las dulces aguas que riegan las huertas y jardines.


Aranjuez es mucho más que su palacio. De hecho, pasear por sus calles es una delicia, con sus bellos edificios e iglesias. Nosotras, antes de llegar a la plaza de San Antonio (plaza de la Mariblanca o plaza de la Libertad), pasamos por la Iglesia de Nuestra Señora de las Angustias, patrona de la villa. 




No pudimos verla por dentro, porque estaba cerrada. También conocida como la iglesia de Alpajés, se inició su construcción en 1681 y fue en 1690 cuando se colocó la inscripción de la fachada que indicaba que se había completado su planta, restando por construir la capilla mayor. Tiene planta de cruz latina. Su nombre, Alpajés, deriva del antiguo barrio medieval del mismo nombre que fue absorbido durante el ensanche de Aranjuez en el siglo XVIII. 

Posee una fachada de sobrio estilo barroco con elementos de arquitectura clásica, realizada en ladrillo y piedra blanca de Colmenar. La cúpula octogonal es obra del arquitecto y escenógrafo italiano Santiago Bonavía, con la colaboración de Alejandro González Velázquez. En su exterior aparece el escudo heráldico de Carlos II con la fecha de 1690. En su interior destaca la figura del Sagrado Corazón de Jesús. 

Parece ser que durante la Guerra Civil, especialmente cruenta en Aranjuez, se perdieron numerosos vestigios religiosos de siglos pasados, entre ellos la talla de Nuestra Señora de las Angustias. Concluida la contienda, se inició la reproducción de la imagen pagada mayormente con donaciones de los vecinos ribereños. El día 1 de septiembre de 1940 se anunció que la nueva talla de la Virgen de las Angustias estaba concluida, saliendo en procesión por primera vez durante la Semana Santa de 1941.

Descendiendo por la calle de las Infantas se llega al Palacio Real, no sin antes pasar por el Palacio de Osuna y el Palacio de Godoy, situados a mano derecha. También vemos el Palacio de Isabel de Farnesio, convertido hoy en Centro Cultural. En un principio fue diseñado por el arquitecto francés Jaime Marquet por encargo de Fernando VI para albergar las caballerizas y las habitaciones de la servidumbre de Bárbara de Braganza. Las obras se prolongaron hasta el reinado de Carlos III, quien lo destinó al servicio de su madre, Isabel de Farnesio, segunda esposa de Felipe V. En 1808 el edificio quedó muy dañado a raíz de un incendio, por lo que años después Fernando VII encargaría su reconstrucción. En 1886, la reina regente María Cristina lo destinó a Colegio de Huérfanas de Infantería, uso que se mantuvo hasta 1972, momento en el que el edificio fue abandonado y vendido, lo que provocó un proceso de expolio y destrucción de elementos y revestimientos valiosos. A finales del siglo pasado se llevaron a cabo obras de rehabilitación, modificándose la distribución de los espacios interiores, manteniendo la disposición de los patios, para transformarlo en un Centro Cultural dotado de auditorio, biblioteca, archivo y sala de exposiciones. 

El Palacio de Osuna o Palacio de Farinelli (el cantante de la corte de Fernando VI y favorito de su esposa, Bárbara de Braganza) es un edificio de estilo neoclásico construido en 1751. Farinelli había llegado a España en agosto de 1737 e iba a quedarse solo unos meses, pero acabó viviendo casi 25 años como músico de la corte de Felipe V y posteriormente de su hijo Fernando VI. A la muerte de este último cayó en desgracia y fue desterrado por Carlos III en 1760. El inmueble pasó a ser propiedad de la Corona durante 20 años antes de ser adquirido en 1787 por los novenos duques de Osuna que encargaron su ampliación a Juan de Villanueva entre 1787 y 1795. Un incendio, ocurrido el 2 de mayo de 2018, destruyó la cubierta del inmueble y provocó que el tejado se derrumbase sobre la planta superior. Actualmente hay una parte que sigue en ruinas y otra que se ha convertido en viviendas, conservando curiosos patios y jardines traseros. 

El Palacio de Godoy fue la residencia del favorito de Carlos IV y testigo importante de los sucesos del Motín. Posteriormente fue establecimiento hotelero (Hotel Pastor) y después colegio de la congregación religiosa de la Sagrada Familia, cosa que sigue siendo hoy día. 

