sábado, 18 de septiembre de 2021

Viaje a Australia (Sídney): del jueves, 28 de febrero de 2019 al sábado, 20 de abril de 2019 (María, visita a Mónica y Andrés) - Parte 7

 

Viernes, 29/03/2019 

Hunter Valley


Esta es una de las excursiones favoritas de los turistas que visitan Sídney. Y no podía dejar de hacerla. 


Tenía que madrugar para llegar a Sídney desde Parramatta y de hecho llegué cuando apenas empezaba a amanecer.

Town Hall cuando empezaba a amanecer



Caminando hacia el punto de encuentro disfrutando del amanecer sobre los bellos edificios de Sídney

Hunter Valley, al norte de Sídney, es una de las principales zonas productoras de vino, con una historia vitivinícola que data de principios del siglo XIX. Es conocida por variedades como el Semillón y el Syrah y alberga numerosas bodegas que incluyen marcas famosas en todo el mundo y negocios boutique familiares. La mayoría se ubica al sur del río Hunter y ofrece degustaciones de vino en las    bodegas y paseos por los viñedos. 


El guía nos contó que en este valle es donde empezó la producción de vino australiano. Es una de las cuencas sedimentarias más fértiles de Australia y ofrece protección frente a la humedad de la costa. Aquí fue donde Busby y King decidieron establecer sus viñedos a inicios de la década de 1820 para asegurar el suministro de vino de Sídney. Poco a poco las bodegas y los viñedos se multiplicaron y hoy día hay más de 50 bodegas en el valle. 

Sin embargo, es curioso que la principal actividad económica de la zona sea una auténtica desconocida. En esta región hay una importante industria hullera, cuya producción se destina principalmente a la exportación. El puerto de Newcastle es el mayor exportador de carbón del mundo. Otras industrias importantes son la eléctrica y la ganadería cárnica y láctea.



La excursión que yo había seleccionado incluía la visita a tres bodegas boutique con catas en cada una de ellas, el almuerzo en una de las bodegas, degustación de ginebra, vodka, queso y chocolate elaborados en la zona.

La primera parada fue en Hunter Distillery, donde nos explicaron el proceso de fabricación de la ginebra y el vodka y donde tuvo lugar nuestra primera degustación. Meterse entre pecho y espalda chupitos de estas bebidas de bastante graduación a primera hora de la mañana no era algo que me sedujese mucho. Aún así, debo admitir que alguna probé. 


Además de esas bebidas, tenían diferentes licores que también nos dieron a probar. Me gustó el de mango (que, de hecho, compré), pero no el de fruta de la pasión.

Y así fuimos de bodega en bodega, atendiendo a explicaciones, catando vinos y comprando aquellos que nos gustaban más. Fue muy interesante la charla sobre la joya de la producción australiana, el vino que se elabora a partir de la variedad blanca Semillón (nunca antes había oído nada sobre este tipo de uva, a mí me sacas de la variedad Albariño, la uva más representativa de los vinos gallegos, la uva de Treixadura, la de Godello, la de Loureiro... y ya).

Parece ser que la iniciativa para desarrollar esta uva surgió de la convicción del viticultor y enólogo Maurice O'Shea, que había estudiado en Francia, de que esta variedad tenía mucho potencial en Australia. A mediados del siglo XIX produjo su "Mount Pleasant Semillon" en su viñedo de Lovedale. Maurice guardó una parte de su vino durante 10 años, ocultándolo incluso a sus familiares que no creían en tal evolución. 

Aquel semillón, que de joven tenía una apariencia casi blanca con aromas cítricos y herbáceos, se transformó en un vino de intensos aromas terciarios, manteniendo a la vez la frescura de su juventud. ¡Solo por haber reposado plácidamente en su botella! 

Parece ser que el secreto radica en la forma en que se realiza la recolección de la uva: estas se vendimian temprano, cuando tienen bajos niveles de azúcar y una alta acidez, procurando el mínimo contacto con el oxígeno durante todo el proceso. Posteriormente, se fermenta a baja temperatura en recipientes de acero inoxidable y se traslada a la botella tan pronto como se termina la fermentación. Necesita un mínimo de 5 años para desarrollar su complejo carácter. En ese momento, la sensación que produce es la de haber pasado por madera. 

Esta es la bodega en la que comimos


No sé cuántos vinos llevaba ya en el cuerpo cuando me tomaron esas dos fotos. Ni tampoco recuerdo los que bebí ahí con el simpático tabernero. Sí sé que compré un blanco y un espumoso rojo. 



En la bodega que se muestra en la foto que sigue a continuación siguieron las catas, las risas (ya había confianza en el pequeño grupo que éramos) y las compras: aquí me compré un tinto y un licor dulce para tomar con el postre. Ya tenía toda la colección: blanco, tinto, espumoso rojo, licor de mango y vino dulce. Por desgracia, de vuelta a casa, al bajar del tren en Parramatta, se me rompería la botella del vino para el postre... brrrrrrrrrrrrrrr.



El grupo: dos matrimonios de Hong Kong, un matrimonio de neozelandés con australiana y yo. No os fijéis en mis ojitos achispados ni en la cara rojilla. 




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