jueves, 28 de octubre de 2021

Octubre, 21 al 24, 2021: Viaje a Lisboa con visita a Fátima, Mafra, Óbidos y Nazaré (Chus, Pili y María - con incorporación de la que ya se ha convertido en la cuarta chica viajera: Marusela) - Parte 3

 Viernes, 22/10/2021  


Tour guiado gratuito por la Lisboa bohemia    


En esta imagen se aprecia el centro de Lisboa. El día anterior habíamos estado en la Baixa, pero sobre todo en Alfama. Hoy tocaba recorrer el otro lado: la Ribeira, el Bairro Alto y el Chiado.


Teníamos una visita guiada a las 11:30 con punto de encuentro en la Praça do Comércio. Y, mientras caminábamos por la Rua Augusta para dirigirnos hacia allí, nos detuvimos para ver cómo personalizaban con el nombre diversas prendas de ropa... ¡qué rapidez!


En la Praça encontramos a Eduardo, el guía, y a nuestro grupo. Para ponernos en situación, puesto que había gente que acababa de llegar a Lisboa y no sabía nada de la ciudad, nos contó de nuevo la historia del terremoto, el incendio y los tsunamis que la arrasaron en 1755 y el proceso de reconstrucción iniciado por el Marqués de Pombal mientras el rey José I se refugiaba en el Palacio de Ajuda. 

Hizo hincapié en la lucha entre republicanos y monarquía que, desde entonces, fue una constante en la historia del país vecino. Como muestra, hizo que prestáramos atención a unas placas que se encuentran en la esquina derecha de la Plaza, en las que se recuerda que ahí tuvo lugar el atentado que acabó con la vida del rey Carlos I y su hijo y heredero Luis Felipe. Ocurrió el 1 de febrero de 1908. 

La población estaba cansada y el ultimátum británico fue la gota que colmó el vaso. Los ingleses exigieron a Portugal retirar sus tropas del territorio comprendido entre las colonias de Mozambique y Angola, en las actuales Zambia y Zimbabue, por instigación del magnate de los diamantes sudafricanos, Cecil Rhodes. La zona era reclamada por Portugal, que la había incluido en el famoso mapa de color rosado. La monarquía portuguesa no supo o no quiso enfrentarse a sus tradicionales aliados, lo que provocó un profundo descontento social. Los republicanos capitalizaron ese descontento, lo cual llevó a la proclamación de la I República portuguesa el 5 de octubre de 1910.

¿Por qué tardaron dos años si el atentado había tenido lugar en 1908? Parece ser que la reina Amelia utilizó su ramo de flores para proteger a su hijo menor, el príncipe Manuel, que solo resultó herido en un brazo. Unos días más tarde, fue proclamado Rey de Portugal. Pero la monarquía había quedado tocada y perdió su influencia en los asuntos políticos de Europa. También acabó con el poder que el rey tenía sobre el ejército, porque Manuel II, de temperamento artístico y literario, sin afinidad con los militares, no tenía ningún interés en esos asuntos.  

Desde la Praça do Comércio cogimos la calle que va hacia la derecha, la Rua do Arsenal, en dirección a Belém, que desemboca en otra plaza, conocida como la Praça do Município. Nos detuvimos allí para seguir las explicaciones de Eduardo.


En el vídeo se ve en primer lugar el edificio del Ayuntamiento, la Cámara Municipal (Paços do Concelho), y a su lado el Museu do Dinheiro situado en una antigua iglesia barroca, en donde también se alza la sede principal del Banco de Portugal. En el centro, el Pelourinho. Y frente a él unas esculturas modernas que nada tienen que ver con el clasicismo de los edificios circundantes. Eduardo hizo que prestáramos atención al acabado de las ventanas para así poder identificar el estilo pombalino que es obligatorio conservar en el caso de la restauración de los edificios. 



Sentadas en las escaleras del Pelourinho, escuchamos las interesantes explicaciones de Eduardo, que se centraron en la importancia de esta plaza para la historia de Portugal:

El Ayuntamiento no siempre ocupó este lugar. En un principio, estaba situado junto a la Sé y después fue trasladado al Rossio, siendo destruido por el terremoto de 1755. Finalmente, se levantó en esta plaza, aunque sufrió nuevos incendios y remodelaciones hasta tener su aspecto actual. Su fachada es de estilo neoclásico tardío, con un pórtico triple coronado por una balaustrada sobre la que se abren, en el nivel superior, tres ventanales flanqueados por columnas. Un frontón triangular corona la fachada que, a su vez, está coronado por el blasón de Lisboa. Junto al blasón vemos las figuras alegóricas del Amor a la Patria, la Ciencia, la Navegación, la Libertad, el Comercio y la Industria. 