El Motín de Aranjuez ocurrió entre el 17 y el 18 de marzo de 1808 por las calles de esta localidad. La guerra contra Inglaterra (1796-1802) había provocado graves problemas económicos a España, ya que los ataques a las flotas indianas tuvieron como consecuencia la falta de materia prima proveniente de América. Tras la derrota de Trafalgar en 1805, la oposición al gobierno recayó principalmente en las clases bajas, si bien había también un gran descontento entre la nobleza. Por otra parte, la impaciencia del Príncipe de Asturias por reinar (el futuro Fernando VII), la acción de los agentes de Napoleón, las intrigas de la Corte (donde cada vez eran más los partidarios del Príncipe frente a los desmanes de Manuel Godoy y las relaciones de este con la reina, María Luisa de Parma), así como el temor del clero a las medidas desamortizadoras, iban creando un ambiente propicio a la sublevación. 

La presencia de tropas francesas en España, en virtud del Tratado de Fontainebleau (1807), se había convertido en algo amenazante y, sin estar respaldadas en absoluto por el Tratado, habían tomado diversas ciudades españolas: Burgos, Salamanca, Pamplona, San Sebastián, Barcelona y Figueras. El total de soldados franceses acantonados en España ascendía a unos 65 000, que controlaban no solo las comunicaciones con Portugal, sino también con Madrid y la frontera francesa. La presencia de estas tropas terminó por alarmar a Godoy. En marzo de 1808, temiéndose lo peor, Godoy llevó a la familia real a Aranjuez para, en caso de necesidad, seguir camino hacia el sur, hacia Sevilla, y embarcarse para América.

El 17 de marzo de 1808, tras correr por las calles de Aranjuez el rumor del viaje de los reyes, una pequeña multitud, dirigida por miembros del partido fernandino (nobles cercanos al Príncipe de Asturias) se agolpó frente al Palacio Real y también frente al Palacio de Godoy (palacio que, en realidad, era propiedad del Rey, porque Godoy se lo había vendido en 1803, aunque hubiese seguido habitándolo). El motín perseguía la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV en el príncipe Fernando. 

La esposa de Godoy, María Teresa de Borbón y Vallabriga, y su hija, Carlota Luisa, que también se encontraban en la vivienda, fueron conducidas al Palacio Real, mientras que Godoy permaneció escondido en un cuarto de alfombras hasta que el día 19 por la mañana lo encontraron los Guardias de Corps y lo trasladaron en medio de una nube de golpes. El rey abdica en su hijo ese mismo día. A raíz de lo ocurrido, Carlos IV escribió una misiva a Napoleón en la que le pedía ayuda para recuperar el trono usurpado por su propio hijo. Esto sirvió para confirmar a Napoleón que la monarquía española era muy débil, lo que lo llevó a decidir la invasión de España. 

Por lo tanto, podemos decir que los acontecimientos de Aranjuez fueron el principio de la agonía del Antiguo Régimen en España. El pueblo había sido manipulado, pero su intervención fue decisiva, no solo porque consiguieron la renuncia de un ministro odiado, sino también la renuncia de un soberano y el acceso al trono de un nuevo rey, legitimado por la voluntad popular. El precio fue caro: la sangre vertida el 2 de mayo y más tarde en toda la Guerra de la Independencia, la pérdida de los virreinatos americanos y un reinado de Fernando VII nefasto y que acabaría en la Primera Guerra Carlista. 

Aunque pueda parecer que he dado una clase de historia, no es así. Todo es importante para entender una villa que fue eje central de la vida española, especialmente en los siglos XVIII y XIX. Visitar sus monumentos es comprender los hechos que tuvieron lugar y que, de un modo u otro, nos han llevado hasta nuestros días. 

Este primer día de visita, después de pasear un poco por los jardines del Parterre y de la Isla, nos dirigimos a través de la Plaza de Parejas a una típica taberna en la que comimos. 


Fachada del Palacio Real hacia la Plaza de Parejas

El nombre de esta Plaza se debe a una especie de baile a caballo en el que 48 caballeros iban divididos en cuatro filas encabezadas por uno de los hijos del rey y en el que, desfilando disciplinadamente, se cruzaban y entrecruzaban formando parejas a modo de baile, torneo y desfile militar. La Plaza está enmarcada al fondo de esta imagen hacia su izquierda por la Casa de los Fogones, a donde se trasladaron las cocinas después del incendio. Y por la Casa de Oficios y Caballeros del lado desde el que se tomó la fotografía. 

