Portugal Norte - Región del Miño: Esposende y Castro de Sao Lourenço, Ofir, Barcelos y Durraes
Sábado, 31/08/2019:
Castro de Sao Lourenço
El día anterior habíamos hablado de darnos unos masajes en el agroturismo. Pili y Chus fueron dando un paseo hasta la recepción una vez que nos asentamos después de la visita a Viana do Castelo. Volvieron diciendo que solo había plaza para una de nosotras en horario de mañana, así que habían acordado que la usara yo. Todo bien, hasta que me enteré de que le habían dicho al recepcionista, Nuno, que mejor la utilizaba yo porque era quien más la necesitaba... tenga usted amigas para esto, brrrrrr. En cualquier caso, lo disfruté muchísimo y además tuve ocasión de charlar un buen rato con Nuno de fotografía, una de mis pasiones, así como de vinos, ya que la novia de mi hijo me había encargado unas botellas y él me dio todo tipo de explicaciones sobre dónde comprarlas y con quién hablar. Pero esa es otra historia...
Cuando salí del masaje, cogimos el coche y nos fuimos a visitar el Castro de Sao Lourenço, cerca de Esposende. Ya he explicado en otras ocasiones qué es un castro o citania, por lo que no voy a hacerlo aquí. Simplemente voy a dar unos datos sobre este castro en concreto: los restos hallados hacen pensar que estuvo habitado en el siglo IV a.C., aunque parece que no fue hasta el siglo II a.C. cuando se extendió la construcción de casas por todo el monte. El recinto presenta tres murallas que aseguraban su defensa. Desde el siglo I a.C. al IV d.C. sufrió un proceso de romanización. Además del aspecto histórico-arqueológico, el monte de Sao Lourenço destaca por su belleza paisajística. Desde el mirador que hay en lo alto, a 200 m por encima del nivel del mar, se puede ver el Océano Atlántico, la costa y algunos puntos interesantes, como Póvoa de Varzim y el Pinar de Ofir. En esa parte más alta se construyó una capilla dedicada a Sao Lourenço.
Hay un buen número de casas reconstruidas para mostrar cómo era la vida en el poblado |
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¿Hay alguien ahí? |



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Vista desde lo alto |

Esposende
Ninguna de las tres conocíamos este pueblo portugués, así que allá nos fuimos. En realidad, se trata de un balneario que está situado junto a la desembocadura del río Cávado. La costa presenta una cadena de playas, todas ellas con bandera azul, que forman el Parque Natural de la Costa Norte.

La playa de Esposende se caracteriza por sus dunas y fuertes olas... ¡Hacía un viento terrible!
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Museo marítimo de Esposende |
Paseando por la villa, pudimos comprobar que Esposende es una pequeña ciudad costera con callejas y edificios antiguos recuperados que resulta muy agradable para pasar unas horas. Aunque primero nos detuvimos a comer en una placita central muy concurrida (sin saberlo, habíamos llegado en día de fiesta, se celebraba una feria medieval). Un grupo de músicos que interpretaban piezas medievales nos amenizó la comida.
Sangría fresquita para acompañar la comida

Ofir
Nuno nos había recomendado acercarnos a Ofir y hacer el paseo por las pasarelas de madera que van paralelas al curso del río Cávado en su desembocadura. De hecho, este río es una pequeña frontera entre Esposende y Ofir. Es una zona de marismas que forma parte del Parque Natural del Litoral Norte, un área protegida que se extiende a lo largo de 16 km de costa, entre la hoz del río Neiva y la zona sur de Apúlia, en Esposende. El Parque está formado por playas fluviales y marítimas con arrecifes, dunas, pinares y zonas agrícolas, además de varios riachuelos que desembocan en el mar. Es un área de gran interés natural, estético, paisajístico y cultural, en donde destaca la preservación de los sistemas dunares.
No recorrimos toda la ruta, una, porque no nos lo habíamos planteado como un día de senderismo (la verdad, nos quedaron ganas de hacerla, quizá en otra ocasión) y dos, porque tampoco sabíamos muy bien dónde empezaba y cómo transcurría. Aparcamos el coche en una amplia avenida bordeada por bosques de pinos con chalets impresionantes y nos adentramos por un sendero hasta alcanzar la pasarela de madera.

Al fondo se ve Esposende, de donde veníamos
Y llegamos a la playa de Ofir, un extensísimo arenal de cerca de 3 km, un paraíso de sol y mar azul, también de viento, que se ve un tanto afeado por los altos edificios de apartamentos que han construido en la zona de acceso por carretera (la amplia avenida en donde habíamos dejado el coche).

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Un poco de sentido del humor, jejejeje |
Por esta zona, Nuno nos había recomendado también visitar el Santuario da Senhora da Guía, en Belinho, a 150 metros de altura, ya que según nos dijo las vistas desde allí eran impresionantes. Podemos jurar que seguimos los indicadores pero inevitablemente llegábamos a un punto en el que la carretera terminaba, vamos, que nos dimos cuenta de que solo se podía acceder al santuario subiendo un montón de escaleras, cosa que no estábamos dispuestas a hacer (odiamos las escaleras, jejejejeje). He encontrado una foto de dicho santuario en otro blog, https://www.cosasqueveryhaceren.com/.
Y ya que decidimos no subir y la tarde aún daba para mucho, nos acercamos hasta
Barcelos
Se trata de una pequeña población que ha sabido conjugar tradición con innovación y modernidad. Está repleta de monumentos que cuentan su historia, además de estar rodeada por un bellísimo paisaje. La seña de identidad de Barcelos es su famoso gallo, que se puede encontrar en miles de tiendas de recuerdos dispersas por todo el país, pero especialmente en esta localidad.

Decoración floral en Barcelos
Esta iglesia data del siglo XIV y fue iniciada por orden del conde de Barcelos, D. Pedro. Podemos ver su escudo de armas en el portal de la iglesia. Ha sufrido varias transformaciones a lo largo de los siglos, destacando su paso del románico al gótico.
A continuación, vemos varias versiones del gallo de Barcelos en la ciudad.
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Pili, ya aprendió a posar jajajaja |
Hay que ver lo que hace una sangría..
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Manel y María, personajes populares de Portugal, decoran las calles de Barcelos |

Jardín dedicado a un famoso y muy querido jardinero de la ciudad
Durraes
El día de llegada a Durraes, alguien del personal nos acompañó hasta la casa en donde estaban las habitaciones. Nos contó, entonces, que entre las cosas que había que ver en el pueblecito se hallaba una calzada romana. Y como al volver de Barcelos aún había algo de luz, decidimos seguir las indicaciones de las que nos acordábamos e intentar encontrarla. ¡Lo logramos!
Seguimos el camino empedrado y llegamos a una carballeira. Allí oímos voces de críos y, efectivamente, se estaban bañando en el río Neiva que se deslizaba a través de un recio pontillón. Destacaba también una construcción, la Aceña das Pesqueiras.
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De regreso al agroturismo |
En realidad, la calzada forma parte de una ruta de senderismo circular que es posible hacer con la ayuda del GPS, ya que no está muy bien señalizada. Otra cosa más que queda pendiente.
Pero el día no había acabado, todavía nos dio tiempo a darnos un chapuzón en la piscina de Naturena Agroturismo (¿o fue el día anterior? ya no lo sé):
Anochece en Durraes
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