En cuanto al Pelourinho, es costumbre en Portugal colocarlos frente a los edificios de los ayuntamientos. Simbolizan la justicia ciudadana frente a los poderes eclesiásticos o señoriales y tienen su origen en el siglo XV. El que se alza en esta plaza es del siglo XVIII, construido después del terremoto, en estilo neomanuelino. Está formado por tres columnas retorcidas y un pedestal y aparece coronado por una esfera, la llamada esfera armilar. Antiguamente, estas picotas se usaban para efectuar castigos e incluso para llevar a cabo penas de muerte. En este caso, es solo un símbolo del pasado, las cadenas y pinchos de hierro ya no están, ya que la reina Maria II los mandó desmontar para dar una imagen alejada de los horrores que tenían lugar cerca de las sedes del poder municipal (no cabe duda de que la reina quedó marcada al haber presenciado las torturas tras el intento de asesinato de su padre, tal y como nos había contado Alejandra la noche anterior).

La esfera armilar es un modelo reducido del cosmos desde la perspectiva terrestre, un instrumento astronómico utilizado en la Antigüedad y en la Edad Media para la determinación de la posición de los cuerpos celestes. Su construcción requirió de numerosas y minuciosas observaciones llevadas a cabo durante siglos acerca del movimiento aparente de los astros alrededor de la Tierra. En la bandera portuguesa, la esfera amarilla que envuelve el escudo esquematiza este instrumento astronómico, como representación de la época de los descubrimientos marítimos portugueses del siglo XV, tan asociados a las observaciones astronómicas. 

Eduardo también nos contó las conjeturas sobre dónde se guarda el dinero que llegó a las arcas portuguesas desde sus colonias. Es evidente que una gran parte se gastó en monumentos y eventos que querían mostrar al mundo la riqueza y el esplendor del reino portugués. Pero, ¿dónde está el resto? Los últimos datos apuntan a que se encuentra en las cámaras acorazadas del Banco de Portugal, cuya primera sede estuvo en el edificio de la Cámara Municipal y que ahora ocupa parte de la antigua iglesia barroca que está a su lado. 

Pasemos ahora a la Historia. Entre otros hechos destacados que tuvieron lugar en esta plaza, tenemos la proclamación de la I República el 5 de octubre de 1910.  ¿Por qué no se hizo en la Praça do Comércio? Pues porque no tenía mucho sentido proclamar la República en una plaza cuyo centro lo ocupa la estatua ecuestre de un rey.

En la revolución se pretendía que la caída de la Monarquía tuviera una dimensión mesiánica, unificadora, por encima de los intereses de las diversas clases sociales. Por eso, se identificó a los monárquicos y a la Monarquía con el antipatriotismo y la rendición a los intereses extranjeros. Las cuestiones ideológicas no eran fundamentales en la estrategia de los republicanos, la mayoría de sus simpatizantes ni siquiera conocía los textos de los principales manifiestos, pero bastaba con estar en contra de la Monarquía y de la corrupción política de los partidos tradicionales. 

Cuando Manuel II subió al trono, al principio generó una cierta simpatía debido a su juventud (18 años) y por el nombramiento de un gobierno de consenso presidido por el almirante Ferreira do Amaral. Pero no había forma de calmar el avance de los republicanos y, así, se sucedieron siete gobiernos en dos años. Una gran parte se mostraba partidaria de la lucha armada para acabar rápidamente con la monarquía. Un comité, formado por civiles y militares, fue el encargado de la organización de las sociedades secretas, como la Carbonaria, la Francmasonería y la Junta Liberal. La revolución tuvo éxito finalmente por la incapacidad de respuesta del gobierno, que no consiguió reunir tropas suficientes para aplacar a los 200 revolucionarios que resistían en armas en la plaza del Marqués de Pombal. 

El rey se refugió primero en Mafra con la intención de llegar a Oporto. En la mañana del 5 de octubre, el alcalde de Mafra recibió la comunicación del nuevo gobernador civil ordenando que enarbolase la bandera republicana. La situación de la familia real se volvió insostenible. Manuel II decide embarcarse en Ericeira en el yate Amelia IV, que había llegado hasta allí desde Cascaes después de recoger al tío del rey y heredero al trono. Pero, temiendo que Oporto no recibiera bien a la familia real (de hecho, en poco tiempo la ciudad se declaró republicana), el yate se dirigió a Gibraltar. El rey ordenó entonces que el barco, propiedad del estado portugués, regresara a Lisboa mientras él permanecería el resto de su vida en el exilio. 