Chus junto a la canalización del río Tajo que se construyó junto a la fachada norte del Palacio Real para que Bárbara de Braganza pudiese escuchar el rumor constante del agua, semejante al de las olas del mar, que tanto echaba de menos de su Portugal natal




Soportales de la Casa de Oficios y Caballeros

Como ya dijimos al hablar de la Plaza de Mariblanca, estos edificios ocupan el lateral occidental de la Plaza de Parejas, por un lado, y el oriental de dicha Plaza de Mariblanca, por otro. Al final de los bellísimos soportales, enlazan con la iglesia de San Antonio a través de las galerías de arcos que ya comentamos. 

En estas viviendas se alojaban el personal de mantenimiento y administración del Sitio Real, así como el séquito que acompañaba a los monarcas en su desplazamiento a la villa en primavera. Fue proyectada por Juan Herrera en 1584, prolongándose su construcción durante todo el siglo XVII. Se concluyeron en el siglo XVIII, período en que se da fin a la Casa de Caballeros (1767) sobre los planos de Gómez de Mora y bajo la dirección de Santiago Bonavía y sus sucesores Marquet y Serrano.

 
El domingo, ya solo Pili y yo, hicimos dos visitas guiadas: una por la mañana al Palacio y otra, por la tarde, a parte de los jardines, además de visitar el Museo de las Falúas. 


Palacio Real de Aranjuez    


El domingo, a las 10, estábamos en la cola de entrada para visitar el palacio Pili y yo. Y pudimos hacerlo de milagro, gracias a la buena voluntad de María, la guía de Civitatis. El caso es que yo había hecho las reservas, tanto para el palacio por la mañana como para los jardines por la tarde, por Internet, pero no sé en qué estaría pensando que en la fecha había puesto el 24 de octubre y no el 10... Como por la mañana solo había 4 personas y por la tarde 6, María nos dejó incorporarnos sin problema. Agradecidas, y no solo por eso, sino también por su buen hacer como guía... muy interesante todo lo que contó. 



El Palacio Real de Aranjuez forma parte del paisaje cultural de la villa, declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO. Está rodeado por un total de 111,23 ha de jardines visitables y situado en una fértil vega en la confluencia del Tajo y del Jarama.

A raíz de la conquista cristiana, Aranjuez pasó a ser propiedad de la Orden de Santiago, cuyos grandes maestres tenían aquí un palacio en el emplazamiento del actual. A finales del siglo XV, en tiempos de Isabel la Católica, el cargo de Gran Maestre de la Orden quedó asimilado de manera estable a la persona del monarca y, de este modo, los territorios de Aranjuez pasaron a integrarse en el conjunto de palacios y casas de campo que constituían el patrimonio real.

Como ya dijimos, Felipe II se propuso convertir en realidad el proyecto de su padre, Carlos V de Alemania y I de España, de hacer de Aranjuez una gran villa de inspiración italiana. Más tarde, los Borbones no dejaron de desarrollar el esplendor del Real Sitio, que alcanzó su completo desarrollo bajo Carlos III y Carlos IV. Y puesto que Fernando VII e Isabel II continuaron visitando Aranjuez durante la temporada primaveral, el esplendor regio del Real Sitio de Aranjuez se mantuvo hasta 1870.

El Palacio Real de Aranjuez fue mandado construir por Felipe II sobre el emplazamiento del antiguo palacio de la Orden de Santiago. Debe su arquitectura a Juan Bautista de Toledo, que lo inició en 1564, y a Juan de Herrera, el arquitecto de El Escorial, quien solo llegó a terminar una mitad (en la foto inferior, la parte derecha según miramos de frente)


El edificio presenta rasgos característicos del clasicismo de los Austrias con alternancia de piedra blanca de Colmenar y ladrillo. 

El plan original fue continuado por el primer Borbón, Felipe V, en 1715. Pero fue su hijo Fernando VI el que lo terminó en 1752, siempre respetando el proyecto de Juan Bautista de Toledo, de ahí que no se adviertan diferencias en el conjunto a pesar de las distintas épocas de construcción. Estamos hablando de la fachada principal, porque Carlos III, en 1775, encomendó a Sabatini la ampliación de las dos alas que confieren al palacio su característica forma de U. El italiano también concibió el diseño de la verja de cierre, que no se colocó hasta 1973 (la ausencia de esa barrera podría explicar el éxito del famoso motín de Aranjuez de 1808)


La decoración de los salones oficiales que se permiten visitar es, principalmente, de la etapa de los Borbones. Entre ellos se pueden ver el Tocador de la Reina, el Salón de Baile, el Comedor de gala... y espacios tan sorprendentes y exóticos como la Sala de Fumar o Gabinete Árabe (de belleza exquisita) y el Gabinete de Porcelana o Gabinete Chinesco (toda una maravilla de filigranas). Lástima que no se permita tomar fotografías. 

