Sábado de senderismo
Sábado, 05/09/2020:
Ruta da Moura en Arbo (VER LA RUTA AQUÍ)
Ruta da Moura en Arbo (VER LA RUTA AQUÍ)
Hacía un montón de tiempo que no hacíamos ninguna marcha. Así que Chus y yo decidimos lanzarnos y escogimos esta ruta para hacer. ¡No sabíamos lo que nos esperaba! Claro que teníamos que haberlo imaginado desde el momento en que la palabra "moura" se cruzaba con nosotros...
La ruta parte del puente románico de San Xoán, muy cerquita de Arbo, la capital de la lamprea. Un poco de historia: en el siglo XIX, este puente sería el escenario de la batalla más cruenta de estas tierras. Los hombres y mujeres de Arbo, capitaneados por el abad del Couto ganaron la batalla a los franceses de Napoleón, no sin múltiples víctimas locales. Se cuenta que Napoleón dijo de esta derrota: "una chusma de aldeanos guiada por una chusma de curas".
El puente se alza sobre el río Deva, afluente del Miño, y junto a él podemos ver un molino y un antiguo aserradero.
La ruta transcurre en parte por caminos y en parte por asfalto. Desde el puente, y por un camino fácil, llegamos a un punto en el que tenemos que atravesar la carretera PO400. Desde ahí, el primer kilómetro discurre entre viñedos.
El camino sigue después paralelo al río Deva, al que de nuevo volvemos a encontrar. Por eso, en un principio, resulta muy agradable, porque caminamos entre bosques y la sombra nos protege del sol que cada vez calienta más mientras oímos el murmullo constante del agua y contemplamos pequeños saltos de agua.
Y así llegamos a la aldea abandonada de Trabazos. La contemplación de sus ruinas despierta nuestra imaginación. De repente, el pasado se alza ante nosotros, un pedazo de historia que las futuras generaciones ya no tendrán oportunidad de conocer, ya que la naturaleza está reclamando aquí su lugar. Se trata de los restos de un conjunto de casas, probablemente del siglo XVIII o XIX. Son pequeñas viviendas, la mayoría de dos plantas, en las que suponemos que la planta baja se destinaba al ganado o se utilizaba como bodega.
Finalmente, alcanzamos un molino abandonado y a partir de ese momento dejamos atrás el río Deva para ascender por un camino más ancho hasta la aldea de Sande.
En esta aldea nos detenemos para descansar y recuperar fuerzas con unos plátanos, una vez que cruzamos la carretera PO5204 que pasa por el medio del pueblo. Aprovechamos para hacer algunas fotos de flores en huertas vecinas y así comprobar el funcionamiento de la app "Picture This" que hacía unos días que me había bajado.
Hete aquí que se acerca entonces un paisano. Habíamos visto que la ruta seguía por una pendiente bastante pronunciada de la que no se veía el final. Así que le preguntamos si la cuesta era muy larga y, como buen gallego, nos responde "depende". Claro, depende de a dónde quisiéramos ir. "¿A la Moura?"... no, no, la cuesta era solo lo que veíamos. Poca cosa.
Pues nada, seguimos pendiente arriba. 2 km por un monte de eucaliptos que cada vez subía más y más.
La cosa se va complicando por la falta de sombra y yo que me ahogo, jejejejeje. Chus insistía, al verme así, en dar marcha atrás y volver por donde habíamos venido, pero el orgullo me lo impidió (que dice la canción...). No quería rendirme, así que para adelante.
Las vistas eran realmente bonitas a medida que subíamos. Pero con el cansancio que llevaba la verdad que poco las disfruté.
Íbamos con la idea de sentarnos a descansar en la cima y comer los bocatas que llevábamos con nosotras. Pero ¡oh, desilusión!... no había ni un solo árbol. Por no decir que llega un momento en que las indicaciones no son nada precisas y no sabes hacia dónde tirar. Y lo cierto es que había dos opciones: seguir subiendo un poco más hacia la izquierda (cosa que no nos apetecía porque el cansancio y el sol estaban haciendo mella en nuestro estado de ánimo) o seguir prácticamente de frente e iniciar el descenso. Optamos por esta última, con lo cual nos perdimos lo que supuestamente íbamos a buscar: el petroglifo da Moura, que por lo visto estaba en la cima del camino de la izquierda, desde el que, de todos modos, había que retroceder para seguir hacia abajo por donde lo hicimos nosotras.
El camino de descenso no tiene ningún interés y vuelvo a insistir, ni una maldita sombra. Yo estaba que no podía más y de hecho nos alcanzó una pareja que me vio tan mal que cuando llegaron a la altura de Chus, que iba más adelante, le dijeron que me esperara porque estaba francamente agotada, cosa que ella ya sabía (se iba preguntando qué pasaría si me daba un jamacuco y me caía allí mismo...).
La pista desembocó en una carretera que nos obligó a seguir por asfalto. Terrible el calor que se desprendía del suelo. Y cuando vimos un caminito que se metía hacia la derecha, con un pequeño bosquecillo, no lo dudamos. Faltaba muy poco para alcanzar el punto de partida, pero yo creo que de no haberme tumbado a la sombra no hubiera podido llegar de ninguna manera.
Chus me echó agua por la nuca, la cabeza, el cuerpo... y me dio una coca cola que nos quedaba para recuperar un poco de azúcar. Casi media hora me llevó sentir que la vida volvía a mí. ¡Qué experiencia más dura!
Al final, alcanzamos el coche. Junto a él había una especie de bar en donde oímos gente riendo. Nos acercamos para tratar de conseguir más bebida, pero estaba cerrado para una fiesta privada. Así que en marcha. Acabamos cruzando el Miño y sentándonos a la orilla del río en Moncao en donde por fin pudimos tomar los bocatas y descansar un buen rato antes de volver a Vigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario