Jueves, 21/10/2021
Después de dejar las cosas en el hotel, Hotel Mundial, muy recomendable por la ubicación, en pleno centro de Lisboa, y por tener parking gratuito (no volvimos a utilizar el coche hasta el día de la partida), nos dirigimos a la cercana Praça do Comércio para comer en el Museu da Cerveja, un restaurante en el que yo había estado ya con Mónica y que me había encantado. Además de restaurante, es un pequeño museo que cuenta la historia de la cerveza haciendo hincapié en el legado portugués, ya que en el país se producen más de 100 cervezas diferentes.
Había llamado para pedir que nos reservaran una de las "gaiolas" (jaulas) que hay en el interior. No sé por qué, pero me parece que dan un mayor aire de camaradería a la hora de comer.
Brindando por el éxito del viaje. En el centro, los "bolos de bacalhau com queijo" que se han puesto de moda en Lisboa |
Pili optó por una cerveza artesanal. Curiosa la botella |
Ensalada de tomate con mozzarella para Marusela |
Ensalada César para Pili y pasta con "camarao" para Chus. Para mí, "bacalhau á lagareiro". Postres a compartir: Helado de fresa y vainilla, arroz con leche y mousse de chocolate |
El Museu da Cerveja es un local que celebra la cerveza, considerada la bebida alcohólica más antigua, más popular y más consumida en todo el mundo. De ahí, el imponente altar que se encuentra a la entrada construido con vasos de diseño exclusivo (grabados con las banderas de 192 países del mundo) realizado por uno de los más prestigiosos artistas plásticos portugueses del siglo XX, Júlio Pomar. Se trata de media botella invertida, revestida de vidrio con el fin de conservar la temperatura ideal y realzar el sabor.
En el piso superior está el pequeño museo dedicado a la historia de la cerveza. Nos lo enseñó una chica muy amable originaria de Cabo Verde.
Primero, se entra en una habitación que recrea la vida monástica, época en la que los monjes producían la cerveza con muy pocos recursos. Lo hacían para mantener el cuerpo caliente y alimentarse durante el horario en el que se imponía el ayuno. Con el tiempo, la cerveza que se producía a gran escala en los monasterios comenzó a enviarse a toda Europa, incluyendo Portugal.
En el siglo XVIII los productores de vino portugueses se quejaron de que la importación de cerveza les estaba haciendo mucho daño, por lo que Juan V de Portugal prohibió su importación, lo que abrió la puerta a la producción en el propio país. Manuel García Moreira, que sabía que una buena agua era determinante para la fabricación de una buena cerveza (y el agua que llegaba a Lisboa por los acueductos romanos tenía una excelente calidad), creó una cerveza que pasó a ser la proveedora de la Casa Real portuguesa.
Salimos del Museu y ya en la Praça les di a mis amigas algunas explicaciones sobre ella. En la visita guiada, aprenderíamos más cosas.
Esta plaza fue el terreno donde se ubicó el Palacio Real durante más de doscientos años, por eso también se la conoce como "O Terreiro do Paço". Con una gran vista al estuario del Tajo, es el centro neurálgico de la ciudad.
En 1511 D. Manuel I el Venturoso (1495-1521) cambió su residencia en el castillo de San Jorge para este lugar al lado del Tajo. Sin embargo, tanto el palacio como su biblioteca, con más de 70 000 volúmenes, fueron destruidos por el gran terremoto de Lisboa en 1755. La reconstrucción de la plaza y las calles adyacentes fue obra del Marqués de Pombal (por eso se le llama "la Baixa Pombalina"). Los nuevos edificios, con arcadas rodeando la plaza, están actualmente ocupados por ministerios. En el centro de la plaza está la estatua ecuestre de José I, el Reformador, (1750-1777, desde 1776, regencia de Mariana Victoria de Borbón), el rey de la dinastía de Braganza en el momento del terremoto. Se salvó porque no se encontraba en el Palacio Real cuando se produjo.
La plaza era un excelente punto de entrada para los embajadores y la realeza de otros países. Para desembarcar utilizaban unos escalones de mármol. En el lado norte de la plaza se encuentra el impresionante Arco Triunfal da Rua Augusta, que es la entrada a la Baixa.
Decidimos tomar algo en la terraza del hotel y descansar a la espera de volver a la Praça do Comércio a las 19.00 h para una visita guiada centrada en los "Misterios y Leyendas de Lisboa".
Desde la terraza del hotel se ve la colina en la que se ubica el castillo de San Jorge Disfrutando del buen tiempo y de las vistas en la terraza del hotel
Desde el hotel se ve también la Praça da Figueira, con la estatua de Joao I. Al fondo, el río. Antes del terremoto, esta plaza albergaba el Hospital Real de Todos os Santos, cuyos cimientos aparecieron durante las obras de construcción del actual aparcamiento subterráneo. Con la reconstrucción ordenada por el Marqués de Pombal, la plaza pasó a ser el principal mercado de Lisboa con diferentes nombres: "Horta do Hospital", "Praça das Ervas" y "Praça Nova". En 1885 se construyó un mercado cubierto que fue demolido en la década de los 50 del siglo XX. En la actualidad, el espacio dejado por el mercado está rodeado por edificios de cuatro alturas que ocupan hoteles, tiendas y cafeterías.
En 1971, se llevó a la plaza la estatua ecuestre del rey medieval Juan I, el de la Buena Memoria, primer monarca de la dinastía de Avís, que reinó desde 1385 hasta 1433, obra del escultor Leopoldo de Almeida, hecha en bronce.
Estupenda la decisión de apuntarnos a este tour. Ya veréis por qué. Pero antes, contaros la primera tontería del viaje.
¿Qué estoy haciendo? ¿Quitando una lentilla? ¿Poniéndola? ¡Hay que ser tonta! Fue llegar a la Praça do Comércio y empezar a molestarme el ojo izquierdo. Por más que lo intentaba, no lograba disminuir el malestar. Así que ni corta ni perezosa me quité ambas lentillas y las tiré al suelo con toda la rabia de que fui capaz. Y cuando iba a coger las gafas en el bolso (siempre las llevo por lo que pueda pasar), ¡hete aquí que descubro que había dejado el bolso en el hotel y solo llevaba conmigo la bolsita pequeña del móvil! ¿Cómo iba a hacer la visita si apenas veía? Rápidamente me puse a buscarlas en el suelo. Y conmigo, mis amigas partiéndose de risa e iluminando el suelo con los móviles. Y después, el grupo que estaba esperando para iniciar la ruta (supongo que ellos pensaron que me habían caído, porque si llegan a saber que las había tirado yo misma...)... De repente, Marusela dice que ha encontrado una... ¡Aleluya! ¡Menos da una piedra! ¡Con un ojo podía defenderme! Problema: necesitaba agua para poder lavarla y ponerla. Marusela también tenía agua. Así que finalmente, hice la visita viendo por un ojo y por el otro no. Bastante incómodo, sobre todo en las escaleras en donde Pili tuvo que agarrarme porque al no ver por los dos ojos no se tiene sentido de la profundidad. Es que...
Bueno, vamos con la visita. La guía se llamaba Alejandra y era una argentina encantadora que llevaba ya un tiempo viviendo en Lisboa, ciudad de la que está enamorada, por eso había estudiado Turismo y ahora ejercía como guía. Empezó sus explicaciones con la mismísima Praça do Comércio:
Cuando el rey José I dejó la reconstrucción en manos del Marqués de Pombal tras el terremoto de 1755, probablemente no sabía todo lo que este iba a esconder en las obras que se iban a realizar. Pero para entenderlo, necesitamos un poco de historia:
En el siglo XII, la Orden de los Templarios se estableció en Portugal con el fin de ayudar a los reyes portugueses en la Reconquista cristiana y continuar con las cruzadas. Pero casi dos siglos después, en 1312, el Papa Clemente V empezó el proceso para acabar con la Orden, con la intención de poner fin a su poder. Lo cierto es que los caballeros de la Orden del Temple se habían convertido en los grandes banqueros europeos gracias a la cantidad de tierras y bienes que habían ido acumulando a lo largo de los tiempos, por lo que no era de extrañar que las monarquías acudiesen a ellos cuando tenían necesidad de financiación. Fue por esto que Felipe IV el Hermoso y el susodicho Papa se pusieron de acuerdo para acabar con los templarios, a los que debían grandes cantidades de dinero. Una bula emitida por el Papa ordenó la detención de todos los templarios de Francia, acusándolos de sodomía e incluso de herejía. De esa manera se disolvía la congregación y un gran número de caballeros de la Orden del Temple fueron sentenciados a morir en la hoguera.