Se formó entonces un Gobierno Provisional que realizó importantes cambios en la sociedad portuguesa que perduran hasta nuestros días (se institucionalizó el divorcio y la legalidad del matrimonio civil, la igualdad de derechos en el matrimonio entre hombres y mujeres, la regularización jurídica de los hijos nacidos fuera del matrimonio, la protección a la infancia y a los ancianos, la reformulación de la ley de prensa, la extinción de los títulos nobiliarios y el reconocimiento del derecho a huelga). Tras las elecciones del 28 de mayo de 1911, este gobierno presentó su dimisión el 24 de agosto, que fue aceptada el 3 de septiembre por el nuevo presidente de la República, Manuel de Arriaga. 

Comenzaba así la Primera República Portuguesa que mantendría el régimen parlamentario y presidencialista en el país hasta la Revolución de 1926. Esta nueva Revolución tuvo lugar por el debilitamiento gubernamental y las feroces luchas entre partidos políticos, lo que provocó que un grupo de jefes militares se alzaran para instalar un nuevo régimen de carácter autoritario, llamado Ditadura Nacional, y precursor del Estado Novo impulsado por el dictador António de Oliveira Salazar en 1932.

Entre el derrocamiento de Manuel II y la revolución de 1926, Portugal tuvo 8 presidentes de la república, 38 primeros ministros y 45 cambios completos del Consejo de Ministros, más una Junta Constitucional y un gobierno provisional. Con la incipiente industrialización portuguesa habían surgido los partidos socialistas y comunistas. Los sindicatos y gremios de artesanos ganaron fuerza, motivando huelgas y manifestaciones que habían hecho aumentar la sensación de desgobierno en el país. Con el triunfo de los militares se designó presidente y primer ministro a José Mendes Cabeçadas quien integró su gabinete con derechistas y disolvió por tiempo indefinido el Parlamento. Además, se prohibieron todos los partidos políticos y se estableció la censura de prensa. El nuevo régimen adquirió un carácter aún más autoritario cuando se nombró al general Óscar Carmona presidente y primer ministro. Este, a su vez, nombró como ministro de finanzas a António de Oliveira Salazar, quien asumiría el poder supremo en 1932 para instalar su propia dictadura.

En 1968, Salazar tuvo un accidente doméstico que le provocó un hematoma cerebral, falleciendo en 1970. Le sustituyó Marcelo Caetano en la dirección del país. Cualquier intento de reforma política fue abortado, debido a la propia inercia del gobierno y al poder de la rama de la policía portuguesa encargada de los asuntos secretos, la Policía Internacional y de Defensa del Estado (PIDE).

En ese momento, las potencias europeas estaban llevando a cabo la descolonización en África. Y en las provincias portuguesas de Mozambique y Angola habían estallado revueltas que obligaban al gobierno a mantener por la fuerza de las armas el imperio colonial portugués, considerado por los ideólogos del régimen como un elemento de la identidad nacional que debía mantenerse a toda costa. Así, el país se vio abocado a invertir una gran cantidad de recursos materiales y humanos en una guerra costosa y difícil de sostener. En la Guinea portuguesa la situación era aún más grave. 

Los conflictos en África provocaron serias diferencias entre la sociedad civil y las élites militares. Todo esto, junto a un modelo económico que había convertido a Portugal en el país más pobre de Europa, generó una fuerte emigración. En febrero de 1974, el presidente del gobierno, Marcelo Caetano, fue animado por la vieja guardia del ejército a destituir al general António de Spínola, que no era partidario de seguir la guerra en África sino de lograr una solución política. La decisión provoca el auge de un misterioso Movemento das Forças Armadas que había nacido secretamente en 1973 liderado por jóvenes oficiales. El 16 de marzo de 1974 intentaron un golpe de estado, pero fracasaron y solo consiguieron que Marcelo Caetano lanzase una agresiva campaña de espionaje dentro del ejército. Sin embargo, el MFA no cesó en sus pretensiones. 

