Tomar
Salimos de Longra riéndonos por lo acontecido, pero la verdad es que estábamos un tanto cabreadas por lo que había pasado con el alojamiento. Lo que pasa es que nosotras somos así, preferimos reírnos que amargarnos la vida... Así que a otra cosa, mariposa.
Tomamos la carretera que nos había indicado la señora Fernanda y poco después nos encontramos con un monumento del siglo XVI, no muy conocido y que, sin embargo, resulta impresionante: el Acueducto dos Pegoes, que llevaba el agua hasta el castillo y convento de Tomar. Tiene una longitud de unos 6 km y una altura máxima de 30 m.
Seguimos y enseguida llegamos a Tomar. Es una pequeña ciudad con gran encanto, cuyo máximo exponente es el Convento de Cristo, una de las obras renacentistas más importantes de Portugal. Está situado en la parte alta y se puede llegar con el coche hasta la entrada, aunque no hay mucho sitio para aparcar por lo que en los días de mucha afluencia turística es mejor dejarlo abajo y subir a pie. Por suerte, en estas fechas y yendo a primera hora de la mañana, no hay problemas de aparcamiento. Pero sí otro tipo de problemas que ya os comentaremos después JAJAJAJAJAJA.
El convento se halla en el interior del recinto fortificado que constituía el castillo de Tomar, una de las edificaciones militares portuguesas más importantes del siglo XII. El conjunto fue elevado a categoría de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1983. El castillo fue terminado el 1 de marzo de 1160, de ahí que actualmente se celebre el primero de ese mes el día de la ciudad de Tomar. Dentro de las murallas del castillo todavía pueden verse algunas antiguas viviendas. Las torres redondeadas de las murallas exteriores supusieron una gran novedad en su época, ya que fueron introducidas en Portugal por los Templarios a través de este castillo. Ese tipo de torres proporciona una resistencia mayor ante los ataques enemigos que las tradicionales de forma cuadrada.
A la entrada se abre una gran explanada con parterres y setos podados con formas geométricas, al fondo de la cual se alza una escalinata que da paso a lo que es el Convento de Cristo propiamente dicho.
No podemos dejar de admirar el pórtico renacentista de la puerta de entrada a la iglesia del convento, aunque ahora no se accede por ella al interior.
La parte más antigua de la iglesia se conoce como Charola. Se trata de un oratorio templario construido en el siglo XII que posteriormente se transformó en capilla mayor con motivo de la reconstrucción ordenada por D. Manuel I, en el siglo XVI. Para ello se abrió un gran arco de triunfo apuntado y se añadió un cuerpo rectangular de tres tramos y dos alturas que aprovechaban el desnivel del terreno.
El coro alto, con balaustrada de madera, está iluminado mediante grandes vanos laterales y un óculo en su parte occidental.
La sacristía está iluminada por dos ventanas, una al sur, que quedó parcialmente tapada por el posterior Claustro principal, y otra, en la parte occidental, con abundante decoración exterior, conocida como "Janela do Capítulo", uno de los elementos paradigmáticos del convento.
Esta ventana parte de las raíces de un árbol sostenido por el busto de un hombre. La decoración trepa por unos mástiles y está compuesta por motivos vegetales y marinos, como algas, maromas, cadenas, corcho... en alusión al momento histórico, en el que el mar se tomó como referente, lo mismo que el óculo superior, que representa velas hinchadas por el viento. Aunque otros historiadores opinan que el significado va mucho más allá, intentando mostrar un vínculo entre la Orden de Cristo y el origen divino de la dinastía manuelina.
El convento tiene varios claustros, cada uno de los cuales tenía su propia función: el Claustro da Hospedaria, el Claustro dos Corvos, el Claustro da Micha, el Claustro da Lavagem, el Claustro do Cemiterio y el Claustro Principal.
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Detalle del Claustro Principal |
En la fachada sur del convento se aprecia la llegada del Acueducto dos Pegoes.