Sin embargo, en Portugal se creó la Orden de Cristo, fiel heredera y depositaria de todas sus riquezas materiales y espirituales, que mantuvo su ideal de cruzada durante la época de los descubrimientos y, bajo la protección del rey luso D. Dinis, comenzó a recibir posesiones que permitían a sus caballeros asentarse y dar muestras de sus grandes conocimientos en la construcción de castillos y fortalezas.
¿Existe alguna relación entre las ceremonias de iniciación de los Templarios y los masones? ¿Hasta qué punto estos heredaron sus secretos mejor guardados? ¿Es mera casualidad que ambas organizaciones hayan sido perseguidas duramente por la iglesia de Roma? Parece ser que los caballeros de Malta, también herederos de los caballeros del Temple, fueron los que crearon los primeros altos grados masónicos y dieron origen a las primeras leyendas masónicas, inspiradas en las leyendas de la fundación del Hospital de Jerusalén. La más importante comenzó a forjarse el mismo día de la muerte en la hoguera del último Gran Maestre de la Orden del Temple, Jacques de Molay. Al día siguiente, la flota de barcos del Temple amarrada en el puerto de la Rochelle (Francia) había desaparecido. Se dice, sin embargo, que Jacques de Molay hizo crear, poco antes de ser quemado en la hoguera, cuatro grandes logias masónicas.
Algunos autores afirman que, en realidad, los masones provienen de las hermandades de los constructores que había en Inglaterra y que, a partir del siglo XVI, permitieron la entrada en sus organizaciones a miembros que no ejercían la profesión, en su mayoría nobles o personas notables de las ciudades. ¿Fue así como se cruzaron templarios y masones? En cualquier caso, lo cierto es que los gremios fueron perdiendo su razón de ser y se fueron convirtiendo en una especie de club para personas de clase elevada que realizaba actividades totalmente diferentes a las que habían hecho en sus comienzos. A partir de ahí, la historia se vuelve confusa, pero se supone que, al ser sus miembros personas ricas, banqueros, importantes comerciantes, son estas logias masónicas las que mueven gran parte de la economía mundial.
Hoy día la masonería es una institución filosófica y operativa, cuyos miembros se comprometen a trabajar por el progreso moral y material de ellos mismos y de la Humanidad, mediante el propio perfeccionamiento por la práctica de ritos iniciáticos, el conocimiento de los símbolos y el estudio de las ciencias.
Pero volviendo a la Praça do Comércio y a su reconstrucción: parece ser que el Marqués de Pombal realizó las obras en un tiempo récord, lo que lleva a pensar que tuvo que tener ayuda. Y ¿quién mejor para ayudarle que los masones con sus conocimientos arquitectónicos heredados de la antigüedad y apoyados en la numerología? Entre los secretos mejor guardados por las logias masónicas están los significados de los números. Ellos creen que los números tienen un poder inherente y todo en el Universo puede ser explicado matemáticamente. Los números son vistos como la clave de la vida y cada letra del alfabeto no es más que el símbolo de su número correspondiente. Y, si lo pensamos bien, nuestro mundo digitalizado se basa en la utopía de los cabalistas, "donde todos los pensamientos y acciones están asignados a los números".
Grandes desastres naturales, ataques terroristas, asesinatos, etc., todos tienen un número asignado (Eduardo, el guía del día siguiente, nos recordó el hecho de que más o menos cada doscientos años se produce en Portugal un gran terremoto).