Así, a las 22:55 horas del 24 de abril sonó en la radio la canción E depois do adeus, de Paulo de Carvalho, que había representado a Portugal en el Festival de Eurovisión unos días atrás. Era la señal para que las tropas se prepararan en sus puestos y sincronizaran los relojes. A las 00:25 del 25 de abril, Rádio Renascença transmitió Grandola, Vila Morena, una canción revolucionaria de José Afonso, prohibida por el régimen. Era la segunda señal para que el MFA ocupase los puntos estratégicos del país. A lo largo de la madrugada, las autoridades del Estado Novo perdieron el control del país sin resistencia. Al amanecer, miles de civiles portugueses ganaron las calles uniéndose a los militares sublevados. 

Uno de los hitos de aquel momento fue la marcha de las flores en Lisboa. Una camarera, Celeste Caeiro, que regresaba a casa cargada de claveles que iban a ser entregados a los asistentes de un banquete que se había suspendido por la situación, recibió la petición de un cigarrillo por parte de un soldado que estaba en un tanque en la Praça do Rossio. Como la joven solo llevaba los manojos de claveles, le dio uno. El soldado lo puso en su cañón y sus compañeros lo imitaron colocándolos en sus fusiles como símbolo de que no deseaban disparar sus armas, extendiéndose la acción por toda la ciudad, lo que dio a la revolución el nombre por el que se la conoce, la Revolución de los Claveles (Revoluçao dos Cravos).

La Plaza del Municipio, en la que estábamos escuchando a Eduardo, jugó su papel en la revolución. De ahí, las modernas esculturas a las que hacía referencia más arriba. Parece ser que ese fue el punto de encuentro de un grupo de soldados del MFA con una parte del Ejército leal al régimen. El oficial al mando de esta última les pidió que se rindieran, que no iba a dispararles, pero, nada más hacerlo, ordenó disparar. En ese momento, los soldados que lo acompañaban se negaron a cumplir la orden y se cambiaron al otro bando, muy enfadados porque su oficial no había respetado la palabra dada a sus compañeros de armas.

Y hasta aquí, la historia, como dijo Eduardo. Ahora tocaba otra cosa. Lo seguimos hasta una curiosa calle pintada de color rosa, la Rua Nova do Carvalho.  



Entre los lugareños es conocida como "Pink Street", la calle rosa de la vida nocturna portuguesa. Antiguamente, era el centro de la prostitución de la capital, pero desde 2013 se acogió a un proyecto de reurbanización que la convirtió en peatonal y le dio el color que tiene hoy. Por el día, la calle es tranquila, como pudimos comprobar... el color de la calle y los graffitti la convierten en objeto de curiosidad para los turistas. Al atardecer, por lo visto, cobra vida y se prepara para noches bastante salvajes (los vecinos no están nada contentos con el ruido y la basura que se acumula al final de las horas nocturnas... de hecho, acababan de lavarla cuando llegamos, pero aún así se veían restos de botellas). La Rua Nova do Carvalho se ha ido labrando una reputación internacional, incluso el New York Times la nombró una de las calles más bonitas y divertidas de Europa. Eduardo destacó, entre sus locales, la Pensao Amor: antiguo burdel, ha conservado los muebles barrocos y el ambiente íntimo y seductor y es ahora uno de los lugares más mágicos e increíbles para tomar una buena copa al principio de la noche y charlar en uno de sus cómodos sillones. 

¿Por qué se pintó de rosa? En 2013, la conocida marca de vodkas, Absolut, decidió hacer una colaboración con artistas locales: por una parte, la zona se revitalizaba y, por otra, la campaña publicitaria tenía un reclamo en sí, una calle pintada íntegramente de rosa chicle, un color chillón que tenía mucho que ver con el producto ofertado. La realidad es que el ayuntamiento de Lisboa y, especialmente, los propietarios de locales de la calle y sus alrededores vieron en esta idea de marketing todo un potencial para sus negocios, rehabilitando los mismos y adaptándose a los nuevos tiempos. 


Seguimos nuestra ruta y llegamos al espacio conocido como Time Out Market Lisboa, situado en la Avenida 24 de Julho, frente al Cais do Sodré. 

A finales del siglo XIX se inauguró este mercado mayorista, el Mercado da Ribeira, donde una gran nave central acogía un buen número de puestos de frutas, pescados, carne y todo tipo de productos alimenticios. Sus puestos de flores, además, lo hicieron famoso. Cuando el Mercado Abastecedor de la Región de Lisboa (MARL) se consolidó como el principal mercado mayorista, por sus instalaciones más amplias y mejores accesos, el Mercado da Ribeira aseguró su supervivencia funcionando como mercado minorista. Finalmente, ante el auge de las grandes superficies, se vio obligado a cerrar sus puertas, hasta que se decidió darle una nueva vida rehabilitándolo como centro de restauración en 2014. 