Y ahora os cuento cuáles son los problemas que os podéis encontrar en el aparcamiento del Convento: tenéis que comprar en la maquinita el ticket que indica hasta qué hora podéis estar aparcados. Nosotras, como buenas ciudadanas, lo hicimos así: Chus compró el ticket y yo lo puse en la parte delantera del coche. Allá que nos fuimos tan tranquilas a hacer la visita. Pero hete aquí que cuando fuimos a coger el coche para marcharnos nos encontramos con que nos habían dejado una multa por estar a las 11:00 h aparcadas en un lugar de estacionamiento limitado. ¿Einnnnn? ¡Pero si el ticket nos había dado hasta las 12:27! Entonces me di cuenta de que yo había colocado el ticket con la hora boca abajo, pero vamos, que yo no estaba mal estacionada. Bajamos en busca de la policía y nos la encontramos poniendo más multas en una zona baja de la ciudad. Salí del coche y me dirigí a uno de los agentes para explicarle lo que había pasado. El agente me miró con cara de "qué pesada es esta tía" y echó un vistazo al ticket y a la multa. Entonces me dijo que esa multa no la había puesto él sino un tal Pedro. Le pregunté dónde podía encontrarlo y me dijo que en el edificio central. Y para decirme donde se encontraba el tal edificio sólo me repetía una y otra vez, "na cima". Como empecé a mirarlo con cara de cabreo, me dijo que esperara y llamó al tal Pedro, pidiéndole que se acercara hasta allí. Cuando llegó, no hubo manera de hacerle entender que se había equivocado porque yo sí tenía ticket solo que estaba boca abajo... que cómo sabía él que ese ticket que le enseñaba era el que estaba en el coche y no uno que había cogido después o pedido a otro conductor, que si lo tenía boca abajo era como si no tuviera nada puesto, etc. etc. Noté que se me subía la adrenalina así que de nuevo les pregunté en dónde estaba el edificio principal que yo iba a ir a reclamar allí. Esta vez, el tal Pedro me lo explicó medianamente bien (de todas formas Chus tuvo que preguntar después otra vez). Pues en la policía central, PEOR: el tío que me atendió erre con que yo podía estar presentando un ticket que ni siquiera era mío. Insistí. Porque me tocaba las narices que encima de ser buena ciudadana me estuvieran poco menos que llamando mentirosa. Como no había forma de hacerle bajar de la burra le dije que me iba y que por supuesto no iba a pagar ninguna multa. Me dijo que hiciese lo que quisiese y adiós muy buenas. Vamos, que seguro que otro ni siquiera se hubiera molestado, hubiera tirado la multa a la basura y santas pascuas, pero yo quería ser honrada y lo único que conseguí fue que me tacharan de mentirosa, ¡EL COLMO!
Figueira da Foz
Una vez más preferimos reírnos y nos pusimos en marcha hacia Coimbra mientras elaborábamos toda una teoría sobre la presunción de inocencia. Se dice que todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario, ¿no? Pues el tal Pedro me consideró culpable de buenas a primeras y además no admitió la prueba de mi inocencia, jajajajajaja. En fin, cosas que pasan...
Con tanta risa de repente empezamos a darle vueltas a la idea de que Coimbra era un sitio muy serio y que las cosas no estaban para seriedades, así que sin pensarlo dos veces cambiamos el rumbo y nos dirigimos a la costa, con ánimo de dormir en Figueira da Foz, en donde ni Chus ni yo habíamos estado antes.
Esta vez sí que comí bien, en un restaurante de la carretera, un delicioso "Leitao á Bairrada":

Llegamos a Figueira da Foz y buscamos el hotel que habíamos elegido por Booking, al lado de la playa. El Costa da Prata Hotel resultó ser un hotelito encantador, no muy grande, bien situado, con garaje por un coste adicional de 6 euros, personal extraordinariamente amable, buena habitación con buen aire acondicionado y magnífico desayuno buffet en el último piso con vistas al mar (lástima que al día siguiente hubiese mucha niebla y no lo pudiésemos disfrutar).
Nos acomodamos y decidimos dar un paseo por la playa... ¡qué playa! ¡enorme!... La verdad que, a pesar de lo que decía nuestra guía, que Figueira da Foz era una ciudad horrible y que ni siquiera merecía la pena acercarse al paseo marítimo ya que el mar queda muy lejos del mismo, debido a la amplitud de la playa, nosotras la encontramos muy agradable y disfrutamos de un par de horas estupendas.
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El Costa da Prata Hotel |
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Reflejos en el agua |
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Reunión de gaviotas |
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Gaviota solitaria
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De la playa pasamos al espigón...
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¿Por qué las gaviotas se ponen en fila en la arena?
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Curiosa escultura frente al hotel |
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Puesta de sol desde el hotel
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Después del gratificante paseo, como estábamos cansadas, nos fuimos al bar del hotel y en plan muy relax nos tomamos una copita (bueno, Chus, una coca-cola ya que no bebe alcohol... con excepción de champán y ciertos tipos de moscatel jejejejeje). Y más tarde salimos a cenar por las callejas de la parte de atrás del hotel, en una de las cuales se encuentra el casino. Recomendamos el Gastrobar Acropole, deliciosa cocina, maravillosos postres y excelentes caipirinhas.