En la Praça do Comércio, hay 28 arcos en cada uno de los laterales. A cada lado del Arco de Triunfo, hay 11. En total, 78 arcos. Como 78 son las cartas del Tarot. ¿Qué significa esto?
Para los que creen en el poder de los ángeles guardianes y escuchan atentamente cualquier vibración, por pequeña y silenciosa que sea, que los espíritus celestiales envían a la Tierra, los números son uno de los canales que utilizan para comunicarse con las personas. En el caso del número 78, este tiene dos significados opuestos: por un lado, representa la prisa, la impaciencia, el movimiento constante, la inestabilidad; por otro, representa diversión, alegría y relajación. ¿Quizá la plaza nos habla de esa alegría por el renacer de la ciudad? El número 78 también representa el talento para la adaptación a diferentes situaciones, la habilidad, el ingenio... ¿cualidades del Marqués de Pombal que sabe reaccionar a la destrucción causada por el terremoto? Para los masones, todo está escrito en los cielos y las estrellas y el número 78 es un símbolo de numerología angelical, de equilibrio entre la acción y la espera.
Otras teorías hablan de la composición del número: 78 es igual a 7 más 8, cuyo resultado es 15. Y si descomponemos 15 en 1 más 5, tenemos el número 6, que sería el que realmente importaría en este caso: la energía masculina, el alma del hombre y el macrocosmos de Dios.
Para confirmar esa relación de la plaza con los secretos ocultos de los masones, en el centro se sitúa la estatua de José I, montado en su hermosa jaca que pisa serpientes (símbolo de la muerte, el mal, las tinieblas), vestido con la capa de la Orden de Cristo y con el cetro imperial en su mano, mirando hacia ultramar, hacia donde se lanzó Portugal buscando su destino y por donde regresará el rey D. Sebastiao para fundar el Quinto Imperio Universal.
Debajo de la estatua ecuestre tenemos un elefante (que representa a Oriente) y un caballo (que simboliza Occidente). En el bajorrelieve de la parte trasera, Roma entrega las llaves del Imperio a Lisboa. La Praça do Comércio es la réplica terrenal de la ciudad celeste. "Lo que es arriba es abajo".
Y para rematar esta explicación sobre los secretos de la plaza, hay que hablar de las dos columnas que se alzan en forma de bellos pináculos simétricos, obra del arquitecto Eugénio dos Santos, que dan su nombre al muelle, "Cais das Colunas". Hay quien quiere ver en estas columnas un guiño masónico del arquitecto, que quería representar las columnas del Templo del Rey Salomón.
Vamos ahora con el Arco de Triunfo:
Se encuentra al norte de la plaza y, aunque su construcción fue planeada en 1759 como parte de la reconstrucción de la ciudad, no sería hasta 1873 cuando se completase. La parte superior del arco se encuentra adornada con una escultura: la Gloria, que está coronando al Valor y al Genio. Bajo este conjunto escultórico hay una inscripción en latín: VIRTUTIBUS MAIORUM UT SIT OMNIBUS, que significaría algo así como "A las virtudes de los mayores para que sirvan a todos de enseñanza". Por debajo, las obras del escultor Vítor Bastos, que representan a figuras importantes de la historia de Portugal. De izquierda a derecha: Nuno Álvares Pereira, Viriato, Vasco de Gama y el propio Marqués de Pombal.
Independientemente de su valor artístico, la guía nos desveló otro de los secretos que no mucha gente conoce. El arco une la plaza con la Rua Augusta, la arteria comercial que conduce directamente al corazón del centro histórico. Si lo atraviesas, es como si hicieses tu entrada en otra dimensión y, de hecho, el reloj que se puede ver en lo alto del arco desde el lado de la Rua Augusta se parará para indicar la hora final. La guía nos preguntó si habíamos sentido alguna presencia al cruzarlo, porque según parece puede ocurrir...