Hoy es el lugar ideal para los amantes de la buena cocina. Según Eduardo, los mejores restaurantes y lugares de comida de Lisboa se han reunido aquí... tartares, sushi, hamburguesas, helados artesanales, zumos de fruta naturales son algunas de las muchas delicias que se pueden degustar en los puestos del mercado. 

La organización del espacio es muy curiosa: 



La parte central cuenta con mesas corridas que se comparten entre todos los puestos. Así, cada uno escoge lo que quiere y después lo consume en compañía de sus amigos u otras personas. 


Os dejo aquí un vídeo que no sé por qué no me deja poner de otra manera. 

En una nave que hay a mano derecha según se entra sigue habiendo un centro de venta de verduras y frutas que es el principal abastecedor de los puestos. 

Por detrás del mercado, siguiendo la Rua Moeda, llegamos al Elevador da Bica, un funicular que nos sube al Bairro Alto. Se encuentra en la Rua da Bica de Belo Duarte y es propiedad de la Companhia Carris de Ferro de Lisboa. Une el Largo do Calhariz y la Rua de Sao Paulo. Nosotros no usamos el elevador sino que poco a poco fuimos subiendo por una calleja paralela con escaleras. 


El Elevador da Bica es Patrimonio Histórico de Portugal desde el 2002, gracias a su tradición y su perfecto estado de conservación. Fue inaugurado en 1892 funcionando con un sistema de cremallera y contrapeso de agua. Más adelante fue sustituido por máquinas de vapor y, posteriormente, en 1927, fue electrificado, lo que permitió mayor comodidad y velocidad. Está conformado por dos vagones, cada uno de ellos con una capacidad para 23 pasajeros, 9 sentados y 14 de pie. Es, tal vez, el menos conocido de los Funiculares de Lisboa.

Escuchando las explicaciones de Eduardo sobre los mismos raíles


Os dejo el vídeo.
 


Y ya estábamos en el Bairro Alto. 


En una de las callejas que lo componen hay un plano de cómo era el barrio en la antigüedad. También conocido como Vilanova dos Andrades, es un barrio que queda alto en relación con la Baixa Pombalina, de ahí su nombre. Con una estructura más o menos octogonal, fue construido a finales del siglo XVI, convirtiéndose en uno de los barrios más pintorescos de la ciudad. Eduardo nos hizo notar la amplitud de las calles en relación con Alfama, para que pudieran pasar los carruajes de los señores que se fueron instalando en las casonas o palacios de la zona.

El Bairro Alto presenta diferentes etapas de construcción: antes del terremoto (las viviendas más antiguas y los restos de la iglesia do Carmo), edificios neoclásicos (zona da Estrela) y decimonónicos (Palacio das Necesidades y Observatorio de la Facultad de Ciencias).  

A partir de 1980, el barrio fue ganando popularidad entre los ciudadanos, convirtiéndose en el centro de la noche lisboeta. A partir de ese año, comenzaron a inaugurarse restaurantes, bares y casas de música. La presencia de estos establecimientos de ocio hizo que muchos de sus pobladores originales se mudaran a otras zonas más hacia las afueras, con lo que el barrio entró en decadencia y desarrolló una mala reputación: zona de prostitutas y oscuros bares de fado. Unos años después, sus calles se llenaron de intelectuales y artistas, amantes de la Lisboa más auténtica, y el barrio se impregnó de una atmósfera bohemia. De hecho, los periódicos más importantes de la ciudad establecieron las sedes de sus rotativas aquí, en casonas o palacios abandonados que tenían espacio suficiente para ello. Algunas calles tienen los nombres de esos diarios. Actualmente, solo queda uno instalado en esta zona. 

Hoy podría decirse que el barrio tiene una personalidad propia y unas características que se pueden considerar atemporales. Muchos diseñadores y marcas fuera del circuito comercial han fijado sus ojos en este barrio, próximo al concurrido Chiado, como la oportunidad perfecta para crear una zona de compras alternativa, una especie de soho lisboeta. 

Lo más interesante de recorrer las calles de este barrio es ver cómo conviven en pocas calles los sitios tradicionales de fado para los turistas, los bares de ambiente y los garitos de copas de la Rua Atalaia, los comercios tradicionales que todavía sobreviven y las nuevas tiendas con las últimas tendencias en moda y diseño de la Rua do Norte. Depende de a la hora que se visite la zona, uno se encuentra con un barrio u otro. 