El Gabinete Árabe está inspirado en la Sala de las Dos Hermanas de la Alhambra de Granada y fue construido entre 1848 y 1850 bajo la dirección de Rafael Contreras, restaurador del palacio nazarí. Tanto las paredes como la bóveda, que simulan azulejos, son de yeso esculpido policromado con decoración geométrica. En la cornisa figura reiteradamente la cifra de su mecenas Isabel II (Y2). La decoración andalusí se completa con divanes tapizados de damasco de seda carmesí y un velador de bronce y placas de porcelana pintados en 1835, obra de la Manufactura Real de Sévres y regalo del rey de Francia, Luis Felipe de Orleans, a la reina regente María Cristina de Borbón-Dos Sicilias. Destaca también en el conjunto la gran lámpara neogótica de bronce dorado que cuenta con 81 luces dispuestas en dos pisos, regalo del infante Don Francisco de Paula a su hijo el rey consorte (esposo de Isabel II), Francisco de Asís de Borbón (por cierto, que este era homosexual, por lo que ninguno de los 12 hijos de la reina llevaba su sangre, ni siquiera entre ellos tenían el mismo padre)

En cuanto al Gabinete de Porcelana o Gabinete Chinesco, fue la primera gran realización de la Real Fábrica de Porcelana del Palacio del Buen Retiro, diseñada y realizada por el equipo de Giuseppe Gricci y concluida en 1765. En torno a unos espejos se dispone una decoración prolija de chinerías dieciochescas, con figuras orientales, dragones, monos, frutos y diversos objetos entre una maraña de ramajes y cintas. De la bóveda, también de porcelana, pende una lámpara del mismo material que asemeja una palmera, con brazos en forma de raíces y un chino agarrado en su eje con un mono que lo imita. Las seis sillas lacadas con chinerías siguen el modelo inglés "reina Ana". Este suntuoso salón serviría como pieza de gabinete para el despacho de Carlos III y, posteriormente, como pieza de música para Isabel II, con un piano Collard que ahora se encuentra en la cámara de la reina. 

Además de estas dos impresionantes salas, resulta llamativa la escalera de entrada, en donde sí permiten hacer fotografías.




Esta escalera, construida dos décadas antes que la del Palacio Real de Madrid, no es la inicialmente contemplada por Pedro Caro Idrogo, arquitecto de Felipe V, que había pensado en una escalera elíptica, proyecto que se detuvo después de su muerte en 1732. En 1741, Santiago Bonavía, bajo el patrocinio de la reina Isabel de Farnesio (segunda esposa de Felipe V), retomó el proyecto, pero construyó una escalera más ancha y más alta con ayuda del ingeniero Verboom. La nueva escalera se completó en 1745, sin que se llegara a realizar la elaborada decoración de la bóveda. 

El 9 de febrero de 1851, Isabel II (última habitante del Palacio de Aranjuez), inauguró la tercera línea de ferrocarril en España, la cual conectaba Madrid y Aranjuez. El día de la inauguración, la locomotora y el convoy que llevaba a la reina y a su séquito llegaron directamente al vestíbulo del palacio, debajo de la escalera principal. Los últimos rieles de la línea estaban hechos de plata. Ese mismo año, la soberana encargó decorar el techo de la escalera con trampantojos, al estilo de las estaciones de ferrocarril de la época. Dicha decoración fue enfoscada en 1958, pues casaba mal con la pretendida solemnidad del franquismo. Fue restaurada en todo su esplendor en 2008.

Como se puede apreciar en las fotografías, una gran lámpara, la mayor del Palacio Real de Aranjuez y la primera de España a gas, ilumina la bóveda de la escalera con sus 200 luces.  

Con la entrada al Palacio se puede visitar el Museo de las Falúas, en el Jardín del Príncipe, en donde tampoco se permite sacar fotografías. Lo aconsejo a pesar de que es pequeño, pero resulta muy interesante imaginar los paseos reales por el río en esas barcazas profusamente decoradas. Podéis ver las falúas de Carlos IV, Isabel II, María Cristina y Alfonso XII, la góndola de Felipe V y la increíble góndola dorada encargada en Nápoles por Carlos II en 1683, que es la embarcación más antigua y espectacular de las conservadas por Patrimonio Nacional. 