El Arco de Triunfo, como ya hemos dicho, une la Praça do Comércio con la Baixa. Es el barrio más céntrico de Lisboa, con edificios neoclásicos y calles geométricas según el diseño del Marqués de Pombal. Por eso también se la conoce como la "Baixa Pombalina". La calle central, la Rua Augusta, está flanqueada por dos calles: la Rua da Prata y la Rua do Ouro. Siempre había creído que el nombre de esas calles se debía a los gremios de joyeros que se habían instalado en ellas, pero parece ser que también tienen su significado secreto: el dinero será el que lleve a cabo el cambio de la vieja a la nueva Lisboa. Y, de hecho, los edificios están casi todos en manos de entidades bancarias. Otras calles sí hacen referencia específica a oficios: la Rua dos Fanqueiros (comerciantes de telas), la Rua dos Sapateiros (zapatos), la Rua dos Correeiros (talabarteros), Rua dos Douradores (Doradores), etc. Es una zona peatonal en la que los turistas disfrutan de los muchos restaurantes, cafeterías, tiendas de recuerdos, pastelerías, etc.
Rua Augusta arriba nos encontramos con un águila flamígera, en la esquina derecha con la Rua de Sao Nicolau, símbolo del Ave Fénix que renace de sus cenizas. Como se puede suponer, representa el renacimiento de la ciudad de Lisboa tras el terremoto de 1755.
Desde la Baixa, torcimos hacia la derecha para iniciar la subida hacia la Catedral, la Sé, como la llaman los portugueses.
Antes de llegar, pasamos por la iglesia de San Antonio. Como era de noche, estaba cerrada y no pudimos entrar, pero nos detuvimos junto a la estatua del santo que se alza en la explanada frente a la iglesia. Y allí nos contó Alejandra otra leyenda:
San Antonio es el patrón de Lisboa y el santo más querido de la ciudad. La iglesia está construida en el lugar en el que supuestamente nació el santo, conocido también como San Antonio de Padua. El joven realizó sus estudios en la iglesia de Santa María Mayor, muy cerca de su casa, iglesia que bajo la Orden de San Agustín se transformaría en la Sé. Después se trasladó al Monasterio de Santa Cruz, en Coímbra y en 1220 entró en la orden franciscana, lo que le llevó a viajar por Italia y Francia. Murió en Padua en 1231 y fue canonizado al poco tiempo de fallecer.
Parece ser que estando en Padua sintió que su padre tenía problemas. Como no podía desplazarse físicamente, viajó en espíritu y ya en Lisboa iba preguntando a toda la gente del barrio si podían darle noticias de su padre. Al final se enteró de que su padre estaba encarcelado. Se presentó en la prisión y su padre le dijo que él no había matado a nadie, que lo habían hecho preso por error. Pero no había nadie que pudiese testificar a su favor, con la excepción del muerto, claro está. Así que San Antonio resucitó al asesinado y este confesó que no había sido el padre del santo el que había cometido el crimen, con lo cual quedó libre.
Por otro lado, San Antonio es el santo de los objetos perdidos, rezándole el responso se recuperan cosas que no se encontraban antes. Y, sobre todo, es el santo del amor: si se echa una moneda y cae en el libro que sostiene en sus manos, el santo te concederá a la persona que deseas o es buena para ti. Por eso, hay tradición en muchas partes de celebrar la boda en la iglesia de San Antonio, en caso de haberla, como ocurre, por ejemplo, en Aranjuez, a donde vienen a casarse parejas de todo el mundo. Yo doy fe de que el deseo se cumple, a mí se me cumplió una vez y a Mónica, mi amiga de Australia, también (de hecho, en su luna de miel vino a Lisboa a darle las gracias al santo y coincidió conmigo que, por aquel entonces, también estaba con la pareja que había pedido al santo, jejejejeje)
Y así llegamos a la Sé:
Bajo su entrada, Alejandra nos contó una historia que yo ya conocía (y que creo que conté en el post dedicado al Monasterio de Alcobaça). Parece ser que en esa misma puerta esperaba a su prometida el infante D. Pedro, hijo del rey Afonso IV de Portugal, el Bravo, de la Casa de Borgoña (1325-1357). No se conocían personalmente y cuando llegó el séquito real con Dona Constança, el infante se enamoró perdidamente... ¡oh! ¡pero no de la novia!... sus ojos se posaron en la bellísima dama gallega de la reina, Inés de Castro. Se casó con Dona Constança, pero en la práctica se encontraba con su enamorada en los jardines de la conocida como Quinta das Lágrimas. A la muerte de su esposa, se casó en secreto con Inés de Castro y ambos se instalaron con sus tres hijos en los Paços de Santa Clara, en Coímbra.