Callejeando por el Bairro Alto

Junto al Bairro Alto se encuentra el Mirador de Sao Pedro de Alcántara. Ofrece unas magníficas vistas de todo lo más significativo de Lisboa: el castillo de San Jorge, la Sé, el casco histórico, la iglesia de Sao Vicente de Fora a lo lejos... También nos permite divisar parte de la ciudad nueva hacia el lado izquierdo. 


El mirador está rodeado por unos bonitos jardines con esculturas blancas y mosaicos que crean un espacio de lo más relajante. Es el mirador más visitado de la ciudad y uno de los favoritos de los lisboetas, que lo utilizan como punto de encuentro. Destaca la estatua del vendedor de periódicos que homenajea a Eduardo Coelho, fundador del Diario de Notícias (ya hemos dicho que en este barrio se asentaron muchas de las agencias periodísticas). El mejor momento para visitar este mirador es al caer la tarde, cuando la ciudad queda bañada por una luz especial y se pueden hacer excelentes fotos. 


Una de las formas de acceder a este mirador es el Elevador da Gloria, que sube desde la Praça dos Restauradores. 


Es uno de los elevadores más populares y permite a los turistas y a los lisboetas salvar las pronunciadas cuestas. Se compone de dos vagones que se cruzan en la mitad de su recorrido. El trayecto dura aproximadamente unos 5 minutos. Desde febrero de 2002 está considerado Monumento Nacional. 

Empezamos a dirigirnos hacia el Chiado, pero primero pasamos por el Largo Trindade Coelho. Es un bonito lugar plagado de palomas y con una curiosa escultura junto a los kioskos de prensa: se trata de la estatua del vendedor de lotería o "cauteleiro", colocada para honrar este oficio por la Santa Casa de la Misericordia de Lisboa, institución que gestiona las loterías del estado. La tradición popular dice que frotando tu décimo en la parte brillante de la estatua tendrás suerte. Chus y yo probamos, por si acaso...


Detrás de Chus se ve una columna. Fue levantada por los italianos residentes en Lisboa para conmemorar el matrimonio del rey Luis I con la princesa María Pía de Saboya (1862), la que sería abuela de Manuel II. 

Pero lo que más destaca en la plaza, aunque no la visitamos, es la Iglesia de San Roque. Acabada en 1574, es uno de los mejores ejemplos de arquitectura manierista portuguesa. Fue construida por los jesuitas lisboetas sobre los restos de una antigua ermita. Junto a la iglesia está el Museo de San Roque o Museo de Arte Sacra. 

Y llegamos al Chiado, en concreto nos detuvimos frente al famoso café A Brasileira, en cuya terraza se encuentra la estatua de Fernando Pessoa, sentado a una de sus mesas. 


Entre el Bairro Alto y la Baixa se ubica el barrio más bohemio de Lisboa: el Chiado. Se trata de una zona llena de cafés y tiendas, pero además está desde siempre ligado a la vida intelectual de la capital, ya que cuenta con varios museos y otros lugares de interés cultural. Desde finales del siglo XIX y principios del XX, este barrio de la ciudad empezó a ganar importancia en la ciudad por ser el favorito de poetas y escritores a la hora de celebrar sus reuniones y tertulias literarias. 

En 1988, tuvo lugar el episodio más trágico del Chiado. Un incendio terminó con buena parte del barrio, dejando la zona prácticamente arrasada. El proyecto de recuperación, dirigido por el arquitecto Álvaro Siza Vieira, duraría nada menos que una década.

En los alrededores de la Rua Garrett hay todo tipo de tiendas, sobre todo boutiques de nuevos diseñadores y librerías antiguas. La más visitada, por estar considerada la más antigua del mundo, es la Livraria Bertrand, fundada por dos franceses en 1732. 

Siguiendo hacia la parte baja del Chiado nos encontramos con el Teatro Nacional de San Carlos


Es el Teatro de la Ópera. Fue construido en 1792 por José da Costa e Silva, modelado sobre el edificio de la antigua Ópera, el Teatro Tejo, que había sido destruido durante el gran terremoto de 1755. Lo inauguró la reina María I el 30 de junio de 1793. La idea del arquitecto era hacer algo parecido a la Scala de Milán y lo cierto es que las comparaciones son inevitables, sobre todo si nos fijamos en la fachada neoclásica, pero también en el interior, en la disposición de los asientos, palcos y demás. Cuenta con un aforo que apenas supera los 1000 espectadores, lo que obliga muchas veces a llevar los espectáculos al Centro Cultural de Belém. 