Y para terminar la mañana, excelente comida en uno de los restaurantes de Aranjuez, acompañadas por Nati, la hermana de Pili.

Flores de alcachofa


Boletus gratinados con huevo y foie

Cochinillo y taquitos de merluza


Helado de naranja y torrija de brioche caramelizada con helado de turrón


 Chupitos de limoncello, pacharán y crema de orujo, por la amistad, por un día estupendo y una villa preciosa



Jardines del Palacio Real de Aranjuez    


Después de tan copiosa y deliciosa comida, Pili y yo volvimos al palacio para encontrarnos de nuevo con María y hacer esa visita planeada a los jardines (bueno, una parte, porque en dos horas es imposible verlos todos)


Nos encontramos de nuevo frente al palacio, en donde la guía repitió algunas de las explicaciones de la mañana para la gente que no había estado en esa visita (todos menos nosotras dos).


Desde aquí, iniciamos el recorrido en el Jardín del Rey. No es visitable debido al estado de su suelo, pero se puede ver por completo desde el Jardín del Parterre. Originalmente fue pensado con la idea de un jardín cerrado que únicamente fuera visible desde las habitaciones del palacio.


Como se puede ver, está pegado al propio palacio, junto a la fachada que mira al norte y delante de lo que es la Capilla del Palacio. Se inspira en los jardines del Renacimiento italiano y también en la herencia hispanomusulmana y su aspecto actual se debe a Felipe IV. En el otro lado del palacio, junto a la fachada que mira al norte, se planeó otro espacio similar, el Jardín de la Reina, pero no llegó a ejecutarse hasta finales del siglo XIX. El acceso se podía realizar desde diversos puntos: una galería en la planta baja del edificio, abierta hacia el jardín, que luego fue cerrada durante la etapa borbónica; las habitaciones reales, en la parte alta del palacio; bajo la terraza del mismo, donde había nueve cubículos o grutas, y el paseadero sobre el muro sur del jardín. En época de Felipe IV, se llevó a cabo una renovación del conjunto histórico del jardín, cuya iconografía fue sustituida por otra relacionada con los emperadores romanos y con los antepasados del monarca. Se trataba de una especie de propaganda política que buscaba exaltar la dinastía de los Austrias al relacionarla con el Imperio Romano, ya que su fundador, Carlos I, fue emperador del Sacro Imperio Romano Germánico e imitaba las virtudes de los emperadores clásicos. En 1733, y con motivo de la realización del Jardín del Parterre fue eliminado el muro oriental y actualmente presenta una barandilla de hierro. 

Si se presta un poco de atención, se verá que presenta una planta cruciforme compuesta por dos ejes perpendiculares en cuyo cruce se forma una plaza cuadrada en la que destaca una fuente de jaspe verde. En los muros se sitúan hornacinas para bustos que representan los doce césares romanos. Igualmente, en el muro occidental, tras la fuente, se ve la estatua de Felipe II enmarcada por los medallones de Carlos I e Isabel de Portugal. 

Pasamos después al Jardín de la Isla. Se sitúa junto a la fachada norte del palacio y al lado del río Tajo (de hecho, el nombre del jardín deriva de que se encuentra en una isla que se forma entre el río y una canalización que se hizo). Es el más antiguo de los jardines y su mayor atractivo son las fuentes que contiene. Es una muestra única de jardín renacentista español y su realización fue ordenada por Felipe II.

La isla es una amplia zona verde que alberga una gran cantidad de árboles, anchas avenidas y varias fuentes de piedra y mármol que representan figuras y escenas de carácter mitológico.

Hacia abajo sigue el río. Bajo el puente pasa el agua que fluye en la canalización que se hizo y que rodea el jardín para unirse de nuevo con el río. Felices, los patos.

Felipe II lo concibió como una representación del paraíso. Fue trazado por Juan Bautista de Toledo en 1561. Las obras se prolongaron desde ese año hasta 1564 y fueron continuadas por Juan de Herrera, con la ordenación de las fuentes en 1582. Se planteó un eje principal siguiendo la línea más larga de la isla, en torno al cual se desarrollaría un trazado ortogonal de cuadros rectangulares, con la simetría como protagonista. 