La convivencia de la pareja enfureció al rey y a los nobles, que temían que la gallega ejerciese demasiada influencia sobre D. Pedro y este cediese el poder al reino de Galicia. El rey envió a su hijo a una misión y ordenó, entretanto, la muerte de Inés. Loco de dolor, Pedro lideró una revuelta contra el Rey y, cuando finalmente subió al trono en 1357, D. Pedro ordenó capturar y matar a los asesinos de su amada arrancándoles el corazón, lo que le valió el apodo de "El Cruel", aunque también es conocido como "El Justiciero".
Posteriormente, jurando que se habían casado en secreto, coronó a Inés Reina de Portugal. Hizo que la desenterraran y la vistieran con ropas reales y obligó a toda la corte a besarle la mano. Por eso se dice que "reinó después de muerta". En 1360 ordenó su traslado desde Coímbra al Monasterio de Alcobaça, donde construyó dos magníficos sepulcros colocados uno frente al otro de manera que llegado el día del Juicio Final, al ponerse de nuevo ambos en pie, lo primero que cada uno vea sea el rostro del otro.
Frente a la Sé, pudimos hacer la típica fotografía de Lisboa: la subida del "elétrico" 28 hacia el Castillo de San Jorge.
Estábamos ya en la Alfama. En el mirador de Santa Luzia, Alejandra nos contó el origen del nombre de Lisboa. La fundación de la ciudad está rodeada de misterio y leyendas. Los romanos la llamaron Olissipo, porque, según diversos autores clásicos, fue fundada nada más y nada menos que por el mítico Ulises. Pero también era conocida como Ophiussa, que significa "tierra de serpientes".
Seguimos caminando hacia el Mirador de Portas do Sol, donde la juventud lisboeta ve amanecer después de una noche de juerga. Pero antes de llegar, nos detuvimos frente a la antigua prisión en la que Alejandra nos contó una nueva leyenda:
Parece ser que nadie quería ejercer el cargo de verdugo. Así que se lo ofrecieron a un preso a cambio de su libertad y una vivienda en una casita que se encontraba al lado del edificio. Desde la casita, un túnel llevaba al patio en el que se realizaban las ejecuciones. Por lo tanto, nadie sabía quién era el verdugo (además iba cubierto con una caperuza). Pero este preso se veía incapaz de matar a nadie, por lo que pidió ayuda a un amigo y, a cambio de una parte del dinero que cobraba por las ejecuciones, era este quien las llevaba a cabo. Hasta que un día el amigo se cansó, porque era él quien hacía el trabajo y el otro era el que figuraba como verdugo oficial. Así, a "nuestro amigo el verdugo", como lo llamó la guía, no le quedó otro remedio que enfrentarse a su trabajo. Pero justo cuando iba por el túnel hacia la prisión para realizar su primera ejecución, llegó la noticia de que Portugal había abolido la pena de muerte (primer país en hacerlo). Y de esta manera, al final, no tuvo que matar a nadie.
Ya en el Mirador de Portas de Sol, y mientras contemplábamos la luna sobre la Alfama, nos contó otra historia.
La cúpula iluminada pertenece al Panteón Nacional, ubicado en la antigua iglesia de Santa Engraça. Esta gran construcción barroca comenzó a levantarse a finales del XVII y se terminó del todo en... 1966. De ahí que los portugueses comparen cómicamente cualquier proyecto extendido en el tiempo con las obras de Santa Engraça. Actualmente, este imponente edificio es el lugar de entierro para portugueses célebres, como Amália Rodrigues o los presidentes de Portugal. Lo más notable de la arquitectura del Panteón es su cúpula blanca, que sobresale majestuosa entre los tejados de la Alfama. En la parte superior, una amplísima terraza ofrece una de las mejores panorámicas de este antiguo barrio lisboeta.