Y aquí nos despedimos de Eduardo, un guía fantástico. Pero antes nos aconsejó que si íbamos a usar el transporte para ir, por ejemplo, a Belém, que cogiéramos el pase de un día que vale unos 6 euros y que se puede usar durante 24 horas desde la primera vez que se utiliza. Permite subirse a tranvías, autobuses, metro y funiculares. Se coge en las bocas del metro. La verdad, sale muy barato moverse con esta tarjeta. 


Era tarde para comer. La visita era de 11:30 a 14:00 h, pero Eduardo la prolongó hasta las 14:30. Como habíamos acordado ir a cenar, no nos apetecía atiborrarnos en ese momento, así que desanduvimos el camino y bajamos a la Praça do Rossio, en donde se encuentra el Café Nicola. Tiene una antigüedad de más de 200 años. Podría pensarse que eso lo hace uno de los mejores cafés-restaurantes de la ciudad, pero lo cierto es que le viene muy bien el refrán de "cualquier tiempo pasado fue mejor". Fue lugar de reunión de la intelectualidad lisboeta y mucho de su fachada y de su interior se conserva como antaño.

Nuestra opinión es que no merece la pena ni siquiera tomarse un café ahí. Además de la prepotencia y chulería del camarero que intentó convencernos de que la cerveza Sagres era la mejor del mundo porque la servían ellos, el café más antiguo de Lisboa, la comida no es gran cosa y resulta carísimo... ¡qué clavada nos metieron por nada! Y aún encima, cuando Pili le dijo que se quedara con la vuelta (cierto que eran unos céntimos), prácticamente se los tiró a la cara con desprecio. 

El hecho de que parezca una antigua carabela no justifica el precio...

Ya descansadas, decidimos dar una vuelta por nuestra cuenta. Las llevé a la estación del Rossio, cuya fachada e interior merecen la pena. Antes, en la parte norte de la Praça do Rossio, nos hicimos una foto con el Teatro Nacional D. Maria II. 


 
Fachada de la estación do Rossio

La estación es uno de los edificios más emblemáticos de Lisboa. De aquí parten los trenes que llevan a Sintra. La fachada, de estilo neomanuelino, llama la atención por su belleza. Es obra del arquitecto Luis Monteiro, al que la Compañía Ferroviaria Real Portuguesa le encargó a finales del XIX este proyecto. Tiene dos grandes puertas de acceso con forma de herradura y una torre rematada por un reloj. Casi parece un teatro. 


Lo más curioso es que los andenes están en un piso superior, es decir, por encima del nivel del suelo. 


Esto se debe a la orografía del lugar, pues la estación está ubicada en una de las colinas del Bairro Alto y hubo que adaptar las instalaciones a ese desnivel. Los techos de hierro forjado que cubren los andenes, de más de 20 m de altura, son obra de Gustave Eiffel. Aunque la estación ha sufrido sucesivas renovaciones, siempre se ha tratado de preservar el carácter histórico del edificio. 

En la parte superior hay un mirador con terraza.


Desde la estación una calle sube hasta el Bairro Alto y pensamos que no sería mala idea pasearlo ahora con más calma. 


Así, nos acercamos a los restos de la Iglesia do Carmo. Se puede subir desde la Baixa utilizando el Elevador de Santa Justa. Pero como dijo Eduardo, no merece la pena hacer la cola para subir en el Elevador, que no deja de ser otra cosa que un ascensor. Y total, el acceso a la pasarela desde la que se ven las vistas de Lisboa se puede hacer de forma gratuita justo junto a las ruinas de esta iglesia. 


El Convento do Carmo era una catedral gótica que se ubicaba en el Bairro Alto. Fue derrumbada por el terremoto de 1755. En la actualidad es un museo arqueológico. 

Desde la pasarela se pueden hacer bonitas fotos.

Vista de la comercial Rua do Carmo (Chiado) desde la pasarela del Elevador de Santa Justa


Y llegamos de nuevo a la famosa Rua Garrett. Mientras Marusela visitaba unas iglesias cercanas (Igreja de Nossa Senhora do Loreto dos Italianos, al norte, e Igreja de Nossa Senhora da Encarnaçao, al sur), Chus y yo nos dedicamos a hacernos fotos con nuestro amigo Pessoa en la terraza del Café A Brasileira.  