No hice fotos de todas las fuentes, tan solo de algunas. 

 Hércules luchando con la Hidra: está situada en una plaza octogonal y cuenta con un estanque de igual forma. En el centro del mismo, hay un pilón de mármol en el que sobresale un pedestal y sobre este se asienta la taza y la escultura central del conjunto. Se trata de una figura de Hércules aporreando a la Hidra. La imagen del héroe es la que aparece repetida con más frecuencia en el jardín y se asocia, como ya hemos dicho, simbólicamente con la monarquía española. 

La leyenda dice que la Hidra era una especie de serpiente que habitaba en la laguna de Lerna y tenía numerosas cabezas que exhalaban un aliento tóxico y pestilente que aniquilaba cualquier ser vivo a su alrededor. Criada por Juno (Hera) era hija de Equidna, una ninfa mitad humana mitad serpiente, y del monstruo Tifón. Hércules la hizo salir de la laguna a flechazos y con la porra comenzó a machacarle las cabezas, pero de cada cabeza machacada surgían dos. De modo que llamó a su sobrino Yolao para que le ayudara: este cauterizaba las cervices a medida que el héroe las decapitaba


Fuente de Vertumno: conocida popularmente como Fuente de Apolo, está dedicada al dios Vertumno. Se atribuye a un discípulo de Juan de Bolonia. Presenta un pilón octogonal ornamentado con bajorrelieves en los que se representan escenas de Hércules (luchando con el león de Nemea, matando a la Hidra, atacando a los centauros y dando muerte al centauro Neso), cuatro escudos del reino de Castilla, cuatro leones y cuatro grifos. En el centro, un pedestal en forma de jarrón y por encima la taza, decorada con frutas, sobre la que se asienta la figura del dios. Esta presenta dos de sus atributos, la guirnalda y un cesto con frutas, y aparece acompañada de un monstruo alado, con cabeza de reptil, cuerpo y patas de ave y cola de dragón, que estira el cuello pidiendo comida. 

En la mitología romana, Vertumno es una divinidad de origen etrusco que personifica la noción de cambio, de la mutación de la vegetación durante el transcurso de las estaciones. Se le representaba junto a su amada Pomona, porque también ella era protectora de la vegetación y, especialmente, de los árboles de fruto


Fuente de las arpías o del niño de la espina: mandada crear por Felipe III, posee un pretil cuadrado de jaspe con una columna corintia en cada esquina. En el centro hay un pedestal con una taza sobre la cual descansa un joven atleta en actitud de sacarse una espina clavada en su pie izquierdo, copia de un original que se encuentra en el Vaticano cuyo vaciado fue traído desde Italia por Velázquez. La figura es de bronce, lo que hace que se la conozca por el sobrenombre "El Negrillo".

Está flanqueada por cuatro columnas de mármol gris con capiteles corintios coronados por las Arpías: Aelo, Celeno, Ocipite y Pogarde. Cada una de ellas tiene tres surtidores que salen de su boca y los pechos hacia la parte central. En 2010 se retiró la escultura original para muestra en diversas exposiciones, desde entonces su lugar lo ocupa una copia de material sintético. 

En la mitología griega, las arpías eran seres con apariencia de hermosas mujeres aladas cuyo cometido principal era hacer cumplir el castigo impuesto por Zeus a Fineo: valiéndose de su capacidad de volar robaban continuamente la comida de aquel antes de que pudiera tomarla. Esto las llevó a pelear con los Argonautas. En tradiciones posteriores fueron convertidas en genios maléficos con cuerpo de ave de rapiña, horrendo rostro de mujer, orejas de oso y afiladas garras, que llevaban consigo tempestades, pestes e infortunio. Esta es la forma que acabó por imponerse y que ha perdurado hasta la actualidad 


Fuente de Venus: consta de dos estanques octogonales concéntricos.

En el centro arranca un pilar que soporta una taza de gran tamaño. Sobre esta, otro soporte, en forma de balaustre y, por último, una taza más pequeña. Por encima de esta, la figura de Venus. La fuente corresponde a la decoración inicial del jardín y, encargada en 1569, fue un regalo de García de Toledo a Felipe II. 

La diosa aparece de pie, desnuda, saliendo del baño y escurriendo su pelo para secarlo, pues de su melena cae un chorro de agua. Está rodeada por numerosos chorros de agua que surgen del pequeño pilón circular situado bajo sus pies. 