La otra fachada que aparece iluminada es la Iglesia de San Esteban, clasificada como Monumento Nacional.
Pues bien, cerca de esta iglesia estaba situado el Convento do Santíssimo Salvador, hoy convertido en hotel. Era un monasterio femenino de la Orden de las Clarisas, construido durante los siglos XVI y XVII sobre una estructura militar romana y medieval.
La leyenda que nos contó Alejandra tiene que ver con este convento y con el tiempo que se tardó en construir el Panteón Nacional: parece ser que el joven judío Simao Solis se enamoró perdidamente de una joven noble cristiana, cuya familia, para evitar una relación no deseada, la encerró en el convento de las clarisas, cerca de la primitiva iglesia de Santa Engraça. Allí la rondaba con frecuencia el joven. Uno de esos días en que el joven paseaba junto al convento con la esperanza de verla y persuadirla para que se fugara, fue detenido como autor de un crimen que se acababa de cometer en la zona. Para salvar el honor de la joven, el muchacho no declaró el motivo real por el que se encontraba allí, solo insistió en su inocencia. Fue juzgado acusado de profanación de la iglesia de Santa Engraça y condenado a ser quemado en la hoguera. Antes de morir lanzó una maldición sobre las obras de Santa Engraça, de las que dijo que no se terminarían nunca.
En la fotografía de abajo vemos el monasterio y la iglesia de San Vicente de Fora. Cuenta también con su propio museo para el análisis y la exposición de las piezas de pintura, escultura, orfebrería y ornamentación que lo componen. Es una iglesia dedicada a San Vicente, declarado patrón de la ciudad en 1173, cuando sus reliquias se trajeron desde el Algarve a una iglesia situada fuera de la ciudad, de ahí el nombre.
Diseñada por el arquitecto italiano Filippo Terzi y el español Juan de Herrera, fue terminada en 1627. La iglesia presenta una fachada monumental, sobria y simétrica, con torres a cada lado y las estatuas de los santos Agustín, Sebastián y Vicente sobre la entrada. El antiguo monasterio agustiniano adyacente, con acceso por la nave, conserva su cisterna del siglo XVI y restos de su claustro, pero es más visitado por sus azulejos del siglo XVIII.
En la parte trasera de la iglesia, un pasaje lleva al antiguo refectorio, transformado en panteón de los Braganza en 1885. En él están casi todos los sarcófagos de piedra de los monarcas de esa dinastía, desde Juan IV, que murió en 1656, hasta Manuel II, el último rey de Portugal. Solo faltan María I, Pedro IV y Miguel II de Portugal y su descendencia. Una estatua de mujer rezando se encuentra junto a los túmulos de Carlos I de Portugal y de su hijo Luis Felipe, asesinados en la Praça do Comércio en 1908.
Las torres iluminadasTras el monasterio y la iglesia de San Vicente de Fora, la cúpula de Santa Engraça, hoy Panteón Nacional
Desde el mirador, nos adentramos en las callejas de la Alfama (que fue donde Pili tuvo que ayudarme con las escaleras). Es uno de los barrios más antiguos de Lisboa y no se vio muy afectado por el terremoto por estar situado un poco más alto que la Baixa Pombalina (de ahí que los tsunamis posteriores al terremoto no lo alcanzaran). Es un barrio muy peculiar, recuerda una aldea en la que todos sus habitantes se conocen y se saludan al encontrarse por las calles. Alfama es muy conocida por sus restaurantes populares y sus casas de fado, así como por los festejos de San Antonio, durante el 12 y el 13 de junio.
Nos quedamos un ratito escuchando el fado que estaba cantando una mujer en ese momento, pero vamos, pueden engañar a los turistas, nada que ver con los grandes fadistas de Portugal
Y llegamos al final del recorrido en donde la guía nos contó aún una última historia.