Este café es otro de los más antiguos y famosos de Lisboa. Fue abierto por Adriano Telles en 1905, después de haber abierto otro en Oporto en 1903. La idea era vender "verdadero café brasileño" procedente del estado de Minas Gerais. La tienda vendía también otros productos, como aceite, harina, té, diversos tipos de pimientos y de vino. Fue el primer local en servir la bica, una tacita de café muy fuerte, parecido al expreso. 

Fue remodelado en 1908 y luego en 1922, dando paso a la cafetería que es hoy. Los interiores presentan una decoración estilo Art Déco. En 1997, las autoridades portuguesas decretaron A Brasileira como parte del Patrimonio Arquitectónico Portugués por ser un inmueble de interés público. 

Siempre ha sido lugar de encuentro de intelectuales, librepensadores y artistas, entre ellos Fernando Pessoa. Su estatua fue colocada en el exterior del café en 1988.


Con Pili, y mientras seguíamos esperando a Marusela, nos acercamos a la tienda de Benetton, que está en la esquina, con la intención de ver un antiguo ascensor que se conserva en ella y del que nos había hablado Eduardo esa mañana. Está parado en la parte alta de la tienda y es uno de los ascensores más antiguos de Europa. El Benetton de la Rua Garrett se ubica en los antiguos Armazéns Ramiro Leao. Es un clásico ejemplo de la decoración estilo Belle Époque. 


Cansadas de deambular, nos fuimos al hotel a descansar para prepararnos para salir después a cenar. Y esa fue toda una historia, jajajajajajaja...

Yo había leído en alguna parte que había un restaurante, La Casa do Alentejo, que tenía un patio mudéjar y unos azulejos dignos de ver. Incluso, le preguntamos a Eduardo si lo conocía y nos dijo que sí, que era un poco caro, pero que merecía la pena visitarlo aunque solo fuera por el patio y la decoración. Yo había llamado al mediodía y me habían dicho que no hacían reservas para esa noche, que era por orden de llegada. Que empezaban a las 7. Así que allá que nos fuimos. 

Está situado en la Rua das Portas de Santo Antao. Según entras, te encuentras en el patio mudéjar. Muy bonito, y debe ser visitado con frecuencia, porque cuando llegamos lo hizo a la vez un grupo con una guía para verlo. Parece ser que fue un palacio de finales del siglo XVII. Aunque resistió al terremoto de 1755, fue restaurado en 1919. Fue residencia de los Vizcondes de Alverca. 

Al subir las escaleras desde el patio te encuentras con esta decoración

Ya al subir las escaleras tuvimos la sensación de que estábamos entrando en un sitio raro, y no solo por la decoración. Según yo había leído, en el interior destacaban la Sala de los Espejos, la Sala de Lectura, la Sala de Exposiciones y la Sala Neo-Renacentista. Todas ellas inmensos salones recubiertos con paneles de azulejos, muchos de los cuales evocan la vida familiar y rural en el Alentejo.


El caso es que sí, los salones hablaban de una gloria pasada, pero estaban vacíos, con un aspecto totalmente desangelado. En el comedor, como se ve en el vídeo, cuatro mesas mal puestas. Tenían otro comedor al lado, desde el que se veía la cocina.



No decíamos nada, pero imagino que todas estábamos teniendo la sensación de que allí la comida no iba a ser gran cosa. Y, efectivamente, la carta era escasa y nada atractiva. 


En resumen, que viendo el panorama y que nada nos acababa de convencer y le estábamos dando más vueltas que un 8, sugerí que nos podíamos marchar. Me miraron con cara de sorpresa y enseguida empezaron las risas... que cómo íbamos a hacer si ya estábamos sentadas, que qué palo... Pues nada, nos levantamos, echamos a andar y adiós muy buenas. ¿Andar? Chus puso pies en polvorosa y salió corriendo y las demás la seguimos... 

Pero aún nos detuvimos a hacer la foto en el patio, jajajaja...


La verdad que era bonito. Decorado con estilo morisco con una pequeña fuente en el patio, repleto de plantas y con arcos decorados en estilo mudéjar con influencia árabe. Destacan también los azulejos, los muebles de marquetería de sándalo, los balcones y las pequeñas columnas decorativas. 

Así que acabamos en un restaurante italo-portugués de la misma calle comiendo una pizza y bebiendo sangría de lambrusco, mientras continuábamos con las risas. 


Y un agradable paseo de regreso al hotel.






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