Se la conoce también como Fuente de Don Juan de Austria, porque se dice que la piedra de la taza alta se elaboró con una gran piedra de mármol conseguida como botín de guerra de una embarcación turca en la batalla de Lepanto. La Fuente fue remitida desde Florencia en 1571. Sobre su autoría, se habla de Francisco Moschino, aunque con anterioridad se atribuyó a Juan de Bolonia. 

Fuente de Baco: se encuentra en el centro de un gran pilar circular, obra de Bartolomé Zumbigo, y se compone de dos elementos. Por un lado, el pedestal, realizado en mármol entre 1566 y 1570 por Juan de Bolonia, perteneciente al grupo escultórico de Sansón y el Filisteo. Formó parte del Jardín de los Médici en Florencia y, desde principios del siglo XVII, del Jardín de la Ribera en Valladolid. Felipe IV regaló la escultura principal a Carlos I de Inglaterra, motivo por el cual se encuentra en el Museo Victoria y Alberto de Londres, mientras que el pedestal se trasladó a Aranjuez. 

Consta de una pieza central cuadrada, con cuatro sirenas en las esquinas que, a modo de cariátides, parecen sostener la taza. Sobre esta, una basa cuadrada sobre la que se apoya la escultura. 


Por otro lado la figura de Baco, realizada hacia 1563-64 por Jacobo Jongelinck. Forma parte de un conjunto de ocho esculturas enviadas a Felipe IV. Representa al dios Baco anciano, gordo, coronado con racimos de uvas, sentado a horcajadas sobre un tonel y brindando con copa en alto.

Fuente de Neptuno: de acuerdo con la inscripción en su pedestal, fue mandada realizar en 1621 por Felipe III. Originalmente, contaba con el grupo del Rapto de Ganimedes y estaba donde luego se ubicaría la Fuente del Anillo, pero en 1662 fue reubicada por Felipe IV, sustituyendo el grupo original por el de Neptuno, añadiendo seis esculturas más: Neptuno, Ceres o Cibeles y Juno, que estaban repetidas, y la séptima era Júpiter, todas ellas obra de Alessandro Algardi. A principios del siglo XIX se redujo la duplicidad de Juno y Neptuno y posteriormente se eliminaron las estatuas de Juno y Júpiter, por lo que solo restan Neptuno y Ceres o Cibeles duplicada. 

El grupo de Neptuno presenta al dios sobre su carro acompañado de Anfititre, que le ofrece una corona de laurel, y de Glauco y Palemón, que llevan las riendas de los caballos marinos, así como de un tritón, una concha marina y el tridente (hoy desaparecido).

Por su parte, los otros dos conjuntos aúnan los atributos de las diosas Ceres y Cibeles en una sola figura: Cibeles está representada sobre un carro tirado por leones guiados por dos geniecillos. Lleva en su mano derecha una pandereta y se ciñe con una diadema con forma de torre. Ceres porta un puñado de espigas en su mano izquierda y un geniecillo le ofrece una gavilla con las primicias de la cosecha. 

Finalizado el recorrido por el Jardín de la Isla, nos dirigimos al jardín que se sitúa frente a la fachada posterior del palacio: el Jardín del Parterre. Situado en la fachada este, es obra de Esteban Boutelou, que fue Jardinero Mayor de Aranjuez desde 1716. Su diseño responde al tipo de jardín francés bajo y el emplazamiento de sus fuentes data de la época de Fernando VII. La entrada principal está flanqueada por dos garitas de piedra de estilo Luis XIV. 

En el interior del jardín destacan tres fuentes: la primera dedicada a Hércules, detrás de ella la de Ceres y al final la de las Nereidas. Esta última se trata, en realidad, de dos fuentes situadas simétricamente dentro de dos zonas de pradera bordeadas por seto de boj y entre las cuales aparecen dos rotondas: una ovalada, de césped, bordeada por un seto y con una figura de una corona en su interior, y otra circular con una rosa de los vientos enmarcada también por un seto de boj. 

El segundo grupo se organiza en torno al estanque de la fuente de Ceres, enmarcado por una platabanda de flores y setos de boj. En su interior tres grupos escultóricos que nos explicó María:

En el centro, la estatua de Ceres en plomo pintado de blanco. Inicialmente, desde 1791, estuvo instalada en el Jardín del Príncipe, hasta que en 1889 se trasladó al Parterre. La figura aparece sentada mirando hacia el palacio, con una antorcha en la mano derecha y un manojo de adormideras en la mano izquierda. En su costado derecho presenta una gavilla de espigas de trigo y a sus espaldas una serpiente junto a otro haz de trigo. Además, su cabello está ceñido por una corona de espigas y un geniecillo a su izquierda sostiene un cuerno de la abundancia. 