Como ya sabemos, el rey José I se ocultó tras el terremoto de 1755 y parece ser que no salía del Palacio de Ajuda nada más que para ver a su amante. Además, sufre un intento de asesinato del que consigue escapar. El Marqués de Pombal estaba decidido a acabar con los autores del frustrado regicidio y, de paso, con sus enemigos, que lo odiaban por el gran poder que acumulaba en sus manos.
Los marqueses de Távora se hallaban muy cercanos a la corte real. El marqués de Távora, Francisco de Assis, fue virrey de las Indias en Goa, donde ejerció su cargo acompañado por su mujer y sus hijos, entre ellos Luis Bernardo, el hijo mayor. Sus hermanas y su esposa se habían quedado en la corte a la espera de la vuelta de los marqueses. Pero la mujer de Luis Bernardo, Teresa de Távora y Lorena (que debería convertirse en la nueva marquesa) pasó a ser la amante del rey José I. La relación era conocida públicamente y, a la vuelta de la India, los marqueses insistieron en la anulación canónica del matrimonio entre Teresa y su hijo Luis Bernardo. Los marqueses no aceptaron las presiones del rey para que olvidaran lo sucedido.
Ante estos hechos, la iglesia culpó del terremoto a la falta de moral de la monarquía. El sacerdote jesuita Gabriel Malagrida escribiría el libro "Juicio de la verdadera causa del terremoto" en 1756. Era confesor de la marquesa y suegra de Teresa, Leonor de Távora. El libro provocó la ira real.
A partir de todo lo ocurrido, comenzaron las conspiraciones para acabar con el rey. La noche del 3 de septiembre de 1758 tuvo lugar el atentado. El rey volvía secretamente y sin escolta de visitar a su amante Teresa de Távora. Solo iba acompañado por su cochero, Pedro Teixeira. Tres jinetes enmascarados detuvieron el carruaje y dispararon, hiriendo al rey en un brazo y en el hombro. Pero gracias al cochero, logró escapar. Dos de los jinetes fueron identificados y confesaron tras ser torturados, implicando en el complot a los marqueses de Távora y al Duque de Aveiro, que sería claro candidato a la corona si moría José I. El marqués de Pombal silenció el intento de regicidio y puso vigilancia a la familia Távora para obtener más información. Estaba claro que alguien cercano a la corte o a la casa de Távora sabía que el rey estaba con su amante y volvería al palacio indefenso aquella noche.
El Marqués de Pombal inició una persecución a sus mayores rivales, culpando e incriminando a los jesuitas y a parte de la nobleza. En cuatro meses liquidó las casas de Távora, Atouguia y Aveiro, con las terribles ejecuciones en Belém el 13 de enero de 1759.
El Marqués de Távora y su hijo José María no confesaron a pesar de haber sido torturados. Luis Bernardo, futuro marqués de Távora, y el conde de Atouguia confesaron, si bien se retractaron después. La marquesa de Távora no fue interrogada pese a lo cual fue condenada y ejecutada. El Duque de Aveiro confesó bajo tortura que el atentado había sido promovido por los jesuitas.
Al morir el rey José I, la nueva reina, María I de Portugal, que había sido testigo de la persecución y ejecución de la familia Távora, de la cual era amiga, ordenó la abolición de la pena de muerte (que había salvado al verdugo, jejejejeje) y expulsó del gobierno, enviándolo al exilio, al Marqués de Pombal, al que nunca perdonaría la brutal ejecución. La reina ordenó además que el marqués permaneciera siempre a una distancia mínima de 20 millas de ella.
Escuchando atentamente las historias de AlejandraNos despedimos de la guía y volvimos caminando al hotel. Subimos a la terraza para picar y beber algo antes de ir a la cama tras un día tan completo, agotador y no menos interesante.
Brindando al final del día, ellas con mojito sin alcohol y yo con un mojito de mango Hermosísimo cielo con la luna sobre el Castillo de San Jorge visto desde la terraza del hotel
No te ha quedado nada atrás. Me encanta!!!!!!
ResponderEliminar