A ambos lados de la fuente, dos canastillos de flores decorados con guirnaldas y acompañados por tres niños cada uno. Un niño sostiene el canastillo mientras que los otros dos simbolizan dos estaciones del año. Así, los dos canastillos son una alegoría de las cuatro estaciones: a la izquierda, la niña que abraza la gavilla representa el verano y el niño con frutos en la mano simbolizaría el invierno. A la derecha, el niño que sostiene uvas en sus manos sería el otoño y la niña con el ramo de flores representaría la primavera. 

Todo este conjunto escultórico responde a una leyenda de la mitología:

Proserpina era hija de Ceres y Júpiter y se la describía como una joven encantadora. Venus, para dar amor a Plutón, envió a su hijo Cupido para que le lanzase una de sus flechas. Proserpina estaba entonces en Sicilia, en el lago Pergusa, bañándose y jugando con algunas ninfas. Plutón surgió del volcán Etna con cuatro caballos negros y la raptó para casarse con ella y vivir juntos en el Hades, el inframundo grecorromano, del que era gobernante. Su madre, Ceres, diosa de la tierra, inició una búsqueda infructuosa por todos los rincones del mundo, pero solo encontró un cinturón que flotaba en un lago formado por las lágrimas de las ninfas. En su desesperación, Ceres detuvo enfurecida el crecimiento de frutas y verduras, se arrancó la ropa y se arañó la cara, lanzando una maldición sobre Sicilia. Ceres rehusó volver al Olimpo y empezó a vagar por la tierra, convirtiendo en desierto todo lo que pisaba. Preocupado, Júpiter envió a Mercurio para que mandara a Plutón que liberase a Proserpina. Este obedeció, pero antes de liberarla la obligó a comer seis semillas de granada (símbolo de fidelidad en el matrimonio) de forma que tuviese que vivir seis meses al año con él, pudiendo permanecer el resto del tiempo con su madre. Y esta es la razón de la primavera: cuando Proserpina vuelve con su madre, esta decora la tierra con flores de bienvenida, pero cuando en el otoño vuelve al Hades la naturaleza pierde sus colores. 

En otra versión, Proserpina solo come cuatro semillas de granada y lo hace por su propia voluntad porque se ha enamorado de Plutón. Según esto, Proserpina solo debía pasar cuatro meses al año con él. Por esta razón, en primavera, cuando Ceres recibía a su hija, las cosechas brotaban y en varano florecían. En el otoño Ceres cambiaba el color de las hojas a tonos de marrón y naranja como regalo para Proserpina antes de que volviese al inframundo
 


En la fotografía superior, la Fuente de Hércules y Anteo: se inició bajo Carlos IV. Consta de tres grupos escultóricos dentro de un mismo estanque, en estilo neoclásico. El grupo central lo constituyen las figuras de Hércules y Anteo, hijo de Gea, al que Hércules solo puede vencer si logra que no tenga los pies en la tierra, ya que eso es lo que le da su fuerza. En el tejadillo inferior aparece Hércules niño atacado por dos serpientes y rodeado por sus atributos: la maza, el arco con carcaj y la corona de laurel. Debajo del tejadillo, se ven cuatro fachadas a modo de habitáculo, con mascarones y guirnaldas, y en la base de todo el conjunto un roquedal en el que se representan varias gestas de Hércules a través de los monstruos o animales que mató: la cierva de Cerinea, el can Cerbero, el jabalí de Erimanto, el león de Nemea y el toro de Creta. Los dos grupos laterales representan las columnas de Hércules, Calpe y Ávila, sobre unos peñascos, con la inscripción NON PLUS ULTRA y dos dragones mirando hacia el centro. 

Esta fuente hace años que no funciona, ya que parece ser que tiene fisuras que ocasionan pérdidas. 


En fin, Aranjuez es una ciudad digna de visitar que ha merecido con todo rigor ser incluida en el Patrimonio Cultural de la Unesco. Aquí no recojo todo lo que hay que ver, así que es posible que se haga una nueva visita. El Tren de la Fresa nos está llamando. 


  




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